Explicamos anteriormente que el segundo principio que aprendemos del Shemá Israel es aceptar a HaShem, Dios, como la autoridad máxima, que nos enseña la diferencia entre el bien y el mal.
Para comprender mejor la gran importancia de este principio, pensemos qué pasaría si solo tuviéramos el primer principio, «creer en la existencia de Dios».
Hay muchas maneras de creer en Dios que no son compatibles con lo que dice el Shemá Israel. Y no me refiero ahora a las diferentes religiones, sino a las creencias similares al ateísmo.
Aristóteles creía en dios. Pero ese dios no fue el creador del mundo. Era un dios eterno que existía junto con un universo eterno. Ese dios no tenía «voluntad», es decir, no podía decidir, cambiar o actuar sobre o contra las leyes físicas. El dios de Aristóteles era una fuerza «pasiva» inmanente en el universo.
Para tener una mejor idea de a qué se refería Aristóteles, pensemos en el «fuego», que sin tener su propia voluntad y sin hacer nada activamente, imbuye de calor al ambiente que lo rodea. Bueno, el dios de Aristóteles era esa energía que imbuye el universo de movimiento. Ese dios de los filósofos, como lo llamó el Cuzarí aludiendo a los seguidores de Aristóteles, tampoco se comunica con los seres humanos. No se le puede rezar al dios de Aristóteles. Ese dios no espera nada especial del comportamiento de los hombres. En todo caso, de acuerdo a esta filosofía determinista, los humanos no tienen libre albedrío, y su comportamiento está determinado por factores que van más allá de su voluntad. Y cuando un ser humano muere, simplemente muere por completo. No hay un alma que sobrevive a la muerte.
El dios de Aristóteles no reveló su voluntad o la razón de la existencia humana. Los hombres pueden establecer su propia ley y moralidad y hacer lo que quieran con sus vidas. El dios de Aristóteles no se involucra en esos temas.
Este fue también el concepto del dios que mantuvo Spinoza, el padre del panteísmo moderno. Spinoza creía en un dios impersonal. Un dios / naturaleza. La totalidad de lo físico y lo material. Un dios que es todo, y nada al mismo tiempo.
Y esta fue también la creencia de Albert Einstein. En su libro «Einstein and Religion», Max Jammer explica que el famoso científico judío creía en una «religión cósmica», como la de Spinoza, o la de ciertas ramas del budismo.
Lo que realmente puede confundirnos es que Einstein —como Spinoza y muchos otros— mencionaba constantemente a «dios» e incluso se oponía a que lo llamaran ateo. Aunque la principal (o única) diferencia entre el panteísmo de Aristóteles, Spinoza y Einstein, y el ateísmo moderno de Richard Dawkins, por ejemplo, es que mientras el ateísmo niega sin ambigüedad la existencia de Dios, el panteísmo no tiene problema en hablar de «dios» y declarar su existencia
Si bien según las estadísticas del Pew Research Institute (2009, ver aquí ) la mayoría de los científicos de este país declaran que SI creen en Dios, muchos de ellos se están refiriendo a una poderosa fuerza sobrenatural inmanente en el universo, que no se revela, ni se interesa, ni se relaciona de ninguna manera con los seres humanos.
Y cuando se cree en un «dios» que no reveló su voluntad a los seres humanos, ¿quién va a decidir, más allá de lo que es necesario para mantener la ley y el orden, qué está bien y qué está mal y cuáles son los valores morales que uno debe seguir? ¿El hombre? ¿La sociedad? ¿Modern Family? ¿El Gobierno? ¿Obama o Trump? ¿O acaso tenemos que practicar una anarquía moral, donde cada uno actúa de acuerdo a lo que le parece bien (o le conviene)? .
Como vemos, la creencia en la existencia de “dios», o incluso “Dios», no es suficiente para responder a una de las preguntas existenciales más importantes: ¿Cómo puedo saber qué está bien y qué esta mal?
Ahora creo que podemos apreciar mejor el segundo mensaje del Shemá Israel, “aceptar la autoridad de Dios».
Recordemos también que el primero de los Diez Mandamientos trata sobre este mismo tema. Cuando afirma que Dios es ELOQUIM, el Juez Supremo, es decir, la fuente y referencia de la Ley y la moralidad.
Es una creencia judía fundamental que HaShem nos concedió el libre albedrío, reveló Su voluntad en Su Torá y espera que hagamos lo correcto a Sus ojos,
Cuando decimos «SHEMA ISRAEL HASHEM ELOQUENU», no solo confirmamos nuestra creencia en la existencia de Dios sino que también:
1. Proclamamos a Dios como nuestro Soberano.
2. Reconocemos que Él nos dio un código de ley y moralidad: la Torá
3. Y como miembro del pueblo de Israel, aceptamos su autoridad (קבלת עול מלכות שמים).
Por: Rabino Yosef Bitton, colaborador de Unidos con Israel