(Shutterstock)
Family

כבד את אביך ואת אמך
Veremos hoy algunos ejemplos de cómo honrar a nuestros padres

LOS NOMBRES DE NUESTROS HIJOS
Nombrar a nuestros hijos con el nombre de nuestros padres es considerado una de las formas más significativas de honrar a nuestros progenitores. Esta es una tradición muy antigua (registrada en la Torá por primera vez con Najor, el padre de Téraj, y hermano de Abraham Abinu), y muy cuidadosamente mantenida en las comunidades Sefaradíes. En general, se acostumbra a nombrar primero al padre o a la madre del esposo y luego al padre y a la madre de la esposa.

En la tradición Ashkenazí, sin embargo, NO se nombra a los hijos con los nombres de los abuelos, mientras estos últimos están con vida. ¿Por qué? Es un asunto puramente práctico. Recordemos que no se permite llamar a nuestros padres por su nombre propio. Tenemos que llamarlos respetuosamente “Papá”o «Padre» , “Mamá”, «Madre», etc. Esta restricción, dicen algunos rabinos, incluye mencionar el nombre de uno de los padres, incluso cuando nos estamos dirigiendo a otra persona.

Por ejemplo: si el nombre de mi padre es «Ya’aqob» y un amigo mío se llama Ya’aqob, no debería llamar a mi amigo por su nombre en presencia de mi padre, porque va a parecer como una falta de respeto mencionar el nombre propio de mi padre en su presencia. Similarmente, si mi padre Ya’aqob está con vida y yo llamo a mi hijo: “Ya’aqob”, inevitablemente, cada vez que yo llame a mi hijo en presencia de mi padre, de acuerdo a la tradición Ashkenazi se consideraría una falta de respeto hacia mi padre. Y es por este motivo –respeto a los padres– que los Yehudim Ashkenazim no nombran a los hijos con los nombres de los abuelos, mientras están con vida.

VIERNES A LA NOCHE
En muchas familias los hijos le confieren un honor especial a sus abuelos y padres, especialmente el viernes por la noche, pidiendo y agradecido por su bendición. Luego del Quiddush los hijos e hijas se acercan a sus mayores para recibir su bendición. Los padres y abuelos bendicen a los hijos (aún cuando estos ya son mayores, casados, etc.) con la bendición de los Cohanim: “Que HaShem te bendiga y te proteja, etc.” Muchos padres también bendicen a sus hijos diciendo:“Que Dios te bendiga como a Efraim y Menashe, etc.” ,deseándole a sus hijos y nietos que se cumplan todos sus buenos deseos. Este gesto de honor, muy común en las familias sefaradíes, es que inmediatamente después de recibir esta bendición los hijos besan la mano de sus padres y abuelos. Si bien besar la mano es una costumbre que cayó en desuso en la sociedad occidental moderna (recuerdo haber leído varias veces en libros antiguos en español las siglas s.s.q.b.s.m o simplemente «qbsm». ¿saben lo que significa?), es considerado en la familia judía una señal de respeto y amor hacia nuestros mayores.

ALIYÁ LATORÁ
También es habitual que en la Sinagoga, cuando el abuelo o el padre son llamados para subir a la Torá, todos los miembros de la familia se levantan de sus asientos en honor a sus mayores. Este gesto de honor también es conferido cuando se llama a la Torá a los hermanos mayores, tíos u otros parientes. Cuando el padre o el abuelo regresan a su asiento una vez terminada su lectora de la Torá, los hijos y los nietos suelen besar su mano en señal de honor. Cuando un patriarca mayor de la comunidad es llamado a la Torá, no es raro encontrar a decenas de personas que se levantan en su honor

ASISTENCIA ECONOMICA
El Talmud (Quidushín 32) afirma que los hijos no están obligados a apoyar económicamente a sus padres cuando los padres tienen los medios para mantenerse.

Sin embargo, cuando los padres no pueden trabajar debido a que ya son demasiado mayores, y / o cuando no tienen los medios para mantenerse a sí mismos, es una gran mitsvá apoyar a los padres financieramente y proporcionarles, de acuerdo a los que los hijos puedan permitirse, alimentos, ropa, vivienda, y lo necesario para que vivan con dignidad.

El apoyo económico a los padres en estas circunstancias debe ser asumido por todos los hijos, basado en las posibilidades económicas de cada uno.

Por: Rabbi Yosef Bitton