Los analistas de la región han notado desde hace tiempo que de las tres potencias regionales del Oriente Medio, Turquía, Irán e Israel, ninguna es árabe.
Por Pablo Sklarevich / Aurora
Mientras que Irán busca expandir su influencia hacia Mar Mediterráneo a través de un corredor terrestre que atraviese Irak, Siria y el Líbano, con la asistencia de sus representantes (poxies) chiís, principalmente el grupo libanés Hezbollah; amenaza desde el sur a Arabia Saudita mediante sus aliados, los rebeldes chiís hutíes.
Entre tanto, la intervención de Turquía en Libia, en el norte de Siria e Irak, en el cuerno de África (especialmente en Sudán y Somalia) y su acercamiento a Qatar en el marco de la disputa de éste último frente a Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos y Egipto ha despertado no pocas suspicacias entre los estados árabes.
Bajo el telón de fondo de las intenciones de Estados Unidos de retirarse de la región y las revueltas desatadas por la Primavera Árabe, el conflicto israelí-palestino parece haber quedado en un lejano segundo plano.
Una expresión de ello ha sido en cierta forma la decisión de los nuevos líderes de Sudán, país tradicionalmente hostil al Estado judío, de establecer relaciones con Israel como una vía rápida para restaurar los lazos con Estados Unidos y Occidente, en vistas recomponer su economía.
Pero también, tal vez se reflejó semanas atrás, en la incapacidad, según los reportes, del alto representante de la Unión Europea, Josep Borrell, para convencer los 27 ministros exteriores comunitarios de que emitieran una resolución conjunta criticando el plan de paz de Trump y una advertencia contra las intenciones declaradas de los líderes israelíes de anexar partes significativas de Cisjordania (Judea y Samaria).
Al menos seis estados miembros de la UE, entre ellos Italia, Hungría, la República Checa, Austria, se opusieron al borrador y liquidaron el intento (en tanto que las declaraciones de política exterior de la UE deben contar con el acuerdo de todos sus miembros).
Por lo que Borrell terminó emitiendo un comunicado en nombre propio rechazando el plan de paz y argumentando que la anexión israelí violaría la ley internacional.
Más aún, la supuesta decisión de los palestinos de postergar un pedido de votación en el Consejo de Seguridad de una moción contra el plan de paz de Trump, ante el temor de no conseguir el apoyo de al menos nueve de los quince miembros del organismo, sugiere que la diplomacia de Ramallah no está pasando por un buen momento.