La obnubilación de tantos políticos, mediadores por la paz y gurús con la creación de un Estado palestino es cosa de pasmo.
Por Mitchell Bard
Constantemente se justifican con proclamas solemnes en pro de los derechos humanos, pero el caso es que no muestran interés por la manera en que, ocupación al margen, los palestinos tratan a los palestinos. Es una estupidez pensar que las cosas van a ir mejor en Palestina, pues lo más probable es que el nuevo Estado siga los pasos de los regímenes autoritarios del vecindario en vez de tomar por referencia a la democracia israelí. Pero los partidarios de la solución de los dos Estados tienen en mente un Shangri-La que ha de ser creado cueste lo que cueste.
Para hacernos una idea de cómo es la vida en Palestina, echemos un vistazo a lo que dice el informe sobre derechos humanos del Departamento de Estado norteamericano en relación a la Autoridad Palestina (AP).
Empecemos con la idea palestina de democracia. En la Margen Occidental y Gaza no hay elecciones nacionales desde 2006. El presidente de la AP, Mahmud Abás, sigue en el cargo pese a que su mandato concluyó en 2009, y se niega a convocar elecciones porque sabe que las perdería (según algunas encuestas, más del 60% de los palestinos quiere que dimita). El Consejo Legislativo Palestino (CLP) no se reúne desde 2007, y la Corte Constitucional de la AP lo disolvió en 2018. Gaza está en manos de Hamás desde el golpe de 2007.
He aquí otros puntos oscuros de la AP reflejados en el informe:
– Ejecuciones ilegales o arbitrarias; torturas; detenciones arbitrarias.
– Presos y detenidos políticos (incluso gente a la que se detiene por participar en conferencias sobre inversiones internacionales).
– Problemas significativos con la independencia del Poder Judicial.
– Intromisiones arbitrarias o ilegales en la privacidad.
– Restricciones a la libertad de expresión, la prensa e internet que comprenden violencia, amenazas de violencia, detenciones injustificadas, persecución contra periodistas, censura y bloqueo de sitios web.
– Interferencia sustancial en los derechos de reunión y asociación, con acoso a organizaciones no gubernamentales.
– Restricciones a la participación política.
– Actos de corrupción, violencia y amenazas de violencia motivadas por el antisemitismo.
– Violencia o amenazas de violencia contra lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGTBI).
– Trabajo forzado infantil y abuso de menores.
– No hay leyes contra el acoso sexual, y los crímenes de honor, aunque ilegales, siguen cometiéndose.
– No hay leyes contra el tráfico de personas.
¿Suena bien, por ahora? Esto es lo que dice el informe sobre la Gaza de Hamás:
– Se producen ejecuciones ilegales o arbitrarias y detenciones arbitrarias; la tortura es sistemática.
– Hay presos políticos.
– Se producen intromisiones arbitrarias o ilegales en la privacidad.
– Hay restricciones a la libertad de expresión, a la prensa y a internet, que comprenden violencia, amenazas de violencia, detenciones injustificadas de periodistas, acoso a periodistas, censura, bloqueo de sitios web y leyes contra los libelos.
– Hay una intromisión sustancial en los derechos de reunión pacífica y asociación.
– Hay restricciones a la participación política.
– Hay violencia y amenazas de violencia motivadas por el antisemitismo.
– Se produce el reclutamiento ilegal de combatientes menores de edad.
– Hay violencia y amenazas de violencia contra individuos del colectivo LGTBI.
– Se criminalizan las relaciones homosexuales consentidas entre adultos.
– Hay trabajo forzado infantil.
Así las cosas, ¿cabe sorprenderse de que los árabes israelíes que viven en el Triángulo (norte de Israel) rechacen que sus localidades sean incorporadas a Palestina? ¿Alguien piensa que las Rashida Tlaib del mundo van a correr a hacerse ciudadanas del Estado que tanto anhelan?
Mientras, ¿dónde está rabia ante todos estos atentados, tan extendidos, crónicos, contra los derechos humanos y civiles de los palestinos?
Piense sin ir más lejos en las organizaciones que representan a quienes están siendo sometidos a persecución o privados de sus derechos. Hay asociaciones de juristas a las que no preocupa la falta de independencia del Poder Judicial en la AP. Las asociaciones para la protección de los derechos de los niños no dicen una palabra sobre la explotación laboral infantil y el reclutamiento forzoso de combatientes menores de edad por parte de Hamás. Hay grupos de Queers por Palestina que ignoran la persecución de los gais en la AP y prefieren berrear “pinkwashing” para desprestigiar la política israelí de tolerancia hacia la comunidad LBGTQ. Los activistas por la libertad de prensa callan mientras los periodistas palestinos son detenidos, torturados y privados de criticar al liderazgo palestino.
Dado que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, junto con otros abogados de la solución de los dos Estados, no dice nada sobre los abusos presentes, nadie debería esperar que le preocupe que se siga produciendo en Palestina. En vez de ser súbitamente sometida a escrutinio, Palestina será tratada con la misma delicadeza que se dedica a otros violadores en serie de los derechos humanos, como Cuba, Arabia Saudí y China. Además, cuando Palestina sea un miembro de pleno derecho de la ONU, los palestinos podrán capitanear los esfuerzos para condenar a Israel y a la vez cooperar con sus aliados para impedir que sean hechos responsables de sus actos terroristas y de otros abusos.
Adviertan que no he hecho mención de los incesantes ataques terroristas contra los israelíes, que podrían proseguir luego de que los palestinos obtuvieran la estadidad. De nuevo dejando las preocupaciones israelíes al margen, ¿cuántos palestinos, especialmente mujeres, querrán vivir bajo un régimen opresivo como el que padecen los iraníes?
A la fantasía utópica de crear un Estado palestino subyace la idea de que será una solución al conflicto. Dejando de lado el hecho histórico de que tampoco había paz antes de que Israel capturara la Margen Occidental y Gaza, sabemos que los palestinos no se darán por satisfechos con el Estado concebido en los distintos planes de paz que se han ido conociendo, porque los han rechazado repetidamente. Lo que exigen es un Estado basado en las líneas de armisticio de 1949, con Jerusalén como capital; todo lo que sea menos de eso será una justificación para la prolongación del conflicto. Y también sabemos que ven la estadidad como el punto de arranque para la liberación de toda Palestina. Así que, en vez de sobre la paz, el debate girará sobre la expansión del referido Estado y la eliminación de toda restricción relativa a la seguridad, mientras los abusos de los líderes palestinos seguirán siendo ignorados.
© Versión original (en inglés): The Algemeiner
© Versión en español: Revista El Medio
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