Por: Rab Yosef Bitton
En Hiljot De’ot (las leyes del buen comportamiento), Capítulo 1 , Maimónides describe su famosa teoría del «camino del medio». Según Maimónides, todos poseemos hábitos de comportamiento, innatos o adquiridos, que a veces tienden a ser extremos. Y entonces, Maimónides explica, nuestro desafío es encaminarnos hacia un punto medio, equidistante de los extremos, un lugar de equilibrio (derej haemtsai). En el capítulo 2 se describen dos excepciones a esta regla. Dos hábitos en los que uno no debe aspirar a estar en el centro, sino justamente practicar el extremismo. Uno de ellos es la ira o el enojo. Basándose en lo que los Rabinos de la Mishná enseñaron en Pirqe Abot, Maimónides explica que la ira es «excepcionalmente mala» y por lo tanto «es correcto y apropiado un alejamiento total de la ira ,adoptando el extremo opuesto.» Maimónides afirma que nunca podemos enojarnos, al punto de perder los estribos. Debemos estar siempre en pleno control de nuestro enojo y nunca reaccionar de una manera agresiva, desenfrenada.
Maimónides reconoce que a veces es necesario «fingir» enojo. En sus propias palabras: «Si una persona siente que para inspirar respeto en sus hijos…[o alumnos]…. o en [los miembros de su] comunidad, si es un líder comunitario… debe expresar sus palabras con enojo, para motivarlos a volver a la senda correcta…. [lo podrá hacer]; pero, internamente, siempre debe mantener la calma. En ciertas circunstancias, uno puede actuar como si estuviera enojado, pero sin estar realmente furioso».
Hay circunstancias que requieren, por ejemplo, que levantemos nuestra voz para expresar nuestra oposición a algo incorrecto, regañar a nustros hijos o alumnos, evitar una mala acción, etc. Según Maimónides, podríamos entonces comunicar nuestro malestar con la firmeza y la pasión que sean necesarias. Con una condición: en el interior, debemos permanecer en calma. Jamas podemos dar rienda suelta a la ira.
Estas palabras de Maimónides me recuerdan lo que leí sobre el Tsunami del 2004 en el Océano Índico, que destruyó cientos de ciudades y mató a más de 230.000 personas. El articulo hablaba de un grupo de buceadores que estaba en el fondo del mar cuando se desencadenó el feroz Tsunami. A pesar de la gran fuerza y la furia que tenía lugar en la superficie del mar, en el fondo del océano, no se sintió casi nada. Las personas que estaban buceando allí no se dieron cuenta de que les pasó un tsunami por encima de sus cabezas. Porque bajo la superficie, el mar está siempre en calma.
La ira, de ser necesaria, debe ser solamente superficial. «Controlada». En este sentido tenemos que ubicarnos en el extremo. No podemos adoptar un «camino intermedio» entre la ira y la calma que implique perder la cabeza la mitad del tiempo. Dentro de nosotros mismos, debemos mantener nuestra calma y estar en control «siempre». Sin excepciones.
Maimónides concluye: «Por lo tanto, los rabinos nos han indicado distanciarnos de la ira [al extremo], y acostumbrarnos a no reaccionar [impulsivamente], incluso ante circunstancias que deberían provocar nuestra ira. Este es el camino correcto [en cuanto al manejo de la ira]».