Por: Tali Mandel
¿Conocen ese chiste que dice “Mi casa está tan sucia que no soporto verla así. Ahora mismo me levanto y apago la luz”? Si he de ser sincera, a mí me pasa con frecuencia. No tanto con la limpieza porque mi manía de tener todo ordenado me lo impide, pero con otras muchas cosas pendientes… ¡Es una historia sin fin!
Piensen en esta situación tan común: documentos por ordenar en casa que se apilan durante lo que parecen décadas (según el tamaño de la montaña), ropa que necesita algún arreglo y se va acumulando en la cesta de costura o trajes que llevar a la tintorería. Pero nunca es el momento apropiado. Ssiempre hay alguna tarea más importante en la lista de prioridades. Y ahí se quedan, acumulando polvo. Movemos el montón de un sitio a otro y siempre pensamos que hay que hacer un hueco en la apretada agenda que tenemos para ocuparnos de esos quehaceres, pero el momento nunca llega.
De nuevo les digo, en este arranque de sinceridad, que cuando tengo un momento libre en el que podría hacerlo, prefiero mirar hacia otro lado y hacer algo que me parece más “relajante”. Entonces, enciendo internet y todo es suuuuuuper interesante, incluso la cría de la grulla en cautividad me parece de lo más. De repente, esa aplicación de compras online tiene un montón de ofertas que no pueden esperar ni un segundo más, ¿cómo he podido ignorarlo hasta ahora? También puede suceder que sienta la imperiosa necesidad de hablar por WhatsApp con alguien a quien no veo hace años. Todo con tal de no ponerme a hacer lo que realmente tengo pendiente.
De más está decir que cuando se trata de cosas realmente importantes y urgentes, también me puede suceder algo así, como cuando iba a la universidad y a dos días del examen me era completamente imposible sentarme a estudiar porque necesitaba ordenar el armario. Era algo que no podía controlar, hasta que el tiempo se me echaba encima y obviamente dejaba de lado esas tareas tan “urgentes”, que justo después del examen cuando estaba de vuelta en casa continuaba ignorando hasta la próxima entrega de un trabajo importante.
En fin, cada uno tiene su yetzer hará particular pero creo que estas pequeñas cosas nos pueden suceder a todos. Cuando se trata del estudio de Torá, por supuesto, también sentimos que tenemos otras muchas cosas que hacer y que no pueden esperar más; pensamos que en cuanto terminemos todo lo pendiente y atrasado podremos ponernos a leer comentarios sobre la parashá semanal, etc. Especialmente en Shabat, podemos llegar a ver con vista de águila cualquier mota de polvo que se encuentre en el lugar más recóndito de la casa. O de repente ese calefactor que lleva en un rincón desde el invierno pasado (o el ventilador desde el verano) nos molesta mucho y pensamos que no podremos ni siquiera disfrutar del Shabat hasta que no lo pongamos en su sitio. Pero esto son solamente distracciones para que no nos enfoquemos en lo que realmente tenemos que hacer: disfrutar del Shabat, dedicar tiempo al estudio de Torá, mantener la casa ordenada y limpia, llevar las tareas al día. Siempre habrá muchas distracciones con las que el yetzer hará juega continuamente para alejarnos de lo que realmente necesita dedicación y tiempo en nuestras vidas.
Por mucho que intentemos zafarnos de su influencia, la mala inclinación va a estar ahí a lo largo de nuestra vida para tentarnos a invertir nuestro tiempo y esfuerzo en cosas vanas. De nosotros depende ignorarle y centrarnos en lo que realmente merece la pena. No hay que olvidar que el “yetzer” es más listo que todos nosotros y no se le puede engañar, que por muy cansados que estemos, él no se cansa nunca y que persiste continuamente en alejarnos de nuestro objetivo en esta vida. No nos dejemos engatusar por él, porque tenemos la fuerza necesaria que nos ha dado HaKadosh Baruj Hu para enfrentarnos a él y sobreponernos a la tentación de perder el tiempo tontamente. Está en nuestras manos hacer que nuestro tiempo valga la pena.
Si quieres compartir tu historia o enviar tus preguntas, puedes escribir a tali.mandel.18@gmail.com
Fuente: Breslev en Español