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Mucho más que un buen corazón – Parashat Bo

Muchos preguntan: “Si soy una persona decente de buen corazón, ¿por qué tengo que practicar todos estos rituales?” “… y la sangre será para ustedes una señal en las casas en las que estén y Yo veré la sangre y los pasaré por alto” (Éxodo 12:13).

¿Por qué Hashem necesita que los judíos manchen los umbrales de las puertas de sus casas con la sangre del cordero pascual? ¿Acaso Hashem no es Omnisciente y no sabe en qué casa hay adentro israelitas y en qué casa hay egipcios? Es obvio que Hashem no tiene necesidad de señales en la puerta para saber quién hay adentro. Pero tal como explica Rashi, Hashem quiere que Su pueblo elegido esté ocupado cumpliendo Sus preceptos. Cuando lo hacen, todos los juicios estrictos “los pasan por alto”; y de allí es donde recibe su nombre la famosa festividad de Pesaj. (pesaj significa “saltear”).

¿Por qué Hashem quiere que los judíos hagan una señal en el umbral con la sangre del sacrificio? La Torá, al ordenarnos no consumir la sangre de un animal, lo hace debido a que la sangre contiene el alma del animal. En el acto de un sacrificio animal, la sangre del animal sacrificado es una expiación para la sangre de la persona que ofrendó el sacrificio; la persona también tiene que arrepentirse y pasar revista a sus actos, reflexionando que en realidad debería haberse derramado su propia sangre por lo que hizo. La sangre del animal expía la sangre del pecador, como el concepto de un alma por un alma. Y el Sefer HaJinuj explica que la prohibición de consumir la sangre de un animal es porque no corresponde que un alma consuma a otra alma.

Por desgracia, hoy en día no tenemos el Sagrado Templo en Jerusalem ni los sacrificios rituales. No obstante, el concepto de un alma por un alma sigue estando vigente, cuando el alma de un nivel inferior de la creación – como ser un animal- tiene el poder de expiar un nivel superior, o sea, el hombre. La costumbre de kaparot antes de Iom Kipur es un recordatorio de los sagrados sacrificios expiatorios de antaño. Cada judío, de acuerdo con su propia costumbre, redime su alma con la de un pollo, un pescado o dinero para caridad-tzedaka. El Jafetz Jaim escribe que la persona que lleva a cabo el rito de Kaparot tiene que pensar que todo lo que se le hace al pollo en realidad deberían hacérselo a él, pero gracias a que él hace teshuvá, Hashem anula el duro decreto en su contra.

Nuevamente debemos preguntarnos: ¿por qué no basta con la teshuvá? ¿No es suficiente con sentir remordimiento en el corazón? ¿Para qué hace falta hacer kaparot?

Del acto de señalar los umbrales con sangre aprendemos que el hecho de ocuparnos de cumplir los preceptos de Hashem tiene un poder especial de expiación que salva a la persona de los duros decretos que penden en su contra. Y si bien las kaparot son solamente una costumbre, se lleva a cabo en reemplazo de un precepto muy exaltado, el sacrificio expiatorio del Templo.

Mucha gente pregunta: “Yo tengo un buen corazón. Hago todo lo posible por no hacerle mal a nadie. Soy una persona decente y considerada y trato de ayudar a los demás cada vez que puedo. ¿Para qué necesito todos estos rituales tan extraños? ¿Qué tiene que ver todo esto con la sociedad moderna?”.

La respuesta a estas preguntas figura en el pasaje de la Torá que hemos mencionado. Hashem quería que nuestros antepasados hicieran una marca de sangre en los umbrales, no importan quiénes fueran o qué cargo ocuparan. Y los que no lo hicieron, no llegaron a ver la luz del día a la mañana siguiente, y mucho menos a ser redimidos de Egipto.

El hecho de cumplir toda la Torá, tanto si entendemos su lógica como si no, invoca la medida de compasión Divina. Y de esa manera ciertamente llegara la completa redención de nuestro pueblo, muy pronto, en nuestros días, Amén!

Fuente: Breslev en español

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