Unidos con Israel

El nuevo Gobierno de Israel, campeón en diversidad

El primer ministro Naftali Bennett dirige su primera reunión semanal de gabinete (Amit Shabi / POOL).

Reto a quien sea a que cite una democracia parlamentaria que cuente con una coalición de gobierno más diversa –en términos raciales, religiosos, étnicos, ideológicos, políticos y nacionales– que la israelí, en la que hay gente de casi todos los colores, desde negros etíopes hasta morenos musulmanes, pasando por atezados sefardíes y pálidos rusos, y procedencias –Asia, África, Europa, América–.

Por:Alan M. Dershowitz

El primer ministro es un judío ortodoxo moderno, y comparte Gabinete con fundamentalistas musulmanes, así como con judíos agnósticos y ateos.

El nuevo Gobierno israelí suma la cifra récord de nueve ministras. El primer ministro es de derechas. El viceprimer ministro y ministro de Exteriores es de izquierdas. Cada opinión política –y son muchas en Israel– está representada en el Ejecutivo. El viejo dicho de “dos judíos, tres opiniones” puede ahora adaptarse a “20 ministros, 30 pareceres”, porque cada uno de los ministros recoge los múltiples pareceres de sus propios partidos.

Da igual todo: los odiadores, especialmente los que militan en la extrema izquierda norteamericana y europea, insisten en caracterizar a Israel como un Estado apartheid. Nada podría estar más lejos de la verdad. Israel muestra una diversidad auténtica, no la de recuelo que caracteriza a tantas instituciones estadounidenses. La diversidad norteamericana es simplemente un eufemismo para aludir a una mayor presencia de negros, sobre todo de negros que sostengan las mismas opiniones sobre cuestiones políticas y raciales. Nada que ver con una pluralidad de actitudes, experiencias y puntos de vista.

La mejor prueba la tenemos en Google, que nombró jefe de Diversidad a un tipo que ha expresado opiniones contrarias a los homosexuales y los judíos. Es inconcebible que Google, con sus vastos recursos y su capacidad para chequear todo, no supiera de sus ideas prejuiciosas. Pero es negro y eso es todo lo que entienden por diversidad Google y tantas otras instituciones norteamericanas. En Israel es diferente, porque es un país inherentemente diverso que se toma la diversidad muy en serio.

¿Quiere esto decir que en el Estado nación de los judíos se ha alcanzado la igualdad perfecta? Por supuesto que no. Como toda democracia que brega con cuestiones raciales y étnicas, Israel dista mucho de ser perfecta. Sus leyes dictan la igualdad, pero persisten las prácticas discriminatorias contra ciertos grupos de judíos y musulmanes. Los tribunales israelíes adoptan de continuo decisiones que mueven el país hacia la completa igualdad, pero nunca podrán conseguir ese resultado por sí solos.

Por otro lado, Israel es el Estado nación del pueblo judío, y como tal puede conceder los mismos derechos civiles, legales, religiosos, lingüísticos y políticos a sus ciudadanos no judíos. Pero no los mismos derechos nacionales. El Estado se creó para ser judío en carácter y para no discriminar contra los judíos en asuntos de inmigración o religión. Es el único Estado judío en un mundo que discriminó a los judíos durante milenios y que se mantuvo al margen mientras seis millones de ellos eran asesinados.

Muchos otros países, Estados y regiones del mundo tienen más rasgos nacionales y religiosos con menos justificación histórica. Todos los países de mayoría musulmana son oficialmente Estados islámicos, y conceden a los musulmanes considerables beneficios. Inglaterra es un Estado anglicano con una religión oficial. El catolicismo es la religión oficial en varios países europeos. Multitud de emblemas y banderas nacionales lucen cruces, medias lunas u otros símbolos religiosos. Son varios los himnos nacionales que hacen referencia a la religión.

Numerosos países cuentan con leyes de retorno que favorecen a determinados grupos étnicos o religiosos. Varios Estados árabes imponen restricciones para acceder a la nacionalidad y la propiedad de la tierra. Etcétera. Pero Israel es el único país cotidianamente condenado por sus leyes de retorno, su observancia de las festividades judías, su bandera y su exención del servicio militar para la mayoría de los árabes (y para los judíos que se dedican a estudiar a tiempo completo en seminarios religiosos).

Aun con estas contadas excepciones –históricamente justificadas–, Israel se encuentra entre las naciones más comprometidas con la consecución de la igualdad para todos sus ciudadanos.

Las buenas noticias son que Israel por fin se ha dotado de un Gobierno, y que éste se cuenta entre los más diversos de la historia de la democracia. Las malas son que esa misma diversidad –particularmente de orden político e ideológico– hace de tal Gobierno uno de los más inestables de la historia de la democracia. Se ha impuesto en la Knéset con 60 votos de 120 posibles –y una abstención–. Así que permanezcan atentos a cómo se las apaña para sobrevivir a los desafíos de la diversidad. Pero, mientras tanto, dejen de demonizar a Israel y de tacharlo de Estado apartheid o antidemocrático.

© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio

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