(David Michael Cohen/TPS)

Generalmente cuando uno piensa en rituales de purificación, de arreglo, y formas de espiritualidad que hablan del arrepentimiento (o teshuva en hebreo), uno tiende a pensar en la culpa.

Por: Aranza Gleason, Enlace Judío

Vivimos en sociedades tan cargadas de ese sentimiento que nos es difícil concebir la mejora sin él. Sin embargo, no necesariamente es así, a veces el arreglo más importante es el perdón que nos otorgamos y la culpa el principal obstáculo, pues es la culpa la que nos mantiene constantemente dentro de acciones nocivas. El rabino de la midrashá (casa de estudio) a la que asistí solía llamar a la culpa “la tentación más grande”.

Rab Sacks Z’’L distinguía entre las sociedades que no conocen el perdón y fomentan una cultura de la vergüenza y aquellas que aceptan el perdón, es decir aquellas donde la conciencia del individuo tiene un lugar central dentro de la moral. En la sociedad de la vergüenza no existe el perdón, tienen éxito sólo aquellas personas que han podido deshacerse de su propia conciencia, el cambio no es realmente posible una vez que la persona ha caído en desgracia y una vez que ha cometido la falta. El trasgresor es señalado, aislado y condenado por el resto de su vida. En la sociedad de la conciencia el individuo se guía por un proceso de crecimiento personal, el cambio siempre posible y la aceptación de la equivocación como una característica humana es la base. En estas sociedades todos pueden crecer, mientras que en las primeras el estado de las cosas se mantiene inamovible. Sobra decir que el judaísmo aspira a crear una sociedad fundamentada en la segunda, en el crecimiento y el encuentro constante del individuo con D-os.

Los “Días Temibles”
Nos encontramos en el mes de elul, el mes que más se habla del arreglo, la mejora, el crecimiento o la teshuva en el calendario judío. Las festividades de Rosh Hashaná y Yom Kippur se acercan y a éste tiempo se le considera un tiempo de preparación para esas grandes fiestas. A estos días se les llaman los Días Temibles pues se considera que D-os juzga al mundo en estas fechas y la gente trata de tener su mejor comportamiento durante ese tiempo. Uno trata de cambiar cualquier mal hábito que tenga, pide perdón por sus errores y trata de arreglar las relaciones interpersonales que lo rodean. La culpa, el miedo, la reverencia son tres de los sentimientos que más se fomentan en estas fechas. Y la gente tiembla en los rezos. Hacen un esfuerzo muy grande por cambiar.

Sin embargo, a veces se nos olvida que dichas emociones las buscamos para el objetivo del arreglo que queremos generar en nosotros o en el mundo y no porque sean valiosas en sí mismas. A veces se nos olvida que estas festividades precisamente son un “jag”, una “fiesta” y que se nos invita a celebrar en ellas. Muchas veces es tanta la obsesión por la perfección y tanta la culpa que sentimos que todo ese carácter de la fiesta se nos olvida y nos perdemos del sentido básico de lo que debemos hacer en ese día.

El verdadero significado de la palabra “teshuva”
La Torá habla de tres tipos de relaciones que cultivamos a lo largo de nuestra vida, sobra aclarar que las categorías no son excluyentes: la primera es con “el Lugar” (D-os), la segunda con el prójimo y finalmente con nosotros mismos. Todas las mitzvot (mandatos) se pueden dividir en esas tres categorías. Sin embargo, de todas, la más importante es la relación que cultivamos con nosotros mismos, pues dependiendo de cómo nos tratemos, trataremos a los demás; dependiendo de cómo nos veamos cuando nos asomamos a un espejo confiaremos en que podemos ser buenas personas y valoraremos el entorno que nos rodea.

La palabra “teshuva” (arreglo o arrepentimiento) quiere decir “regreso”. Lo primero que debemos hacer es vernos, apreciarnos como personas y en base a eso cuestionar el cambio que necesitamos hacer en nuestra vida y trabajar para lograrlo. Lo que debemos hacer en esos días es regresar a uno mismo, reconocernos en esa nueva luz que es la aceptación de nosotros y el perdón que D-os otorga a quienes trasgreden. Es acercarnos a la nueva cara que tenemos tras habernos purificado, tras haber curado nuestras relaciones, tras vernos nuevamente frente a un espejo.

El sentido de la culpa como sinceridad y el perdón como un acto de amor
La verdadera razón por la que uno siente culpa en esos días es porque es necesaria para purgarse. Nadie que hace el mal o que produce un daño tiene una imagen completa de sí mismo. Quienes padecen de narcisismo se presentan frente al mundo como personas seguras, que se aman y que proyectan una gran confianza. Sin embargo, cuando se evalúa la imagen real que tienen de sí mismos y lo que el inconsciente les dice, en todo momento es gente que realmente le da muy poco valor a su persona, que tiene una concepción muy lastimada de sí mismo y de el mundo. Los grandes asesinos están convencidos que el mundo es tan horrendo como ellos se ven a sí y buscan demostrarlo con cada paso que dan.

