Queridos amigos, hace mucho tiempo me contaron la vida de Jaim Shapira, que pude leer en la página de Aish Hatorá.
El padre de Jaim, Meir Shapira, fue un sobreviviente del Holocausto. Comenzó la guerra con 8 hijos y su mujer. La acabó él solo con su hijo Jaim.
Los dos se fueron a vivir a Israel y su hijo Jaim peleó en el Irgun y combatió en las batallas más feroces y difíciles de 1948. Fue soldado de Itjak Rabín.
Mientras Meir Shapira (el padre) estaba en su terraza diciendo Shajrit vio como un coche patrulla aparcaba en la puerta de su casa. Antes de que llamaran a su puerta, él la abrió y antes de que dos soldados le leyeran el comunicado oficial, él lo rompió y agachó su cabeza. Su hijo, su único hijo que le quedaba vivo había muerto durante la batalla de Jerusalem. Su padre movió cielo y tierra para que su hijo fuese enterrado en el Monte Hertzl, en el cementerio militar.
Y así fue: En presencia de cientos de personas, Meir comenzó a cantar ante la mirada atónita de todos. La gente pensó que se había vuelto loco. La gente se miraba los unos con los otros….hasta que Meir alzó su voz y dijo: “Saben, yo he pasado por un infierno que la mayoría de las personas no pueden imaginar; perdí cerca de setenta familiares en poco más de un año, incluyendo 7 hijos, mi esposa y mis padres. No tengo un lugar donde hacer duelo por ellos, no hay tumbas; ellos son cenizas en los cielos de Europa y yo no tengo idea de por qué tenían que morir.
“Pero este hijo, al menos este hijo, sé por qué murió. Él murió para que nosotros podamos tener una casa para el Pueblo Judío en la tierra de Israel y él tiene una tumba, aquí en el Monte Herzl en Jerusalem. Y este no es un motivo para llorar, es un motivo para cantar”.
Hoy lloramos y mañana celebramos. En una boda, recordamos la tristeza de haber perdido el Templo y después festejamos con los novios. En Pésaj comemos el maror antes y después nos alegramos con el vino por la salida de Egipto, en Purim primero ayunamos y después banquete.
Hoy toca llorar. No nos olvidemos de llorar porque sino no celebraremos nada. Hoy toca llorar para darse cuenta de quiénes somos. De lo que hemos hecho y del futuro que nos queda por delante. Al igual que lloramos cuando algunos de nuestros abuelitos faltaron (y creo que hablo por todos) y después sonreímos por los eternos recuerdos y por darse cuenta lo grandes que eran, nosotros tenemos que hacer lo mismo con nuestros héroes, ya que ellos hacen que, como dice nuestro himno y nuestro querido Meir Shapira: seamos un pueblo libre en nuestra Tierra.
Un vídeo, una historia, una buena obra, un minuto de reflexión. Hoy lloramos para mañana, Yom Haatzmaut, festejarlo.
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