Breslev

Cuando nuestro bebé se pone a llorar, ¿no es cierto que dejamos todo y vamos corriendo a atenderlo? ¿No es cierto que se nos derrite el corazón…?

¡Cinco varones, Baruj Hashem!¿Cómo me sucedió algo así?

Lo que sí sé es que mi casa se transformó en una selva. Mis dos hijos mayores últimamente empezaron a aprovecharse del asco que me dan los bichos y les dio por ponerme un bicho de juguete en el hombro o en la cabeza y después gritar histéricos: “¡¡¡Mamaaaaaa!!! ¡¡¿Qué es eso que tienes en la cabezaaaaa?!!”. Lo que más les gusta es arrojarme un bicho al rostro mientras tengo al bebé en los brazos. Tengo que juntar mucha fuerza de voluntad para contenerme para no dejar al bebé y salir corriendo mientras grito como loca.

En cierta forma mi vida se ha transformado en una colección de bichos de plástico y medias sucias.

Pero un momento… no era eso de lo que les quería escribir. ¿Cómo llegué a esto?

Ok, entonces hablemos del quinto varón. Es un bebé delicioso, come 35 veces al día y solamente quiere que lo tengan en brazos. ¡Pero es delicioso! ¿Cómo voy a decirle que no?

A los dos meses de edad, mi angelito está empezando a hacer toda clase de ruiditos preciosos, como por ejemplo un “uuu” . Y entonces lo tomo en los brazos y le empiezo a dar besos, y en especial en la cara regordita que tiene, que es como un Paraíso para mí…. A veces tengo que cuidarme de no morderlo de tan rico que es! Pero entonces me pongo a pensar que hay muchas similaridades entre la relación que tiene el bebé con sus padres y la relación que tenemos las personas con Dios.

Primero que nada, todo padre o madre sabe que no hay amor más grande que el que uno siente por su hijo, excepto, por supuesto, si no dormiste ya varias noches y tu bebé sufre de cólico. Pero pongamos el foco en el amor. ¿Por qué amamos a los bebés? Simplemente porque son nuestros bebés. No necesitamos más motivos que ese. Ellos no hacen nada por nosotros – no nos hablan, no nos dan las gracias por todo nuestro sacrificio, no nos ofrecen una promoción ni nos llevan de vacaciones a Rio de Janeiro. Solamente se sientan en sus hamacas y miran alrededor.

Pero para nosotros son las cositas más dulces, más preciosas y más especiales en todo el mundo. Incluso cuando tenemos que cambiarles el pañal que se ensució los amamos como locas. No importa lo que hagan, nuestro amor no disminuye.

¿Acaso esto no es como el amor que HaShem siente por nosotros? ¿Saben algo? Yo nunca había oído este concepto de que HaShem nos ama, hasta que conocí a Rabí Najman. Yo no crecí en una familia religiosa, si bien teníamos un fuerte de sentido de nuestra condición de judíos. Todos los viernes a la noche comíamos sopa de pollo con kneidalaj para mantener bien arraigado nuestro judaísmo.

No obstante, el hecho de saber que Dios me amaba no cambió de un día para el otro la forma en que yo percibía la vida. Más bien se trató de una gradual y progresiva comprensión que continúa expandiéndose con mi conciencia espiritual (de esperar) cada vez más grande. Pero con este bebé, ahora veo claramente que hay muchos paralelos entre el amor por los bebés y el amor de Dios.

No importa lo que hagamos, Dios nos ama. No importa cuánto pequemos, Dios nos ama. Si solamente nos sentamos en el sofá, a comer pizza y mirar TV, HaShem nos ama. No hay nada, NADA que hagamos que pueda afectar el amor que HaShem siente por nosotros. Nosotros somos Sus bebés, Sus más preciadas criaturas y por eso Él nos va a amar por siempre.

He aquí otra cosa más de la que me di cuenta en ese sentido- y es que mi bebé no tiene idea de quién soy. Él probablemente piensa que son una señora simpática que le da de comer y lo sostiene en brazos cuando él tiene ganas. No entiende que él es parte de mí, literalmente, carne de mi propia carne. Él no recuerda que pasó nueve meses creciendo dentro de mi cuerpo. No se acuerda de su lento y doloroso nacimiento.
Además, mi hijo no tiene idea de lo mucho que lo amo. No idea de que él, junto con sus hermanos, es el amor de mi vida, que lo es todo en mi vida. Él no logra comprender cuánto me preocupo por él y que quiero únicamente lo que es mejor para él.

