Terrorista abatido en Beersheva el 22 de marzo de 2022. (Twitter) (Twitter)

Eclipsado políticamente pero con apoyo popular, el islamismo sunita se manifiesta actualmente en gran medida con episodios de violencia asesina.

Por Jonathan Spyer

La yuxtaposición de los ataques terroristas de esta semana con la reunión de los ministros de Exteriores de Israel, EE. UU., Bahréin, Marruecos, Egipto y Emiratos Árabes Unidos en Sde Boker en el Negev reflejó perfectamente uno de los dilemas menos destacados de la imagen estratégica actual de Medio Oriente.

El desafío de Irán y sus apoderados [proxis], y la percepción de que EE. UU. se aleja del compromiso cercano con el Medio Oriente son los componentes clave detrás de la alianza que se cristaliza lentamente y que une a Jerusalén con los estados claves del mundo árabe sunita.

Pero los ataques de Bnei Brak y Hadera, y el de Beersheba que los precedió, son un recordatorio de la clara distinción que se debe hacer entre las perspectivas de las élites árabes sunitas que se reunieron en el Hotel Kedma en el Negev y elementos significativos entre los poblaciones sobre las que gobiernan. En este sentido, vale la pena señalar que ninguno de los gobiernos árabes representados en la reunión de Negev tiene un mandato popular derivado de elecciones libres.

Hace diez años, el mundo árabe sunita fue sacudido por una ola de malestar popular. Los regímenes fueron derrocados en Egipto y Túnez. El régimen sirio sobrevivió solo gracias a los esfuerzos de sus aliados externos en Teherán y Moscú.

La voluntad de las poblaciones árabes sunníes en cada uno de estos países se reflejó en el mandato popular otorgado al Islam político en las elecciones posteriores en Túnez y Egipto. El rápido dominio de la insurgencia siria por parte de las fuerzas islamistas confirmó el panorama. La victoria de Hamás en las únicas elecciones libres celebradas por la Autoridad Palestina, en 2006, fue un indicador temprano de la tendencia. A nivel de la calle, el islam político no tenía un competidor real por el apoyo de la población.

No hay razón para suponer que este panorama haya cambiado sustancialmente en los años siguientes. Sin embargo, a pesar de esta preferencia popular claramente expresada; el Islam político sunita en el Medio Oriente aparece hoy en gran medida como una fuerza derrotada.

En las inmediaciones de Israel, la ola de fermento islamista que comenzó en 2010 dio como resultado tres importantes proyectos políticos. Estos fueron: el surgimiento de la Hermandad Musulmana en el gobierno en Egipto, la insurgencia árabe sunita siria y el esfuerzo de construcción de un estado por parte de la organización Estado Islámico, a partir de 2014, en una gran parte de Siria e Irak.

Todos estos proyectos fueron derrotados decisivamente por sus oponentes. En Egipto, un gobierno electo de los Hermanos Musulmanes, que se encontraba en las etapas preliminares en busca de una transformación profunda de la orientación regional de Egipto, fue destituido del poder por los militares en el golpe de julio de 2013. En Siria, una combinación de la brutalidad del régimen de Assad, el poder aéreo ruso y la carne de cañón suministrada por Irán venció a la insurgencia. Mientras tanto, el Estado Islámico fue destruido por una combinación del poderío aéreo estadounidense y aliado, y las fuerzas kurdas e iraquíes sobre el terreno.

El eclipse de estos tres proyectos se refleja más allá. En Túnez, el presidente Kais Saied está en proceso de reconstruir un régimen autocrático de orientación occidental. En Sudán, el golpe militar de 2019 derrocó al antiguo régimen islamista del presidente Omar al-Bashir.

El estado actual de la política palestina encaja con esta tendencia general. La Autoridad Palestina de Ramallah es el representante local del antiguo orden árabe, que en gran medida se ha reafirmado. Mientras tanto, la autoridad de Hamas en Gaza representa un raro ejemplo de continuo gobierno islamista. La gran población árabe sunita al oeste del río Jordán permanece dividida en cuatro públicos en términos de gobernanza: a saber, los ciudadanos árabes de Israel, la población árabe de Jerusalén y los residentes de las autoridades palestinas de Ramallah y Gaza.

