Jerusalem es el espejo dónde todos quieren verse reflejados, pero sin querer pagar el precio que ha costado, y que costará, reunificar en su totalidad la Capital Indivisible de Israel. Los acontecimientos de los últimos días, con la infame votación de la UNESCO, pone de manifiesto el trabajo que aún queda por hacer, para ver a Jerusalem bajo la plena soberanía del moderno Estado de Israel.
En un alarde de hipocresía al que ya nos tienen acostumbrados la ONU y sus agencias antisemitas se ha vuelto a producir una votación ilegítima, incoherente e impresentable acusando a Israel de “fuerza ocupante” de Jerusalem ¿En dónde viven esta especie de señores de la guerra y del odio antisemita de la ONU? Inmiscuirse en los asuntos internos de un país, como lo es Israel, representa una injerencia inasumible, en la idiosincrasia de todo el Pueblo Elegido. No hay mayor torpeza e insensatez, por parte de la comunidad internacional representada por la ONU, que acusar a Israel de ser una fuerza ocupante de su propio país y de su propia capital. La soberanía de Israel, sobre su Capital Jerusalem, está fuera de toda duda y certificada legalmente por los documentos históricos registrados, a lo largo de los milenios, en la tierra y en el Cielo por medio de la Escritura.
No hay un documento más valioso y fidedigno, jurídicamente hablando, que relate los hechos pormenorizados de la fundación de Jerusalem registrados, en la colección de documentos conocidos como Biblia ¿Qué país o capital en este mundo tiene documentos jurídicos milenarios que justifiquen la posesión de su tierra? Ninguno excepto Israel. Los documentos jurídicos de Israel están a buen recaudo en el Santuario del Libro de Jerusalem y expuestos, bajo perfectas reproducciones, a cuantos los quieren visionar. La historia fundacional de muchos países son pura mitología carente de documentos que lo acrediten excepto, y lo enfatizamos una vez más, Israel.
Los países que promovieron tan absurda votación contra la integridad soberana de Israel son evidentemente enemigos declarados de Israel y de los judíos en general. No se puede esperar menos de los enemigos que ataquen, aunque lo más sorprendente fue la posición de aquellos países, que se abstuvieron. La abstención es la negación cobarde de la verdad y justa causa de Israel. Una indigna posición la de aquellos países tibios, que no saben las desastrosas consecuencias que tendrá el cargar la Piedra de Jerusalem.
La decadencia de muchos países no es más que el fruto de su inmunda posición contra Israel. Las naciones son juzgadas por el Cielo por todo lo injusto e inmoral, que en forma de leyes aplican con sus ciudadanos, pero particularmente por las verdaderamente injustas y dementes declaraciones contra Israel. Cada voto contra Israel es un Juicio contra el país que lo emite, lo creas o no lo creas. Una mirada a esos países abstencionistas de la justicia nos dará la razón, más pronto que tarde ¿Qué pasará en estos países? Las noticias son una fuente de información que nos dará la ocasión de comprobar lo que estamos aseverando. Los datos que manejamos nos dicen que “Un total de 22 países votaron a favor de la resolución, 10 en contra y 23 se abstuvieron. Los representantes de tres países se ausentaron” La propia ONU ofrece esta información, que posiblemente será una de las pocas verdades que publique.
Nos unimos al rezo nacional por una Jerusalem reunificada como Capital Eterna de Israel, aunque la UNESCO siga haciendo el ridículo con sus absurdas votaciones. La falta de cultura histórica de las agencias del mal, ubicadas en la ONU, siguen demostrando la importancia de dar a conocer la Ley de la Libertad otorgada a Israel, por el Cielo. Ley de la Libertad que es además la carta fundacional y de propiedad de la tierra, del moderno Estado de Israel. La batalla inconclusa por Jerusalen nos va a dejar nuevamente hazañas históricas incomparables de hombres y mujeres, que aman a Israel y luchan por su libertad. La próxima celebración en este año del Día de Jerusalem adquiere una dimensión especial, que debemos resaltar y festejar con inusitado fervor.
Por: José Ignacio Rodríguez, colaborador especial de Unidos con Israel
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