La clave para la reconstrucción es fácil de decir, pero difícil de hacer: amar a otro judío, sin motivo alguno. Este amor repara el “odio infundado” (sin’at jinam) que causó la destrucción del segundo Templo en Tisha b’Av.

Un soldado, especialmente un soldado israelí, parado frente al Muro de los Lamentos significaba para mí: orgullo, virilidad, valentía y todo lo que puede resultar atractivo para un muchacho. Sigue significando lo mismo, pero, cuando miro a uno de esos soldados, la imagen que surge ante mis ojos es, su madre.