La desesperada carta de una mujer al marido que alguna vez la amó… Un testimonio desgarrador.
A mi querido y amado marido:
Estoy llorando al escribir estas primeras palabras como si al abrir la boca para hablar al final terminara llorando. Te extraño querido marido. Extraño la antigua versión de tu persona, aquel al que conocí durante un lapso tan breve. Aquel que me abandonó demasiado rápido. Aquel que retorna a mí cada tanto pero se va casi apenas al llegar. Aquel que renueva mi esperanza cada vez que retorna a mí pero que sin embargo me deja con el sabor amargo de la desilusión.
Extraño a mi marido de fantasía, al marido que vive en mi imaginación. Al marido que ha de ser sincero conmigo. Al marido que me va a mirar cuando estoy hablando. Al marido que se va a interesar por mí. Extraño a mi marido, a ese que supuestamente tú debías ser. Pero ese marido no eres tú. Tú lograste hacerme sentir lo que ese marido podía llegar a ser, pero te fuiste demasiado rápido. Yo me sentí como una niña tratando de alcanzar un globo que se va volando.
¿Te acuerdas de aquellas pocas veces en que las cosas estaban bien? ¿En que la vida valía la pena ser vivida? ¿En que me levantaba con entusiasmo a la mañana dispuesta a encarar otro día feliz? ¿Recuerdas aquellas felices noches en que la felicidad llegó a través del poder de dar? ¿Recuerdas aquellas veces en que solíamos sentirnos tan cerca el uno del otro?
Todavía puedo sentir aquella sensación mientras escribo estas líneas y me da escalofríos. ¡Cuánto te importaba de mí en aquellos días! ¡Con cuánto amor y cariño me trataste! Con todo el amor y cariño que tanto anhelo…
Papá, el papá de nuestro hogar, ¿adónde te has ido? Anhelo tu presencia. Estoy esperando que vuelvas y me abraces. Necesito estar junto a ti. Necesito que me mantengas, que me protejas, que te ocupes de mí. Necesito que me escuches. Necesito que me ames, de la manera en que un marido sincero ama a su mujer. ¡Qué bien me conoces! Me conoces por dentro y por fuera; conoces todas mis necesidades y mis deseos, mis esperanzas y mis aspiraciones. ¿Acaso no volverás a mí?
Vuelve a ser quién eras antes y ven hacia mí. Vuelve como el marido de mis sueños, como el marido que a veces fuiste. No vuelvas para lastimarme, no vuelvas para hacerme sentir triste.
¿Sabías que me duele mucho cuando no me prestas atención? Sufro cuando me criticas, me hieres cuando te olvidas de halagarme y en lugar de eso halagas a otras mujeres en secreto. Y cuando me reemplazas con tu teléfono, eso es como una herida sangrante que nunca puede curarse. Eso me hace sentir despreciada. Me humilla.
¿Acaso tienes idea de lo que se siente cuando le hablas a una persona y al mismo tiempo esa persona le habla a otra persona? Así era como me sentía cuando nos sentábamos a cenar y me dejabas hablándote sin siquiera mirarme. Y cuando yo dejaba de hablar, dejándote entender que el respeto que me merezco como ser humano estaba siendo violado, tú te enojabas conmigo en vez de darte cuenta de tus faltas.
Me has herido terriblemente. Jamás podrás comprender cuánto. Tú me invitas a ir a sentarnos a algún lado juntos así que dejo todo lo que estoy haciendo y aprovecho la oportunidad para estar contigo, pero entonces me doy cuenta de que solamente voy a estar mirando todo el tiempo cómo miras tu celular, o cómo te vas quedando dormido. Me enferma de tan sólo pensarlo.
Sé que no estás interesado en escuchar todas mis historias de dolor así que no voy a seguir. Solamente quiero que sepas que a pesar de todo el dolor por el que pasé, todavía te extraño y todavía sigo teniendo la frágil burbuja de esperanza pendiendo sobre mí, de que tal vez algún día retornarás a mí y seguiremos juntos muchos años más.
En realidad no quiero dejarte. Tengo miedo de lo que pueda deparar el futuro. Por favor, termina con esta peste que te persigue. Por favor, te lo suplico.
Te escribo con sentimientos encontrados,
Tu mujer, doliente, alguna vez amada…
Fuente; Breslev en español