Hace pocos días nos reunimos con Khaldi (casi 50), quien tras haber servido en la Policía israelí , trabajado en el Ministerio de Defensa y en la embajada de Estados Unidos, entró hace 15 años al servicio exterior de Israel. Y hoy, al publicar la entrevista que nos concedió, ya debemos agregarle un título: el primer Embajador beduino en la historia del Estado de Israel.
Ana Jerozolimski, Semanario Hebreo Jai
Ismail, el nombre con el que nació, es un personaje singular. Usa alternadamente la traducción al hebreo de su nombre, Ishmael, dice entre en broma y en serio que en su aldea le dicen “Shmulik”-un nombre hebreo muy israelí, diminutivo de Shmuel- pero aclara que lo que más le gusta es que le llamen “Ish”. Puede sonar meramente a un diminutivo de “Ishmael”, pero en realidad, tiene un significado más profundo: hombre, persona…y así él se siente cómodo.
Pues hasta en su nombre se combinan los varios mundos a los que pertenece este destacado diplomático, que ya fue Vicecónsul en San Francisco, luego encargado de la lucha contra el BDS en Londres, asesor especial del entonces Canciller Avigdor Liberman y acaba de ser designado como nuevo Embajador en Eritrea. “Soy beduino israelí”, dice claramente cuando le preguntamos cómo se presentaría si alguien le pregunta cuál es su identidad.
Dado que agrega una frase sobre el aspecto cultural beduino que los distingue de otros árabes musulmanes, comentamos que para quien no conoce la región, puede ser complejo. “La realidad lo es”, admite.
Y acá es ineludible hablar del duro incidente que protagonizó hace pocas semanas al entrar a la estación central de autobuses de Jerusalem, donde un guardia le habló y luego trató de forma indebida, abalanzándose sobre él en forma violenta, tirándolo al piso sin razón ninguna. Eso fue precedido por un corto intercambio sobre el hecho que al dejar su billetera y llaves junto al detector de metales, como todo aquel que pasa por el lugar, el guardia vio que tenía el celular en la mano y le indicó también colocarlo allí. Dijo que sí, enseguida, que sólo quiere tomarse una foto en el lugar. Terminó tirado en el piso con tres guardias encima.
¿Hubo algo que crees que hiciste o dijiste, que puede haber sido interpretado por el guardia como una provocación? , preguntamos.“No, en absoluto”, recalca Khaldi. “No hubo nada así de mi parte. Es necesario aclarar que el problema fue sólo con un guardia, al que no sé qué le pasó. Fue cuestión de segundos. Él incendió todo, decidió actuar a lo Rambo sin motivo ninguno”, asegura. Ya presentó denuncia en la Policía y aclara que no dará el brazo a torcer porque quien actúa de esa forma, debe pagar por ello, por el bien de todos.
Ismail-Ishmael asegura que nunca pasó un momento así. Sí le ha pasado que lo revisaron o pidieron documentación, lo cual es muy común por la situación de seguridad que se vive. “Es bastante normal que gente con rasgos árabes tenga alguna vez que presentar documentos o ser revisada”, comenta. Entiende plenamente el trasfondo, aunque esas situaciones sean incómodas. “En los últimos tiempos ha habido un ambiente más problemático respecto a las minorías, también sobre los guardias, para quienes el terrorista potencial es árabe”, explica.
Pero ante incidentes como el que pasó recientemente en Jerusalem, no está dispuesto a pasar por alto y es por eso que de la propia Cancillería lo acompañaron a presentar la denuncia.
“Este incidente claro que me decepcionó porque yo estoy al frente en la lucha diplomática en la explicación de lo que es Israel. Pero no me desespera sino que me fortalece. Gente que actúa como ese guardia, es una minoría”.
Al analizar el incidente, recuerda algo de su propio servicio militar en Tzahal. “Cuando estuve en los miluim, el servicio de reserva, en la Guardia de Fronteras, tenía mucho contacto con población palestina. En muchos lados, vienen y te provocan, y los soldados tienen prohibido dejarse llevar. O sea que también el guardia debe saber cuáles son sus límites, y ni que hablar que de mi parte no hubo ninguna provocación”.
Ish no pierde proporciones. Sin minimizar lo grave del incidente, tiene claro el cuadro general. Nos cuenta sobre el libro autobiográfico que escribió contando la historia de un pastor que pudo convertirse en diplomático. “Y ese pastor, yo, no era judío sino beduino, pero en Israel, se le dio la oportunidad de avanzar y progresar. Y así es aquí”.
Creció en un hogar en el norte de Israel, uno de 11 hermanos y hermanas. Hoy, él y otro hermano son los únicos de la familia que aún no se han casado. Cuando le preguntamos qué dice su familia sobre sus logros profesionales y su progreso en la carrera diplomática, asegura que están muy orgullosos de él. Pero su madre deja en claro qué es lo importante en la vida. “Mi madre me dice: ven, cásate y luego haz lo que quieras”.
Ishmael sonríe y agrega: “Yo quiero seguir aportando, hacer lo que hago lo mejor que puedo, ayudar a mi familia, a mi aldea, a los beduinos, al país”.
El país, sostiene, no es sencillo. Pero asiente en forma terminante cuando le preguntamos si comparte nuestra visión de un espacio público compartido con naturalidad por judíos y árabes en Israel. “Plenamente. Y la generación joven sale mucho, quiere ser parte, quiere verse muy integrada .El espacio público está abierto a todos”, asegura. Preguntamos si se cumple a su criterio también la otra parte de la ecuación, de parte del Estado. “Por supuesto”, responde. “Las minorías tienen muchas posibilidades. El Estado nunca impidió a nadie ser parte, integrarse directamente”.
Con Ish hablamos mucho de “luces y sombras”. Defiende a Israel sin fanatismos, pero seguro de que lo merece. “ Yo no digo que el país es perfecto, claro que hay problemas, pero al mismo tiempo vemos que se me dio la posibilidad y oportunidad de representar al país. La responsabilidad es corregir lo que está mal, no sólo quejarse”, recalca.
Preguntamos, como para resumir, si cree que las luces superan a las sombras. Nos mira con tono de “¿no estaba claro en todo lo que dije hasta ahora?”. Y agrega: “Claro que sí, muchas más luces. Como en todos lados, hay problemas. Y vale la pena esforzarse para solucionarlos. Por eso yo siento que tengo una misión, no sólo representar al Estado y el gobierno, sino a mi propia familia, parte de Israel, un país multicultural, en el que conviven diferentes credos”.
Preguntamos si cree que llegará en algún momento la paz. Hace un gesto de “tendremos que esperar para saber” y expresa su esperanza “que los gobernantes sepan hacer lo mejor que hay que hacer para lograr la paz”. ¿Depende sólo de Israel?, agregamos- “Depende de todos. No podemos firmar acuerdos con nosotros mismos. Se debe resolver el problema con los enemigos. Creo que ambas partes tienen claro qué hay que hacer. Me resulta difícil saber por qué está todo estancado. Nunca pierdo el optimismo, pero hay que combinarlo con realismo. Veremos”.
Cuando se confirme en la Kneset, Parlamento de Israel, su flamante nombramiento como nuevo Embajador de Israel en Eritrea, Khaldi estará comenzando un nuevo desafío. Otro hito en la singular historia del joven pastor convertido en el primer embajador beduino del Estado de Israel.