La moda de hoy en día, en especial para la temporada de primavera verano, se parece más a un desfile de retales con los que apenas se cubre una pequeña proporción del cuerpo que a una propuesta para vestirnos adecuadamente.

Con la excusa de que hay que “lucir palmito” la industria de la moda exige a todas las mujeres (y también a los hombres) tener un cuerpo escuálido en el que el trozo de tela que venden a precios desorbitados quede bonito. Tarea harto difícil debido a la complejidad de lucir guapa llevando tan solo un pequeño trozo de tela como camiseta y un short que apenas es más ancho que la ropa interior. El beneficio económico es enorme se mire por donde se mire: para estar “bien” de acuerdo a estos cánones de belleza hay que estar extremadamente delgada además de tener una piel perfecta y lucir un bronceado impecable. Por supuesto, el gasto que implica obtener los productos necesarios para ello es enorme.

Sobre estos detalles hablaremos en otro artículo más adelante. Aquí me quiero centrar en el poco o ningún respeto que le ofrecemos a nuestro cuerpo cuando decidimos seguir toda esta sarta de inoportunas necedades que nos llevan a pensar que mientras menos ropa llevemos encima, más guapas vamos a estar. Para las entusiastas de la moda, les diré que la misma Coco Chanel dijo que “la simplicidad es la clave de la verdadera elegancia”. Hoy en día el concepto de elegancia, del vestir bien, se está olvidando y malogrando. Solo hay que imaginar a la misma mujer vestida con esa ridícula ropa minúscula o con un vestido elegante que deje ver una parte mucho más reducida de su cuerpo. Con este breve ejemplo podemos entender la gran diferencia que hay. Nosotras, como hijas de un Rey que somos y nada más y nada menos que las hijas del Rey de Reyes, tenemos que tener en cuenta que debemos dar una imagen digna de nuestra procedencia.

Al principio me costaba un poco entender el concepto de que vestirse con recato es una de las mitzvot más importantes que la mujer judía debe cumplir. Pensaba que la ropa que una lleva no es crucial a la hora de comportarse con los demás. Pero desde que comencé a vestir de esta forma, a cubrir mis brazos hasta debajo de los codos y mis piernas hasta debajo de las rodillas, empecé a darme cuenta de que la gente me miraba de otra forma. Una persona puede prestar más atención a lo que otra está diciendo si no le distrae su indumentaria constantemente. De esta forma, la gente se interesa en lo que realmente es importante para nosotras: nuestro interior, nuestros pensamientos, nuestro punto de vista. Es muy complicado prestar atención a esto en el caso de que nuestro interlocutor esté apenas vestido, pero es mucho más sencillo si la persona con la que hablamos viste con recato. Depende de nosotras elegir en qué queremos que se fije la otra persona.

Ahora bien, este es un punto crucial sobre el que debemos reflexionar: ¿queremos que nos miren? Todas las mujeres tenemos ese resquicio de vanidad, queremos sentirnos admiradas por los demás. No hay nada de malo en querer sentirse guapa, incluso es una obligación para la mujer estar bella para su esposo. Y aquí está el punto candente de la cuestión: para su esposo, no para cualquiera que pasee por la calle. ¿O es que acaso querrías que el tesoro más preciado que tienes estuviera expuesto en cualquier sitio al alcance de la mano de cualquiera? Apuesto lo que sea a que no es así, pero entonces, ¿por qué exponemos nuestra intimidad, que es lo más sagrado que tenemos, a la vista de cualquiera que quiera admirarla?

Cierto es que cuando comencé a vestir con recato, el primer verano fue un poco raro pero también descubrí las ventajas de que el sol no me quemara constantemente y me di cuenta de que si estaba en un lugar con aire acondicionado alto, ya no pasaba frío. Además, me di cuenta de que no era la única que prefería taparse un poco más y me sentía realmente guapa con mi nueva indumentaria. Al principio solo usaba falda de vez en cuando hasta que me di cuenta de que si para lo que consideraba realmente importante en mi vida, que eran las clases de judaísmo y asistir a la sinagoga, me vestía de esa manera no tenía por qué cambiar mi ropa para el resto de mis actividades. Sentía que era una forma de hipocresía con la que no podía vivir. Era como tener una doble cara, así que comencé a usar falda todos los días. Me sentía mucho mejor conmigo misma y más cómoda que nunca.

Cuando una toma la decisión de respetarse a sí misma está dando un paso gigantesco en el trabajo personal interior que debemos hacer. Al enfocarnos en lo que realmente es importante en esta vida y dejar de lado las ambiciones superficiales, nos conectamos con nuestro lado espiritual y podemos avanzar en la corrección de nuestra alma. Gracias a Di-s, tenemos la libertad de elegir entre una vida vacía y esclava de la moda o una vida llena de sentido y libre de pasiones materiales. En nuestra mano está tomar la decisión adecuada y dejar de lado las excusas vanas.

Si quieres compartir tu historia o tus inquietudes escríbeme a la dirección de correo electrónico tali.mandel.18@gmail.com

Por: Tali Mandel, Breslev en español

Fuente: Breslev en Español

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