Por: Rabino Yosef Bitton
EL PADRE DEL TALMUD
La Mishná, la Toseftá, la Sifrá y el Sifré, los textos seminales de la literatura rabínica, tienen su origen directa o indirectamente en la obra de un solo hombre: Ribbí Akiva (en hebreo correcto se dice: Aquibá), considerado el padre de la literatura talmúdica. Nació alrededor del año 50 de la era común.
En su juventud, trabajó como pastor del hombre más rico de Jerusalén: Kalba Sabua, un judío muy generoso que se destacó por su solidaridad con los pobres y por abastecer de alimentos a toda la ciudad cuando Jerusalem fue sitiada por los romanos en el año 68. No se sabe mucho sobre la infancia de Aquiba. Sabemos que a la edad de cuarenta años, Aquiba era un simple trabajador y ni siquiera sabía leer. Además, no simpatizaba mucho con la religión. De hecho, tenía una actitud hostil hacia los Sabios.
¿Cómo sucedió entonces que un hombre analfabeto que no sentía simpatía por los estudios de Torá se convirtió en el rabino más influyente de todos los tiempos?
EL DESCUBRIMIENTO DEL SIGLO
Kalba Sabua tenía una hija: su nombre era Rajel. Era la joven soltera más solicitada de Jerusalem, y podía haber elegido casarse con el candidato de su elección: el hombre de mayor sabiduría, o que proviniera de la familia más prestigiosa. Nadie le hubiera dicho “no” a la hija de Kalba Sabua. Pero sucedió algo extraordinario.
La Guemará nos cuenta que Rajel —quien poseía una destacada percepción femenina— observó algo especial en Aquiba. Los Sabios describieron lo que vio con dos pequeñas palabras que no siempre van juntas: צנוע וּמעלי. La primera palabra tsanua significa “discreto”, pero también significa: “tímido” o en este contexto: “oculto”. La segunda palabra ma’ale significa «talentoso», «por encima de lo común», o en este contexto: «superdotado». De alguna manera, la joven Rajel descubrió que este pastor poseía una capacidad intelectual fuera de lo común, y también se dio cuenta de que ese talento estaba “escondido”: Aquiba usaba sus dones para cuidar el ganado o para administrar la hacienda de su padre. Eso no pareció molestar a nadie más. Pero Rajel pensó que la genialidad de Aquiba estaba desperdiciada. ¡Y visualizó que si se dedicara a estudiar, podría convertirse en uno de los más grandes Sabios de su generación!
Eran tiempos caóticos. El estudio de la Torá, y especialmente la transmisión de la Tradición Oral, estaba en peligro. Los romanos que habían destruido el Bet haMiqdash, perseguían a los Sabios y tenían como objetivo destruir el judaísmo. El pueblo judío necesitaba genios que pudieran recuperar nuestras Tradiciones, organizarlas y rescatarlas del olvido. Rajel pensó que Aqiba podría ser uno de esos eruditos talentosos si desarrollaba su potencial y dedicaba su vida al estudio. ¡Y no se equivocó!
UNA OFERTA QUE NO SE PUEDE RECHAZAR
La joven Rajel entonces tomó una decisión que no solo redefiniría su vida personal sino que impactaría el destino del pueblo judío hasta el día de hoy. En un acto absolutamente trascendental, sumamente inusual y arriesgado, le ofreció a Aqiba casarse con ella. Le dijo: “Si me caso contigo, ¿me prometes que te dedicarás de lleno a estudiar Tora?”. No estoy seguro que Ribbí Aquiba tenía la misma confianza que Rajel tenia en él, y la convicción que podría convertirse en un gran erudito. Pero tal vez pensó que la condición que le impuso Rachel “dedícate a estudiar Tora” era razonable, ya que no expresaba ninguna otra expectativa. Y así fue que le dijo: “Sí, quiero”. Tal vez pensando que en términos de sustento, su futuro suegro seguramente los ayudaría. Pero nada estaba más lejos de eso.
Kalba Sabua estaba furioso con su hija. Ella podría haberse casado con el mejor candidato… ¿por qué casarse con un pastor que no sabia leer y que ni siquiera proviene de una buena familia (de hecho, los Sabios dicen que los antepasados de Ribbí Aquibá eran conversos!). Kalba Sabua estaba tan enojado que expulsó a su hija y a su esposo de su hacienda, y no les dio ni un centavo.
LA PAJA Y EL ORO
Ahora, Aquiba estaba casado con la mejor mujer pero no tenía ni casa, ni dinero, ni trabajo. Durante los primeros meses, Aquiba y Rajel dormían en los campos. Y en invierno recogían paja del bosque para protegerse del frío. Y aunque ella nunca se quejó, Aquiba estaba muy triste de ver a su esposa viviendo en la indigencia.
La Guemará dice que todas las mañanas, al despertar, Ribbí Aquiba arreglaba el cabello de su esposa, le quitaba las pajillas que habían quedado en su cabeza, y le decía: “Si alguna vez tengo la oportunidad, en lugar de estas pajitas, te regalaré una “Jerusalén de Oro” para adornar tu cabello”. Esto merece una aclaración. Las mujeres judías utilizaban una gran variedad de joyas para embellecerse: aretes, pulseras, collares, etc. Pero había una joya muy especial que era la más elaborada, la más exótica y la más cara. Se llamaba “‘ir shel zahab” o “Yerushalayim Shel Zahab” (Jerusalem de oro).
Esta lujosa pieza era una corona, hecha con la forma de la Jerusalem original que tenía en el centro al Bet HaMiqdash, como se puede ver en esta reconstrucción. Esta tiara hecha de oro, era usada por las mujeres que pertenecían a las familias más pudientes. No creo que Rajel, ni el mismo Ribbí Aqiba, se imaginaron que algún día ese deseo se haría realidad…
Continuará…