View of a Hamas tunnel near the border with the Gaza Strip, on July 25, 2018. (Dario Sanchez/Flash90) (Dario Sanchez/Flash90)

 Secuestrados por Hamás, Clara Marman y Luis Har sobrevivieron para contar su historia. Aquí la compartimos contigo. 

Fuente: Enlace Judío

“Los 53 días que pasé allí me parecieron un infierno”, dijo Clara Merman para una concurrencia de unas 500 personas que se dieron cita el pasado 22 de mayo en las instalaciones de Ramat Shalom. Junto con su pareja, Luis Har, la argentina de nacimiento vino a México para compartir con la comunidad una historia de terror pero también de supervivencia.

Aunque vivían en distintos kibutzim, Clara Merman y Luis Har tenían en común el origen argentino y la convicción sionista. Eran, son pareja, y el 7 de octubre sus destinos, ya de por sí entrelazados, terminaron de tensarse. Primero escucharon las alarmas, los estallidos. Luego prendieron el televisor. Camionetas Toyota con hombres armados recorrían las calles de alguna ciudad del sur. Algo estaba mal. Esto no podía ser.

Pero luego comenzaron a llegar los mensajes de WhatsApp y, casi simultáneamente, la pareja escuchó el ruido de las detonaciones, vio el humo, sintió el miedo. Se refugiaron en el cuarto de seguridad sin imaginar, porque nadie en Israel habría podido hacerlo, que unos minutos después, unos hombres armados lo abrirían y los tomarían como rehenes. Para ellos, el infierno es un sitio subterráneo que comienza el 7 de octubre.

Israelíes, sí, pero argentinos, Clara y Luis reconstruyen la historia con humor, faltaba más. “Nos preguntaban ‘¿yahud?, ¿yahud?’ (¿Judíos, judíos?) y nosotros les respondíamos en español: ‘argentinos, argentinos… ¡Messi, Messi!’, narró él y arrancó del público una carcajada. Una de las pocas de ese día porque, en lo sucesivo, sería el drama el que marcaría el tono de la charla.

Según narró Har, poco tiempo después de ver por la televisión aquellas imágenes de camionetas blancas surcando territorio israelí, la pareja se encontraba, junto con otros rehenes, en la parte trasera de una de ellas, con terroristas armados encima y bajo equipo bélico que incluía bombas y armas de fuego. Todo era incertidumbre. Luego fueron llevados hasta un túnel y, mientras descendían, él pensó que eso era todo. Jamás lograrían salir de ahí con vida.

“Estábamos ahí Gabriela mi hermana y yo, y mi sobrina adolescente“, narra por su parte Clara, quien admite que no fueron objeto del tipo de abusos que otras víctimas relataron después, pero que vivieron, en cambio, la terrible sensación de ser observadas permanentemente por sus captores. Baños, cada 10 días, en promedio, y con palanganas. ¿Intimidad? Ninguna. Un tormento especial para la sobrina, apenas una chica.

“Nosotros tuvimos suerte”, confiesa Har. “Hablábamos entre nosotros en español, por supuesto, y le pusismos a cada uno de los terroristas un sobrenombre. Así sabíamos quién estaba, quién salía y todo sin que se dieran cuenta”, agrega.

Al anfitrión principal lo llamaron El dueño de la casa. “Lo primero que hizo fue calmarnos y decir ‘no se preocupen, los hemos levantado con la intención de hacer un intercambio‘”. Hablaban en árabe, en inglés, en hebreo. Juntaban las pocas palabras que sabían en otros idiomas y las unían a los gestos para darse a entender. Así se comunicaban con sus prisioneros, que fingían demencia la mayor parte del tiempo.

El grupo de prisioneros dormía sobre delgadas colchonetas y escuchaba explosiones todo el tiempo. Sobre ellos, el techo se cimbraba y la incertidumbre vibraba al ritmo de las ondulaciones de la tierra, producidas por cada estallido. El “dueño de la casa” los cuidaba del resto de los terroristas, más violentos, más irracionales, más propensos a infligirles un daño irreversible. Así pasaron las semanas, los meses. Al fin, un día, fueron liberados.

Conoce su historia completa en el video adjunto a esta nota y maravíllate con la fuerza del azar, el poder de la voluntad y la tenacidad de la supervivencia humana que hicieron que esta pareja de abuelos lograra emerger del infierno y volver al mundo de la luz para contar su historia.

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