Estamos analizando el segundo mandamiento, «No tendrás otros dioses delante de Mí». La Torá nos advierte que no debemos creer en otros dioses o poderes –objetos o fuerzas sobrenaturales– que supuestamente son independientes de HaShem.  

Si bien la mayoría del mundo moderno ha superado la idolatría clásica, es decir, la adoración a dioses de piedra o madera, todavía sobreviven ciertos hábitos íntimamente conectados con las prácticas idólatras. Me refiero a las supersticiones.

¿A qué nos referimos con supersticiones?  A la creencia o la fe en el poder de algo que NO es HaShem, una perfecta ilustración de lo prohibido en el segundo mandamiento.

Ejemplos: la creencia en el poder, bueno o malo, de ciertos objetos. Digamos un espejo roto, un anillo o un libro con poderes, una cinta roja, agua bendecida por un «santo», etc.

La humanidad, especialmente los sectores menos educados de la población, siempre se sintieron tentados a creer en supersticiones, y atribuir ciertos poderes a objetos o fenómenos naturales. Como ya explicamos, es mucho más fácil servir a un objeto que no exige nada de nosotros, que servir a HaShem que nos demanda aprender, estudiar, y nos exige disciplina, integridad,  generosidad, etc. También está el efecto «control». Puedo comprar una «cinta roja» y tener la sensación que al poseerla la controlo, y controlo su poder, como el anillo del «Lord of the Rings»….

De un total de 613 mandamientos, la Torá dedicó más de 50 a la negación de la idolatría, para enseñarle el pueblo judío a rechazar toda creencia y culto a poderes mágicos o supersticiosos, o como lo llama la Torá, Abodá Zará.

El segundo mandamiento nos enseña que no hay nadie ni nada que tenga un «poder» o un influencia sobrenatural en nuestras vidas, más que HaShem.

Es muy grave, pero debemos reconocer que lamentablemente, aún personas creyentes u observantes pueden caer en las supersticiones.  Pareciera ser que es compatible creer en Dios y ser supersticioso al mismo tiempo. Especialmente si los objetos de superstición son objetos rituales.

Este fenómeno no es nuevo. Veamos un ejemplo. Hay poco artículos religiosos más sagrado que  el Tefilin , las filacterias que los hombres judíos vestimos todos los días para rezar. El Tefilin tiene obviamente QUEDUSHÁ, «santidad», lo cual significa que debe ser tratado con muchísimo cuidado. No se lo puede llevar a lugares inapropiados, etc.

Pero no hay que confundir «quedushá», que como lo ejemplifica el caso del Tefilín, nos demanda cuidar de estos artículos, con la falsa creencia de que el Tefilin, como objeto ritual,  tiene superpoderes. Maimónides escribió sobre este tema. Imaginemos que un niño pequeño llora sin parar. Y ya tratamos todo para calmarlo. La pregunta que explora Maimónides es ¿podemos colocar en la cama de este niño un Tefilin, para que con el «poder de la santidad del Tefilin» ese bebé deje de llorar y pueda dormir? Lo mismo podríamos hacer con un Sefer Torá, un rollo de Torá, el único objeto que tiene una quedushá / santidad mayor a la del tefilin. ¡No existen objetos más sagrados! Por lo tanto, si la santidad de un objeto religioso proyecta algún poder sobrenatural que ese objeto posee, estos dos artículo deberían estar en lo más alto de la lista de efectividad.

Maimónides, que menciona explícitamente estos dos artículos, considera esta práctica como una forma de idolatría, y lo condena con palabras muy pero muy severas

MT, Abodá Zará 11:12: «… asimismo, si alguien coloca un Tefilin o un Sefer Torá en [la cama de] un niño pequeño para que se quede dormido, no solo que es culpable de [dos formas de idolatría:] encantamiento y hechicería, sino que también es culpable de herejía….». 

Como vemos, no es un nuevo fenómeno que algunas personas un poco confundidas quieran «usar» artículos rituales  para prácticas supersticiosas.

El segundo mandamiento nos enseña que no existen otros «poderes» independientes de Dios.  No importa que tan sagrados sean esos objetos.

Lejos de apelar a objetos o amuletos, lo que debo hacer en caso de enfermedad o de cualquier otro problema, es en primer lugar realizar mi mayor esfuerzo por resolver el problema, y a la vez REZAR, pedirle directamente a HaShem que nos ayude. Sabiendo que en última instancia, todo está EXCLUSIVAMENTE bajo Su poder.

Por: Rabino Yosef Bitton, colaborador de Unidos con Israel

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