Ya hay un Estado palestino. Se llama Jordania. No hace falta crear otro.
Por Moshé Dann
Los Acuerdos de Oslo eliminaron la opción jordana del rango de alternativas posibles. En su lugar, se instaló a Yaser Arafat, la OLP y la Autoridad Palestina (AP) como gobernantes de lo que iba a ser una entidad autogobernada al oeste del río Jordán. Ese plan de paz fracasó no sólo por el terrorismo palestino, también por la oposición palestina a la mera existencia de Israel. La AP, la OLP, Hamás y otras organizaciones terroristas árabes jamás pretendieron que tuviera éxito. Su objetivo no era coexistir con Israel, sino destruirlo.
Establecer un segundo Estado palestino –o un tercero, si se tiene en cuenta al Estado de facto de Gaza, gobernado por Hamás– desestabilizaría la región e incrementaría la violencia entre entidades rivales, gangs y milicias; violencia que podría derramarse sobre Israel.
Los ataques transfronterizos serían inevitables. Jordania quizá quisiera expulsar a sus ciudadanos palestinos hacia el nuevo Estado. Se produciría una lucha de poder a propósito de quién representa a los palestinos y cuál es la base territorial para la identidad nacional palestina. Las fuerzas islamistas esperarían el momento oportuno para llenar el vacío de poder y la zona se sumergiría en el caos.
En vez de tratar de alcanzar la autodeterminación palestina estableciendo otro Estado fallido, el problema podría resolverse cambiando una sola palabra: el por un. El reconocimiento de que Jordania cumple con la definición de Estado palestino difuminaría la tóxica demanda de erigir un Estado palestino en Judea y Samaria (la “Margen Occidental del Jordán”).
Este nuevo enfoque de la solución de los dos Estados acepta la idea de dos Estados para dos pueblos y se basa en la realidad de un Estado soberano ya existente en un territorio designado como palestino y cuyos habitantes son palestinos en proporción de ⅔. Según la Oficina Central de Estadísticas palestina, en 2009 había cerca de cuatro millones de árabes de ascendencia palestina en Jordania; la mitad de ellos estaban registrados como refugiados en 2014 y un 20% aproximadamente vivían en campos gestionados por la UNRWA. La mayoría de los palestinos residentes en Jordania tiene nacionalidad jordana. Jordania es el único país árabe que ha concedido la ciudadanía a los palestinos.
Los árabes residentes en Israel y las áreas controladas por la AP que se consideren palestinos y pretendiesen ejercer la autodeterminación nacional podrían vincularse a un Estado jordano-palestino y trasladarse a él, si así lo desearan. Quienes prefirieran quedarse en Israel podrían hacerlo con plena garantía de sus derechos civiles, que no nacionales, como es ahora el caso.
Promover Jordania como el Estado palestino en el marco de una solución de dos Estados estaría en consonancia con la legalidad internacional y con la creación de Transjordania en 1922. Resolvería el problema de la autodeterminación nacional de los árabes residentes en la Margen Occidental y de los que viven en Israel.
A diferencia de iniciativas Jordania es Palestina previas, este plan no precisaría que se desplazase a nadie ni que se alterasen las fronteras. Jordania reconoció los ríos Jordán y Yarmuk, el Mar Muerto y Arava como fronteras internacionales en su tratado de paz con Israel (1994). La AP puede seguir funcionando como entidad política a condición de que cese toda incitación y toda actividad terrorista.
Reconocer a Jordania como Estado palestino y mantener su condición de monarquía reflejaría la identidad nacional de la mayoría de su población. La muy popular reina Rania es considerada palestina (sus padres lo son). Los palestinos son un segmento creciente de la vida política, social y económica jordana; y se sientan en el Parlamento del reino.
Jordania es un país viable con unas estructuras políticas y económicas relativamente estables. Tiene vastas extensiones de terreno no utilizado, pero precisa de agua y población. El acceso al agua dulce podría contribuir a que Jordania floreciera, lo que le permitiría absorber un significativo número de gente. El empleo de recursos hídricos de Turquía y el Mar Caspio –la mayor fuente de agua dulce del mundo– podría convertir el oriente de Jordania en un oasis, con abundantes productos agrícolas, centros de negocios e industriales, y alentar la estabilidad y el desarrollo económico de la región.
La posibilidad de que Jordania se convierta en un nodo comercial recibió un nuevo impulso en fechas recientes, cuando Israel propuso conectar el reino con Haifa por medio del ferrocarril. Jordania podría así potenciar su presencia en los mercados europeos, los Estados del Golfo y Arabia Saudí. La reciente reconstrucción de la línea férrea Haifa-Beit Shean es el principio de este plan.
Los árabes no israelíes que quisieran permanecer bajo soberanía israelí como residentes permanentes podrían optar a la ciudadanía israelí. Si lo prefirieran, podrían optar por seguir residiendo en las zonas administradas por la AP como ciudadanos de Israel o hacerlo como ciudadanos jordanos. La decisión habría de ser suya.
Los árabes residentes en las localidades administradas por la UNRWA en el Líbano y Siria deberían tener la opción de convertirse en ciudadanos de sus países de acogida. Deberían ser absorbidos en ellos o, de lo contrario, se les debería permitir emigrar. Los programas de ayuda internacional deberían ser gestionados por los países, no por la UNRWA.
El actual Gobierno jordano es relativamente estable. Es un socio estratégico de Israel, y espero que siga siéndolo. Jordania tiene una responsabilidad hacia los árabes palestinos. No debería esperarse que Israel asuma la carga de procurarles un hogar nacional.
Una solución de dos Estados es del interés nacional de ambos países, Israel y Jordania, y también beneficia a los palestinos. Traería paz y prosperidad y aseguraría la seguridad y la estabilidad de la región. Una confederación jordano-israelí trocaría el fracaso y la desesperación en oportunidad y esperanza. Y podría alentar la creatividad, la cooperación y la libertad, razón de ser de los Estados-nación.
© Versión original (en inglés): BESA Center
© Versión en español: Revista El Medio
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