A veces menospreciamos nuestro potencial espiritual y el valor de nuestros actos. Uno puede pensar: “¿Quién soy yo para causarle placer al Creador?”…
No despreciar el potencial del hombre
En la Torá en general y en la Torá Escrita en particular, cada palabra y cada letra están sopesadas y medidas, y no hay ni un solo carácter de más. Se aprenden gran cantidad de Halajot (leyes judías) a partir solamente de letras.
Sin embargo, en las Parshiot de Vaiakhel-Pekudei encontramos textos enteros que parecen estar de más: En estas secciones la Torá nos repite los detalles de la construcción del Mishkán, el Santuario, luego de haber sido ya enumerados todos ellos en las Parshiot anteriores de Terumá y Tetzavé.
Si la intención de la Torá era contar que el trabajo se hizo exactamente de acuerdo con la orden de Di-s, alcanzaba con sólo decir que los judíos erigieron el Mishkán de acuerdo con la indicación Divina.
Parecido exterior solamente
Lo mismo sucede en la Parshá Nasó, cuando la Torá nos relata la inauguración del Santuario. Los doce jefes de las tribus trajeron todos ofrendas idénticas. ¡Sin embargo la Torá las describe doce veces consecutivas con los mismos detalles!
La respuesta a esto es que las ofrendas eran iguales sólo exteriormente. En lo que hacía a su contenido y las intenciones de los ofrendantes, cada una era única y tenía sentido propio. Por eso la Torá no podía escribir que trajeron todos la misma ofrenda, ya que íntimamente eran diferentes.
Dos Santuarios
De la misma forma podemos explicar la repetición de los detalles de la construcción del Mishkán en esta Parashá:
El Santuario que HaShem ordenó erigir es totalmente distinto al que los judíos erigieron en la práctica. Sólo en su descripción parecía ser el mismo, pero intrínsecamente su esencia era distinta.
La Torá narra: “Éste es el recuento del Mishkán, el Mishkán del Testimonio”. Nombra el término “Mishkán” dos veces. Esto sugiere la existencia de dos Santuarios- uno espiritual y otro material.
El primero de ellos era el Santuario espiritual que HaShem le mostró a Moshé en el Monte Sinaí. Y aunque ciertamente se habla allí de oro, plata y madera, según la forma en que Di-s se lo ordena a Moshé, y cómo Moshé escucha lo ordenado, y ve cómo son las cosas, lo primordial allí era lo espiritual.
En cambio, en las Parshiot Vaiakhel – Pekudei se habla de un Santuario físico propiamente dicho, el que construyeron los judíos en la práctica, en este mundo terrenal, con los elementos concretos que donó el Pueblo de Israel.
¡El objetivo es aquí!
A pesar de que el Mishkán que le mostró Di-s a Moshé en el Monte Sinaí era sin dudas superior al realizado por los iehudim en el mundo material, la Presencia Divina se hallaba fundamentalmente en el segundo. Como dice la Torá: “Y concluyó Moshé la labor” e inmediatamente después, “Y cubrió la Nube el Ohel Moed, y la Gloria de HaShem llenó el Mishkán”- A través del Santuario material específicamente, se cumplió la Voluntad de Di-s. De aquí podemos tomar una enseñanza significativa.
A veces menospreciamos nuestro potencial espiritual y el valor de nuestros actos. Uno puede pensar: “¿Quién soy yo para causarle placer a HaShem?”. Nos enseña entonces la Torá que ocurre exactamente lo contrario: justamente porque nos encontramos en este mundo terrenal, tan bajo y con tantas limitaciones, es en estas condiciones que Di-s desea que cumplamos Sus Preceptos. A través de ello somos nosotros, con nuestros actos, los que concretamos el objetivo y deseo Divino de: “hacer para Él una morada en el mundo inferior”.
– Fuente: Likutei Sijot, tomo 1 Pág. 195, de jabad.org.ar –
(Gentileza de www.Torá.org.ar)
Fuente: Breslev en español