Lo que Rosh Hashaná y Kipur nos invitan a hacer es a reconocer la imagen distorsionada que tenemos de nosotros mismos y purgarla. En el proceso de teshuva, vemos a lo que hicimos mal para corregirlo y que el peso de haberlo hecho ya no nos persiga. La culpa es el primer indicio de que nos arrepentimos del acto, pero el verdadero arrepentimiento está en el arreglo que hacemos: en el corregir el acto; en el restablecer la relación con nosotros, con el prójimo o con D-os y finalmente en el perdón, es decir, en la aceptación de nuestra pureza tras haberlo corregido. En el realmente creer que ahora somos otro y que podemos confiar en el mundo que estamos construyendo. Al final el perdón es un acto de amor propio.

El autocuidado una forma de teshuvá sin culpa
No podemos dar ese paso de la aceptación o incluso el reconocimiento de nuestros errores si no estamos acostumbrados a tener una relación con nosotros mismos. Por ende, cuando elul se acerca, antes de arrojarnos a la culpa es importante que consideremos la imagen que tenemos de nosotros y las áreas donde hemos decidido abandonarnos. Un proceso de “teshuá” también puede ser decidir trabajar en la relación que tenemos con nosotros mismos, decidir darnos aquello que necesitamos para sentirnos amados, ya sean palabras de aprecio; experiencias significativas; atenciones a nuestro cuerpo o imagen; o tiempo para nosotros mismos. Es muy importante que podamos pararnos en esta fecha seguros de quienes somos, de todo lo que podemos dar y las formas en que podemos mejorar.

Además es sumamente importante en estas épocas balancear las reflexiones sobre nuestras transgresiones y errores con actos de amor y aprecio que nos damos para no caer en una depresión.

Algunos consejos para estas épocas
*) Balancear el sentimiento del miedo y los pensamientos de sinceridad con actos de aprecio hacia nuestra propia persona y pensamientos de compasión y aceptación hacia uno mismo

*) Considerar el crecimiento que hemos tenido en este año y ver las cosas positivas que hemos hecho, no sólo pensar en nuestras equivocaciones y las áreas donde debemos cambiar

*) Si notamos que hemos descuidado mucho la relación con nosotros mismos, ponerlo como prioridad para nuestro crecimiento personal. Tener objetivos claros como hacer un cuaderno de logros, determinar a pasar cierto tiempo con nuestras emociones y persona, o acciones de esta índole. Recordar todas las mitzvot (mandamientos) que se dirigen al cuidado propio y procurarnoslo.

Los límites a nuestra responsabilidad. ¿Cuándo no pedir perdón?
En estas épocas muchas veces estamos tan ocupados en buscar el perdón de aquellos a quienes hemos lastimado que se nos olvida que la misma halajá (ley judía) marca límites frente a las acciones que involucran pedir perdón o contactar a una persona en esta temporada. Es muy importante que así como a uno se le pide ser humilde, buscar perdón y hacer actos de reparación en ningún momento la halajá pide que el individuo sucumba a actos de humillación que le afecten su imagen personal, o que lo puedan incluso poner en una situación de riesgo. Es más dentro de la halajá misma la persona sólo está obligada a pedir perdón y buscar reparación únicamente tres veces. Si el daño realmente ha sido reparado uno no está obligado a ser presa del rencor del otro. Los siguientes son algunos de los casos en los que la halajá no nos pide buscar el perdón de la persona u otorgarselo, alguno de ellos incluso nos pide abstenernos de ello.

*) Relaciones abusivas u obsesivas
En esta fecha es muy tentador buscar a exparejas o amigos con los que generamos relaciones no ideales. Muchas veces usamos la festividad para buscar a gente que no nos hizo bien en un pasado. En este caso hay que recodar que el objetivo del perdón es la reparación y no en sí el acto. Si uno no tiene la suficiente fuerza emocional para hacer frente a dichas situaciones sin caer en una dinámica que le haga daño nuevamente es preferible que se abstenga de buscar a esas personas. Sería dañino para la persona e incluso contraproducente para su proceso de teshuva.

*) Darle tiempo al perdón
También en estas fechas es importante entender que uno no está obligado a perdonar antes de lo que esté preparado para hacerlo. Uno cura y puede perdonar sólo cuando logra ver el daño como un daño pasado, cuando la persona se ha fortalecido lo suficiente para no seguir presa de esos eventos y ha logrado hacer que no le sean dolorosos. Sin embargo, cuando la persona trata de obligarse a perdonar antes de tiempo el efecto puede ser cotraproducente y la puede obligar a abandonarse, a no reconocer sus emociones y finalmente a hacerse un daño. Por eso es importante no forzarse a perdonar antes de tiempo y más bien enfocarse en el dolor y el trabajo personal que paulatinamente lo acerquen al perdón.

*) Personas a las que tu exigencia de perdón lastimaría
En la halajá está terminantemente prohibido lastimar a alguien por purgar la culpa o el deseo de teshuvá que sientes individualmente. Hay información que no debe ser rebelada, no puedes causar un daño mayor a una persona simplemente por tu necesidad de pureza. Siempre que uno se acerca a alguien para pedir perdón u hablar determinada situación debe pensar en lo que sus palabras pueden ocasionar en la persona. Uno debe recordar que el objetivo del diálogo es la reconstrucción, el arreglo de la relación y la restauración a la víctima de nuestras acciones. Si lo que voy a decir o el perdón que voy a pedir va a lastimar más profundamente a esa persona uno no sólo no está obligado a hacerlo, sino tiene prohibido hacerlo. Frente al perdón siempre importa más la víctima que el que ocasiona el daño.