Prof. Alan Dershowitz. (Gideon Markowicz/Flash90) (Gideon Markowicz/Flash90)
Alan Dershowitz. (Gideon Markowicz/Flash90)

Por Alan M. Dershowitz

¿Por qué tantos de los nietos de los nazis y sus colaboradores que causaron el Holocausto están declarándole nuevamente la guerra a los judíos? ¿Por qué vemos semejante aumento en el antisemitismo violento y en el antisionismo en Europa Occidental?
Para responder estas preguntas debemos exponer un mito, un mito perpetrado por los franceses, los holandeses, los noruegos, los suizos, los belgas, los austriacos y los ciudadanos de muchos otros países de Europa Occidental: el Holocausto fue obra exclusiva de la Alemania nazi, con la ayuda quizás de algunos colaboradores polacos, ucranianos, letones, lituanos y estonios.
Falso.
El Holocausto fue perpetrado por los europeos: por simpatizantes y colaboradores franceses, holandeses, noruegos, suizos, belgas, austriacos y de otros países europeos, tanto de Europa Oriental como de Europa Occidental.
Si el gobierno francés no hubiese deportado a los campos de exterminio a más judíos de lo que le exigieron los nazis, si tantos ciudadanos holandeses y belgas, así como oficiales del gobierno, no hubiesen cooperado para redar a los judíos, si tantos noruegos no hubiesen apoyado a Quisling, si los oficiales gubernamentales y banqueros suizos no hubiesen explotado a los judíos, si Austria no hubiese sido más nazi que los nazis, el Holocausto no hubiese tenido tantas víctimas judías.
En luz de la amplia complicidad europea en la destrucción de la judería de ese continente, el penetrante antisemitismo y el irracional odio antisionista que ha emergido a la superficie recientemente en toda Europa Occidental hacia Israel no debería sorprender a nadie.
“No, de ninguna manera”, escuchamos de los defensores europeos. “Es distinto. Nosotros no odiamos a los judíos, sólo a su país. Más aún, los nazis eran derechistas, nosotros somos izquierdistas, por lo que no podemos ser antisemitas.
Tonterías.
La extrema izquierda tiene una historia de antisemitismo tan profunda y persistente como la extrema derecha. La línea que va desde Voltaire hasta Karl Max, Levrenti Beria, Robert Faurisson, y llega a los críticos de Israel de la extrema izquierda actual es tan recta como la línea que va desde Wilhem Mars hasta los perseguidores de Alfred Dreyfus y Hitler.
Los judíos de Europa siempre han sido aplastados por el Negro y por el Rojo; víctimas del extremismo, ya sea el ultranacionalismo de Khmelnitsky o el extremo antisemitismo de Stalin.
“Pero algunos de los antisionistas más sobresalientes son judíos, como Norman Finkelstein, o incluso israelíes como Gilad Atzmón. Con seguridad, ellos no pueden ser antisemitas”.
¿Por qué no? Gertrude Stein y Alice Toklas colaboraron con la Gestapo. Atzmón, un izquierdista extremo, se describe a sí mismo como un orgulloso aborrecedor de los judíos y admite que sus ideas derivan de un notorio antisemita.
Niega que el Holocausto esté comprobado por la historia pero cree que los judíos pueden haber matado a niños cristianos para usar su sangre para hornear matzot. Además, cree que es racional incendiar sinagogas.
¡Finkelstein cree en una conspiración internacional judía que incluye a Steven Spielberg, León Uris, Eli Wiesel y Andrew Lloyd Weber!
“Pero Israel trata mal a los palestinos”, insisten los defensores europeos, “y nosotros somos sensibles y simpatizamos con los oprimidos”.
¡No, no son sensibles! ¿En dónde están sus manifestaciones en apoyo a los tibetanos, georgianos, sirios, armenios, kurdos y ucranianos oprimidos? ¿En dónde están sus movimientos en contra de los chinos, los rusos, los cubanos, los turcos o el régimen de Assad?
¿Sólo los palestinos, sólo Israel? ¿Por qué? No porque los palestinos sean más oprimidos que esos grupos.
Sólo porque sus supuestos opresores son judíos y el estado de los judíos. ¿Habría manifestaciones y campañas en defensa de los palestinos si fueran oprimidos por Jordania o Egipto?
¡Oh, un minuto! Los palestinos fueron oprimidos por Egipto y Jordania. Entre 1948 y 1967 Gaza fue una prisión a cielo abierto, cuando Egipto era el poder dominante. ¿Recuerdan el Septiembre Negro, cuando los jordanos asesinaron a más palestinos de lo que Israel mató en un siglo? No recuerdo ninguna manifestación o campaña, porque no las hubo.
Cuando los árabes conquistaban o mataban a otros árabes, los europeos miraban hacia otro lado. Cuando Israel abre una fábrica de soda en Maalé Adumim —asentamiento que incluso el liderazgo palestino reconoce que continuará siendo parte de Israel en un eventual tratado de paz—, Oxfam se separa de Scarlett Johansson por publicitar a una compañía de soda que emplea a cientos de palestinos.
Mantén en mente que, de acuerdo al Israeli Law Group con sede en Tel Aviv, Oxfam ha provisto ayuda y apoyo material a dos grupos terroristas anti Israel.
La hipocresía de tantos izquierdistas europeos sería sorprendente si no fuera porque es tan predecible, si nos basamos en la sórdida historia del trato de Europa Occidental hacia los judíos.
Hasta Inglaterra, que estuvo del lado correcto en la guerra en contra del nazismo, tiene una larga historia de antisemitismo que comienza con la expulsión de los judíos en 1290 y llega al notorio Papel Blanco de 1939, que impidió que los judíos de Europa buscaran asilo de los nazis en Palestina, en ese momento bajo mandato británico. Irlanda, que vaciló en la guerra contra Hitler, expresa parte de la más violenta retórica en contra de Israel.
La simple realidad es que la guerra actual de la Europa Occidental en contra del estado judío no puede entenderse sin antes reconocer la guerra europea en contra del pueblo judío.

