Por: Rabino Yosef Bitton
APRENDER DE LA HISTORIA
Estamos en un periodo de tres semanas– desde el 17 de Tamuz hasta el día 9 del mes de Ab–que se lo conoce como Ben haMetsarim. Estos son días en los que guardamos un grado de duelo que va creciendo en la medida que nos aproximamos al 9 de Ab, el día de duelo nacional del Pueblo judío. Estos son también días de reflexión, no solamente para conmemorar y recordar nuestra historia, sino especialmente para aprender de ella que existe una relación estrechísima y directa entre nuestro comportamiento religioso y lo que sucede con nuestros enemigos: vemos una y otra vez que como dice la Torá explícitamente en Perashat Bejuqotay (Levítico 26:14-46) y Perashat Ki-Tabó (28:15-69), cuando cumplimos nuestra parte del pacto y honramos nuestro compromiso con Dios, el Todopoderoso honra Su parte del pacto protegiéndonos. Y viceversa.
EL FINAL DE LOS BUENOS TIEMPOS
Vamos a comenzar explorando los acontecimientos que llevaron a la destrucción del segundo Bet haMiqdash, en el año 68 de la Era Común. Y es importante conocer esta historia porque de acuerdo con nuestros Sabios, si el Bet haMiqdash no ha sido reconstruido en nuestros días es porque en cierta manera todavía no hemos superado los errores que cometimos 2.000 años atrás: principalmente en cuanto a las divisiones políticas, religiosas, sociales, entre nosotros mismos (sinat jinam) que tanto nos afectan. ¿Cómo ocurrió que Israel (llamada Judea en esos tiempos) fue ocupada por los Romanos y llegó a estar bajo el yugo de este despiadado imperio? En el año 141 AEC (un poco después de los acontecimientos de Janucá) los judíos recuperamos nuestra independencia de los griegos. Esto fue gracias a los increíbles esfuerzos y sacrificios de los Jashmonayim, los hijos y descendientes de Matitiyahu, que lucharon por más de 20 años hasta obtener un estado judío independiente y soberano. Este fue un periodo de unión y fortaleza entre los Yehudim, bajo el liderazgo de Shimón, el hijo de Matitiyahu, donde practicaban la Torá de forma uniforme y se ayudaban unos a otros. Cuando permanecemos unidos HaShem estaba con nosotros.
CUANDO LOS HERMANOS SE PELEAN …
Pero luego de dos generaciones, en el año 76 AEC, comenzaron las destructivas divisiones. Hubo una gran pelea entre dos hermanos que reclamaban el trono: Yojanán Hurquenus y Yehudá Aristóbulo. En ese entonces, los Romanos habían enviado al famoso comandante Pompeyo al medio oriente para proteger a los barcos romanos en el mediterráneo de los piratas que los atacaban y los saqueaban. Una vez en Medio Oriente Pompeyo vio que la situación política en Judea era muy frágil y decidió aprovecharse de la situación. En el año 63 AEC se ofreció para arbitrar entre los dos hermanos y decidir quién debería asumir el cargo. Los judíos no se dieron cuenta de que estaban cayendo en una trampa que tenía fines de lucro para los romanos…. Pompeyo decidió que Yojanán, el menos poderoso, debería ser el nuevo monarca. No conforme con el veredicto, Aristóbulo reunió un ejército en Yerushalayim. Pompeyo, con el pretexto de apoyar a Yojanán, trajo a su ejército y comenzó una guerra que duró más de 3 meses y en la que murieron más de 12.000 judíos. Una vez vencido Aristóbulo, Pompeyo ya sin resistencia se apoderó de la ciudad de Jerusalem y desplazo al propio Yojanán, acabando así con el estado judío independiente: Judea pasó ahora a ser parte del imperio romano.
DEMASIADO TARDE…
En el año 54 AEC los Yehudim trataron de rebelarse contra el imperio romano y recuperar su soberanía. Alejandro, el hijo de Aristóbulo encabezó una rebelión contra el cónsul romano Craso, pero fracasó. 13.000 judíos murieron y 30.000 fueron tomados como esclavos y exiliados a Roma. Muchas ciudades judías fueron destruidas y transformadas en ciudades Romanas habitadas por todo tipo de paganos. De esta manera, a raíz de las divisiones entre hermanos, luego de 80 años de soberanía por la que tanto habíamos luchado, Judea pasó a ser un estado vasallo de Roma.
Pero no todo estaba perdido… Aunque ya no era nuestro propio estado, todavía teníamos nuestro Bet haMiqdash y podíamos practicar nuestra religión.
Sin embargo, y como veremos más adelante, la situación fue empeorando y llevó a la destrucción del Bet haMiqdash en el año 68 de la era común.
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