“Dov, tienes que ver esto. Acaba de llegar Jane. Guau… hoy se vino vestida que da un infarto! Yo sé que tú exiges ropa profesional para la oficina, pero tienes que verla…”.
“Hoy tengo una reunión con ella más tarde. Ya sé que ella es muy ducha en cuestiones de presentación, pero siempre lo mantiene dentro del margen profesional”.
No así esta vez. Al comenzar la reunión, me di cuenta de lo franco que puede ser uno estando vestido de pies a cabeza.
“Dov, ¿cómo estás, dulzura?”, me saludo Jane sonriéndome con mucha calidez.
“Muy bien, Jane. Tú pediste esta reunión. ¿En qué te puedo ayudar?”.
Ella acercó su silla muy cerca de mí.
“Oí decir que hay un puesto vacante en contaduría. Tú sabes lo mucho que me esfuerzo en el trabajo. Yo quiero que me den esa promoción”.
“Es verdad que te esfuerzas y sí, cuando me pregunten quién me parece mejor para el puesto, voy a hablar bien de ti”.
Ella se acerca aún más a mí, hasta tal punto que lo único que huelo es su perfume”.
Entonces me pone la mano en el hombro.
“Yo sabía que podía contar contigo, Dov. Yo sé que si necesito algo, vas a estar a mi lado”.
Y se acerca aún más.
“Jane”.
“Sí, cariño…”.
“Quítame las manos de encima. Si alguna vez me llegas a tocar, voy a presentar una queja en el departamento de recursos humanos por mala conducta que va a quedar registrada en tu historial y que va a aparecer en cada promoción que te ofrezcan”.
Ella se mueve bruscamente hacia atrás, y me quita las manos de encima.
“Ahora vuelve a tu trabajo mientras todavía tengas un trabajo al que volver”.
Ella sale de mi oficina.
Incluso si yo no fuera shomer brit, tratando de observar mi santo pacto lo mejor que puedo, no habría sucedido nada. Jane está al tanto de algo que es un hecho en el mundo actual: la seducción vende. La seducción no es el acto en sí mismo, sino la mera sugerencia de que es posible. Es juguetear con la posibilidad de que eso suceda.
Los hombres seducen con su encanto. Las mujeres seducen con su atractivo físico. Los dos seducen con su dinero, su poder y su influencia.
La mejor empresa, organización social, sinagoga, escuela, oficina gubernamental, o cualquier grupo de personas que trabajan en conjunto con un objetivo en común necesitan a la gente indicada en los lugares indicados para funcionar de la mejor manera posible.
Sin embargo, la política siempre se entromete. La política es poder, y el poder es la ilusión de control. Igual que la seducción. Así es como la gente equivocada manipula la situación para alcanzar puestos de responsabilidad que no se ganaron de buena fe o que no están calificados para asumir. Y entonces todos los que dependen de esa institución quedan defraudados. La política y la seducción son dos cosas que van de la mano: personas que sube de rango basándose no lo que hicieron, o son capaces de hacer, sino en lo que tratan de engatusarnos de que saben hacer.
Ahí es donde Hashem entra en escena para dirigirnos en la dirección debida. Cuando adoptamos la mitzvá de la santidad personal, no dejamos que nadie nos seduzca con la forma más poderosa de manipulación que existe. Nuestras decisiones se basan en lo que es mejor para nosotros. Y todos se benefician.
En el momento en que uno opta por el camino de la santidad personal, empieza a entrenarse de inmediato. Más de mil veces por día uno se condiciona a sí mismo a resistir las poderosas tentaciones del mundo que lo rodea. Lento pero seguro uno va entrenándose a mantener el foco en las cosas más importantes incluso frente al dinero, el poder, la influencia y el libertinaje.
El precepto de cuidar el pacto hace que uno se vuelva prácticamente inmune a todo aquel que trate de apartarte de las cosas que más anhelas en la vida.
Por: Dovber Halevi, recogido en la página de Breslev en español