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אמר רב : לעולם יזהר אדם באונאת אשתו

La Guemará en Babá Metsiá trata el tema de onaat debarim, que como ya explicamos significa, herir, avergonzar, o humillar a otra persona con nuestras palabras.   Previamente citamos los ejemplos de la Guemará donde vimos el extremo cuidado que hay que tener de no herir al prójimo. Los Jajamim (los Sabios de la época del Talmud) también se refirieron al caso de herir con palabras a la esposa.

Rab (éste era el nombre de uno de los primeros Sabios del Talmud, Rab Abbá Arijá 175-247 e.c.) explicó que un hombre tiene que ser muy cuidadoso cuando habla o discute con su mujer, ya que las mujeres por lo general son más sensibles que los hombres y es más fácil herir sus sentimientos…

Voy a explicar mejor esta idea con un ejemplo: Una de las diferencias sicológicas entre hombres y mujeres tiene que ver con que mientras el hombre se concentra en el «QUÉ» la mujer se concentra, inconscientemente, en el «QUIÉN», y esto la hace mucho más susceptible, con o sin razón, a sentirse herida u ofendida.  Ejemplo: el marido se saca su pijama y lo deja en el suelo, al lado de su cama.   ¿Por qué lo hace? Puede ser por cómodo o desordenado o porque lo piensa recoger más tarde, etc. Cualquiera sea el caso, la razón de este acto tiene que ver con un QUÉ (comodidad, desorganización, etc.). Muy posiblemente la esposa que recoge su pijama no interprete esta acción como un acto de «pereza» sino de «desconsideración» hacia ella: su marido tiró su pijama porque no pensó en ella, no le importó de ella.  En otras palabras, la esposa muy probablemente «personalice» el problema, y se sienta herida por lo que hizo su esposo.

Otro ejemplo: Imaginemos que el esposo deja el plato de comida que le preparó su esposa.  Posiblemente su rechazo tiene que ver con que no le gustó la comida: a lo mejor siente que esa comida está cruda o pasada de horno, o que le sobra sal, etc. Para el marido se trata de algún elemento dentro del mundo del «QUE». Por el otro lado, es muy posible que su esposa personalice esta acción, y no lo vea como un rechazo de su esposo hacia la comida, sino que lo sienta como un rechazo hacia ELLA.

El tema, estimado lector, es largo y  complejo. Pero espero que estos ejemplos no ayuden a entender por qué nuestros sabios advirtieron que el esposo debe tener cuidado de no ofender a la esposa. La mujer, por su naturaleza, tiende a «personalizar» las situaciones que vive, y así es mucho más fácil que se sienta herida por lo que su esposo hace o dice….

Claro que si siguiéramos al pie de la letra esta indicación, un marido judío nunca debería contradecir o discutir con su esposa, lo cual podría afectar la comunicación sana entre marido y mujer y hasta podría generar una relación abusiva.

Es por eso que el mismo Rab cita la historia del rey Ajab.  Este Rey de Israel (siglo 9 antes de la era común) quería adquirir la propiedad de su vecino Nabot y usarla para extender el jardín de su palacio. Nabot se negó a vender la propiedad que le heredaron sus ancestros. Ajab se deprimió. Su esposa, Jezebel (Izebel), una mujer fenicia que trataba de alejar a Ajab del camino de la Torá, le pidió que dejara ese asunto en sus manos, y Ajab no se opuso…. ¿Qué hizo esta malvada mujer?  Contrató dos testigos falsos, que acusaron a Nabot de blasfemia contra el rey y contra HaShem, y mando a ejecutar a Nabot y a confiscar su propiedad, que ahora pasaría a manos del rey Ajab…. Ajab no hizo nada para evitar las aciones criminales de su esposa..

Y si bien este ejemplo es bastante extremo, nos demuestra que los Sabios nos enseñan a encontrar un sano balance en la relación marido y mujer: por un lado, el marido debe ser sumamente sensible y evitar al máximo ofender a su esposa. Por el otro lado, esto no puede llevar a una relación abusiva, o pasiva, cuando las circunstancias lo ameritan.

Para concluir este delicado tema la Guemará cita a Rab Pappá. Este Sabio menciona un refrán popular que alienta al esposo a buscar el buen consejo de su esposa. El refrán dice: «Si tu esposa es más baja que tú, inclínate para escuchar sus consejos.»

El diálogo entre marido y mujer, el debate o la discusión, deben tener lugar en la dinámica de una pareja judía.  Pero atención: el lenguaje a utilizar debe ser amable, educado, y teniendo cuidado de no ofender uno al otro y respetar las sensibilidades.

Por Rabino Yosef Bitton

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