La irrupción del Estado Islámico (EI) ha conmocionado al planeta entero. Su salvajismo y sus crueles prácticas allá por donde pasa vienen a representar un concepto de maldad con altas dosis de pureza. Además, sus éxitos militares y sus golpes mediáticos –decapitaciones de periodistas y ciudadanos occidentales, conversiones masivas, etc.– han propiciado que simpatizantes de todo el mundo acudan a Irak y Siria para unirse al califa Bagdadi y su ejército de bárbaros.