Por: Rabino Dovid Silber
Los jóvenes no hicieron caso de las amenazas y continuaron cantando y bailando con renovado fervor. La reacción fue veloz e inmediata.
(En Auschwitz), los Nazis designaron a cincuenta jovenes para ser llevados a las cámaras de gas. Al llegar, se les ordenó que entraran a los “baños”, lo cual era una estratagema muy usada para dar la ilusión de que solamente se iban a dar una ducha. Pero a esta altura los jóvenes ya sabían el destino que habían corrido millones de judíos que habían seguido esa misma ruta. Los jóvenes no quisieron morir en forma rutinaria sino que eligieron morir en forma desafiante, declarando su fe.
Uno de los jóvenes tomó la iniciativa y condujo al resto: “Hoy es Simjat Torá, que es un día en el que los judíos festejan, habiendo concluido la lectura de la Torá y comenzado el nuevo ciclo de la lectura de la Torá. Siendo los hijos de Dios, hemos tratado de cumplir con la Torá mientras tuvimos la oportunidad de hacerlo. Ahora también celebramos la “conclusión”, seguida inmediatamente por el comienzo. Mientras que la “conclusión” marcará el final de nuestras vidas en este mundo lleno de pecado, nuestro nuevo comienzo tendrá lugar en el Cielo…
Dado que no tenemos ninguna posesión, ni siquiera ropa que nos cubra el cuerpo, y ciertamente no el acostumbrado rollo de Torá con el cual bailar, bailemos entonces con Dios, Quien está aquí junto a nosotros, tal como dice el versículo: “Yo (Dios) estoy con él en su momento de aflicción”. Por eso bailemos junto a Dios antes de devolverle nuestras almas”.
Así fue como los jóvenes se pusieron a bailar con entusiasmo, entonando la famosa melodía de los rezos matutinos: “Qué afortunados que somos, qué maravillosa es nuestra porción; qué agradable es nuestra parte y qué hermoso es nuestro legado”. Y luego continuaron con: “Limpia nuestros corazones para que podamos servirte con verdad”.
Las voces de esos extraordinarios jóvenes, que estaban listos para irse de este mundo en un estado de alegría y que lo único que les interesaba en sus últimos momentos era la pureza de sus corazones, debe haber partido los cielos, evocando una abundancia de benevolencia Divina.
Los guardias Nazis que estaban apostado afuera se pusieron furiosos al oír los cantos y los bailes dentro de la cámara de gas. El comandante en jefe se puso blanco de la rabia cuando uno de los jóvenes le explicó el motivo de su alegría. El joven le dijo sardónicamente que la mera expectativa de irse de este mundo en el que reinan las bestias Nazis ya era suficiente causa de festejo. Además, dijo el joven, se sentían emocionados por el hecho de que muy pronto se unirían con sus padres, brutalmente asesinados.
“Yo les voy a enseñar una lección”, rugió el Nazi. “Ustedes pensaban que las cámaras de gas eran su última estación. Pero van a ver que no es así. Yo los voy a torturar con un sufrimiento indescriptible. Les voy a rebanar la carne hasta que se les salga el alma”.
Los jóvenes no hicieron caso de las amenazas y continuaron cantando y bailando con renovado fervor. La reacción fue veloz e inmediata. Todos los jóvenes fueron sacados de la cámara de gas y fueron transferidos a un bloque especial para que al día siguiente comenzara el régimen de torturas.
A esta altura de los acontecimientos, sucedió un milagro, que solamente puede ser atribuido al poder espiritual de la alegría. A la mañana siguiente, un comandante Nazi de muy alto rango llegó a Auschwitz y justamente pasó por ese cuartel. Había llegado a campo a seleccionar varios hombres jóvenes en perfecto estado físico para enviarlos a un campo de trabajos forzados donde falta mano de obra. Al mirar dentro del cuartel, vio a los energéticos jóvenes llenos de vitalidad y se dio cuenta de que eran perfectos para sus planes. El comandante local no se atrevió a mencionar las circunstancias por las cuales los jóvenes se encontraban en el cuartel, por temor a ser degradado o sometido a juicio por negligencia.
Observadores entendidos han confirmado que cada uno de esos cincuenta jóvenes sobrevivieron la guera y todos formaron familias ejemplares, una verdadera fuente de orgullo para el pueblo judío. Como dice la canción: “No hay ninguna alegría que se iguale a la de la Torá y ninguna nación la busca como el pueblo judío”.
Fuente: Breslev en Español