¿Y qué me dicen de la hora del baño? Él es el primero que absolutamente ODIA que lo bañen. Apenas los piececitos tocan el agua, se pone a gritar. ¿Acaso eso significa que yo lo esté castigando? ¡Dios no lo permita! Él no entiende por qué está sufriendo. No se da cuenta de que lo estoy bañando para que esté limpio y sano. Lo único que sabe por ahora es cuánto está sufriendo.

Cuando nuestro bebé llora, ¿no es cierto que dejamos todo para ir a atenderlo? ¿No es verdad que se nos derrite el corazón? En ese momento, no hay nada más importante en todo el mundo que hacer que nuestros bebés sean felices de nuevo. Pero ¿acaso se dan cuenta de lo que nos pasa por el corazón y por la mente cuando lloran? ¿Pueden ver y comprender algo más allá de su percepción extremadamente limitada?

Díganme algo: esto no les suena exactamente igual a la relación que tenemos con el Creador?

El amor que Él siente por nosotros está infinitamente más allá de nuestra concepción. Estamos tan pero tan lejos de entender y sentir un amor perfecto, completo e incondicional… ¿cómo podemos esperar entender el amor que Él siente por nosotros?

¿Y qué me dicen del conocimiento que nosotros mismos tenemos de Dios? ¿Acaso tenemos siquiera una noción infinitesimal de Quién es nuestro Padre? Incluso nuestros antepasados y nuestros Sabios tuvieron una comprensión limitada de Dios. Resulta sencillamente imposible en nuestra realidad física que uno conozca complemente a Alguien que está más allá del mundo físico.

¿Acaso sabemos de dónde venimos? Es tanta la gente que ni siquiera cree en el Creador, y mucho menos un mundo más allá de este en el que vivimos. ¿Acaso recordamos la época en que vivíamos en el seno Celestial, preparándonos para el viaje a la Tierra? ¿Acaso recordamos nuestro propio nacimiento? ¿Recordamos nuestras muertes anteriores?

Y ahora el aspecto más difícil: digamos que realmente creemos en que Dios es nuestro Padre y que nosotros vinimos de un mundo superior. Cuando pasamos por situaciones difíciles, dolorosas, imposibles – ¿verdaderamente creemos que nuestro Padre nos ama? ¿O tal vez pensamos que Él nos está castigando? ¿En el fondo sentimos que esos desafíos son para nuestro bien? ¿De veras apreciamos que nuestro Padre solamente nos está limpiando el alma de toda la suciedad que tiene acumulado?

La limpieza duele. A veces duele tanto que también lloramos como un bebé. Pero no logramos ver a nuestro Padre, cómo Él nos levanta en Sus brazos y nos abraza. No podemos ver cómo Él hace todo lo que puede por ayudarnos a sobrevivir los momentos difíciles. ¡Lo único que sabemos es que duele! Y por eso lloramos.

Pensándolo bien, me parece que nosotros somos verdaderamente bebés.

¿Estamos acaso destinados a quedarnos atascados en una modalidad “baby” por siempre? ¡Por supuesto que no!

¡Tenemos emuná! La emuná es la clave para ayudarnos a saber que más allá de este mundo que parece ser tan cruel y tan injusto, existe una realidad que es perfecta. Existe un Creador que nos ama y que se asegura de que no nos alejemos demasiado de Él. Nuestro Padre quiere que estemos cerca de Él! La emuná nos dice que, cuando sufrimos, eso no significa que nuestro Padre nos esté castigando, solamente está limpiando el lío que hicimos!

¿Acaso podemos expandir nuestra conciencia de Dios más allá de nuestras corrientes limitaciones? Probablemente no. A menos que nos volvamos grandes tzadikim como el Rabino Arush. Pero ¿saben qué? En realidad no tenemos necesidad de preocuparnos por eso. Lo único que tenemos que hacer es construir nuestra emuná en aquellas áreas de la vida en las que necesitamos ayuda y en los momentos que sentimos dolor.

Fuente: Breslev en español