Hertzl: la única solución al problema judío de Europa era que los judíos se fueran y volvieran a su tierra patria.

Theodor Hertzl entendió la omnipresencia y la irracionalidad del antisemitismo europeo, lo que lo llevó a concluir que la única solución al problema judío de Europa era que los judíos europeos abandonaran ese bastión de odio y volvieran a su tierra patria, que ahora es el estado de Israel.
Nada de lo dicho tiene el objetivo de negar las imperfecciones de Israel ni el criticismo que merece por algunas de sus políticas. Sin embargo, esas imperfecciones y las críticas merecidas ni siquiera pueden comenzar a explicar —mucho menos justificar— el odio desproporcionado hacia la única nación del pueblo judío y el silencio desproporcionado respecto a las mucho mayores imperfecciones y merecidas críticas de otras naciones y grupos, incluyendo a los palestinos.
Lo dicho hasta ahora tampoco tiene el objetivo de negar que muchos individuos europeos y algunos países europeos se hayan rehusado a sucumbir ante el odio hacia los judíos. Se me viene a la mente la República Checa. De todos modos, demasiados países de Europa Occidental son tan irracionales en su odio hacia Israel como lo fueron sus antepasados en su odio hacia sus vecinos judíos.
Como observó perspicazmente el autor Amos Oz en una ocasión: los muros de la Europa de sus abuelos estaban cubiertos con grafitis que decían: “Judíos, váyanse a Palestina”. Hoy, dicen: “Judíos, váyanse de Palestina”, refiriéndose a Israel.
¿A quién creen que están engañando estos fanáticos europeos? Sólo a los tontos que quieren negar que estas son sólo nuevas variaciones de los prejuicios de sus abuelos.
Toda persona objetiva con una mente, con sus ojos y con su corazón abierto ve el doble estándar que se aplica al estado judío. Muchos de los que lo hacen son los nietos de quienes les aplicaron letalmente un doble estándar a los judíos de Europa en las décadas del 30 y del 40. Deberían sentir vergüenza al verse en el espejo de la moral y reconocer su propio fanatismo.
Este artículo apareció originalmente en el Jerusalem Post.

Fuente: Hatzad Hashení