Independientemente de las ambigüedades y las preguntas abiertas que presentan el «Acuerdo del siglo» del presidente Trump, Israel se encuentra claramente en una coyuntura histórica y debe decidir qué hacer con esta oportunidad única. Sobre tales momentos se suele decir: «Hay quienes ganan el mundo en un instante y hay quienes lo pierden en un instante».
Por: Por General (retirado) Gershon Hacohen
El 14 de mayo de 1948, unas horas antes de la declaración del establecimiento de Israel, Chaim Weizmann, que pronto se convertiría en el primer presidente del Estado judío, envió un telegrama urgente desde Ginebra: “La decisión debe tomarse de inmediato. Las puertas del cielo se han abierto por un instante, y si entramos en ellas nuestro estado será establecido; si no, quién sabe si acaso veremos su establecimiento en nuestros días”. En esos momentos, los líderes y los encargados de formular políticas deben tomar decisiones decisivas. Quienes postergan y esperan las evaluaciones detalladas de los funcionarios corren el riesgo de desperdiciar la oportunidad.
Desde su inicio, la empresa sionista ha existido en constante tensión entre dos visiones enfrentadas con respecto al objetivo primordial del futuro Estado judío: la redención y la reconstitución de la condición estatal en la patria ancestral versus un refugio seguro reconocido internacionalmente para los judíos perseguidos. Y si bien Israel ha logrado conciliar en gran medida estas dos visiones y crear un amplio denominador común para un esfuerzo nacional unificado, la brecha enorme entre los enfoques se revela nuevamente en cada coyuntura trascendental.
Ahora vemos las dos visiones una vez más en confrontación: por un lado, el deseo de retener el Valle del Jordán solamente por razones de seguridad; por el otro, el objetivo de aplicar la soberanía plena a esta extensión de tierra y poblarla en conformidad.
El cambio que el presidente Trump ha ocasionado en el enfoque estadounidense del conflicto israelí-palestino toca el corazón mismo de la controversia israelí y presenta una oportunidad histórica única.
Durante las décadas que presenciaron la formación de la alianza entre Estados Unidos e Israel a fines de los años sesenta, las sucesivas administraciones estadounidenses han expresado un compromiso con la seguridad de Israel, pero negaron su reclamo sobre las partes de la patria que fueron capturadas en la guerra de 1967.
Al imponer una solución al gobierno israelí, el presidente, Barack Obama, y el secretario de Estado, John Kerry, le encomendaron al general John Allen la elaboración de un plan de seguridad que mitigara las preocupaciones de seguridad de Israel sobre una retirada casi total de Cisjordania, incluido el Valle del Jordán, y le exigieron que «elija entre la paz y la ideología» (tal como lo expresó el columnista Thomas Friedman en el New York Times). Con este plan, la administración buscó cumplir con su compromiso con la seguridad de Israel, mientras rechaza su demanda de fronteras defendibles que no se ajusten a las líneas de 1967 (una demanda consistente con la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU de noviembre de 1967).
La grandeza del plan Trump radica en el hecho de que, a diferencia de las iniciativas de paz estadounidenses anteriores, reconoce el derecho de Israel a retener territorios más allá de las líneas de 1967 como una cuestión de derecho histórico y no solo como una medida que se debe tomar por razones de seguridad.
Aunque el plan no le otorga a Israel todo lo que desea, claramente repudia el precedente establecido por el tratado de paz con Egipto, que ordenó una retirada israelí completa hasta el último centímetro. Fue este precedente lo que llevó al entonces primer ministro, Ehud Barak, (en la cumbre de Camp David en julio de 2000) a ofrecer intercambios de territorios israelíes completos para los bloques de asentamientos que permanecerían en sus manos (que comprendían aproximadamente el 3% del territorio de Cisjordania).
Con su plan, el presidente Trump se une a Lord Balfour y otros líderes mundiales que vieron en el renacimiento de Israel en su patria ancestral las tendencias de una redención cósmica, no solo la provisión de un refugio para un pueblo perseguido. Israel ha recibido un valioso regalo, y debe decidir qué hacer con el potencial que alberga. Sobre tales momentos se suele dice: «Hay quienes ganan el mundo en un instante y hay quienes lo pierden en un instante».
El general (retirado) Gershon Hacohen es investigador principal en el Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos. Sirvió en las Fuerzas de Defensa de Isarel (FDI) durante 42 años. Comandó tropas en batallas contra Egipto y Siria. Previamente, fue comandante de Cuerpo y de Colegios Militares.
Fuente: BESA – Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos
Publicado en Español en Aurora