“Si vas a visitarla
no esperes una fiesta
así verás a esta
familia tan normal…”
¡Ahh… la familia, qué dicha, qué alegría! ¡Qué discusiones! ¿No es cierto que ustedes AMAN las discusiones? Cada vez que discutimos en mi casa, siempre llego a la misma conclusión: me mudo. Preferiblemente a otro país.
Pero cuando entro en razones, me doy cuenta de que la política familiar es solamente otra forma más que tiene Hashem de decirme cómo se siente ser Él. Y cuanto pienso lo mucho que Dios “sufre” a causa de Sus hijos y sus políticas, me pongo triste y me dan más ganas de esforzarme por bajar la tensión dentro de mi propia familia. Si yo me siento mal cuando mis hijos se pelean entre ellos, no me quiero imaginar lo que siente Dios cuando Sus hijos se pelean!
Tengo la bendición de tener una familia grande y hermosa que la mayor parte del tiempo se respetan y se llevan bien, pero a veces las cosas se complican y duelen. Cada persona tiene una mala inclinación, después de todo, y su propio paquete de desafíos psicológicos, así que, como cualquier otra familia, nosotros también tenemos que trabajar para mantener la situación lo más sana posible.
Esto puede llegar a ser bastante difícil. Lo primero que hace falta es tener conciencia de uno mismo y establecer límites claros. Cada uno tiene su propia manera de hacer las cosas y a menos que te pidan tu opinión, lo mejor es que no la des.
Pero, por otro lado, qué hacemos cuando vemos que alguien a quien amamos está yendo en mala dirección?
Como madre, les puedo asegurar que esto es un gran desafío para mí. La mayoría de mis hijos ya son adultos y tienen sus propios hijos. Son adultos con libre albedrío y son capaces de pensar por sí mismos. Además, nosotros somos espiritualmente más débiles que las generaciones anteriores y no tenemos la capacidad de dar o recibir reprimendas. Por eso, tenemos que pensar diez veces antes de decir algo que pueda herir al otro y además tenemos que aprender a no ponernos a la defensiva cuando alguien nos da feedback negativo.
Tenemos que cuidarnos de no hablar lashón hará (malas lenguas) de otros miembros de la familia y de no ponernos del lado de alguien en particular.
A veces dos miembros de una familia tienen miedo de hablarse directamente y tratan de involucrar a un tercer familiar para comunicarse a través de él. No hagan eso ni se dejen hacer eso.
Y cuando surge un tema delicado, es importante que tengan bien en claro cuál es su objetivo y que se mantengan enfocados en ese tema en particular. Estén dispuestos a escuchar la opinión de la otra persona.
Sentirse dolido suele ser una decisión que toma cada uno. A veces nos sentimos dolidos por la forma en que interpretamos la conducta del otro y lo acostumbrados que estamos a hacernos las víctimas.
Mantener a Hashem dentro del panorama general nos ayuda a recordar que todo es para nuestro propio crecimiento, incluso las diferencias y los conflictos. La mayor parte de la gente hace todo lo posible por hacer lo correcto.
Muchos de nosotros debemos aceptar el hecho de que nuestra familia no es la familia de nuestros sueños. No cada padre o madre es cariñoso; no todo hermano es un amigo; no cada niño es una persona equilibrada.
Siempre podemos consolarnos pensando que en el futuro todos los hijos de Dios nos sentiremos unidos, cuando el Templo Sagrado esté en pie y todos amemos y honremos a Hashem, que es nuestro Padre, aunque seamos tan locos como la Familia Addams!
Por: Yehudit Channen