Entonces, el panorama general es uno en el que las fuerzas de la contrarrevolución en el mundo árabe aparecen victoriosas. El antiguo orden árabe de monarcas y generales se vio amenazado desde 2010 por una oleada de revuelta islamista. En todas partes, parece haber triunfado. Los proyectos de los islamistas (gobierno de la Hermandad Musulmana, insurgencia siria, Estado Islámico) están en ruinas.

Podría haberse esperado que la derrota de la ola revolucionaria del islamismo produjera una política más pragmática entre las poblaciones árabes sunitas en cuestión. Hasta ahora, sin embargo, hay poca evidencia que sugiera esto.

El resultado es la situación actual en la que si bien el viejo orden parece haber triunfado, su triunfo toma la forma de regímenes represivos que gobiernan sobre grandes poblaciones árabes sunitas cuya orientación política sigue siendo bastante diferente y opuesta a la de sus gobernantes.

En este sentido, vale la pena señalar que aquí hay un extraño punto en común entre las fuerzas pro y anti-iraníes. El régimen de Assad y el ascendiente de Hezbollah en el Líbano están alineados con Irán. La Autoridad Palestina de Ramallah y el gobierno egipcio son en general clientes de Occidente. Sin embargo, tienen en común el hecho de que gobiernan sobre grandes poblaciones árabes suníes inquietas sin un mandato popular.

Esta realidad, de grandes poblaciones árabes sunitas inquietas excluidas de la representación política, cuyas propias preferencias parecen inclinarse, según toda la evidencia de la última década, hacia el apoyo al Islam político, ofrece esperanza para las ambiciones tanto de los movimientos políticos islamistas como de las redes yihadistas violentas. Este es el entorno en el que el Estado Islámico y redes similares ahora buscan reclutar.

Aquí, sin embargo, se vuelve al dilema esencial de la orientación política islamista sunita. Como se vio en el período del “Califato” del Estado Islámico; del gobierno de los Hermanos Musulmanes en Egipto, en los enclaves fratricidas establecidos por los insurgentes sirios suníes y en el enclave de Hamas en Gaza, el islamismo sunita no tiene nada que ofrecer en el campo del gobierno, y poco incluso en el campo de la organización política y militar. Sigue siendo aparentemente incomparable en su atractivo para la “calle” árabe sunita. Pero es capaz de llevar esa calle solo a más derrotas y humillaciones.

Esta situación parece producir principalmente explosiones incipientes de ira asesina de las poblaciones involucradas, en lugar de algo parecido a un programa político o revolucionario coherente. Los últimos ataques en Bnei Brak, Hadera y Beersheba ofrecen ejemplos recientes de esto. Los eventos de mayo de 2021 fueron una expresión de esta orientación general a mayor escala.

En el fondo, la orientación política preferida por las poblaciones árabes sunitas de estas áreas parece derivar de una brecha entre un derecho percibido a la supremacía y una realidad de debilidad y desorganización frente a rivales más fuertes y mejor organizados. Esto produce, al menos por ahora, explosiones de violencia más que un ajuste a la realidad.

Puede ser que el fracaso de los movimientos islamistas para fomentar con éxito la insurgencia masiva en los últimos dos o tres años indique un ajuste más silencioso a la realidad por parte de grandes elementos de sus poblaciones objetivo. Este último ajuste se reflejaría en una falta de voluntad para movilizarse en nombre del Islam político, junto con una falta de voluntad igual para apoyar una alternativa política a él.

Sin embargo, la presencia de grandes poblaciones árabes suníes, que siguen sin estar representadas por ninguno de los principales agentes de poder que actualmente cooperan o compiten en Oriente Medio, es uno de los elementos más destacados de la actual situación regional. La complacencia o la indiferencia ante esto, tal vez basadas en la suposición de que estas poblaciones han internalizado permanentemente su derrota, estarían fuera de lugar.

Fuente: The Jerusalem Post

Extraído de la página de Aurora

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