Por: Rab Yosef Bitton
LA GENERACIÓN DEL DILUVIO
Cuando Dios creó al hombre le concedió la neshamá, su alma: su inteligencia, su capacidad de pensar, analizar, evaluar y elegir. Estas facultades con las cuales el Creador dotó al ser humano fueron definidas por el texto Bíblico como “la imagen y semejanza de Dios”. El hombre, efectivamente, no fue creado al igual que otros seres vivos que habitan en la naturaleza. El ser humano fue concebido como un ser sobrenatural, con la posibilidad de elegir entre el bien y el mal: seguir los dictamines del Creador o los deseos de su cuerpo terrenal.
Diez generaciones después de ser creado, el hombre, colectivamente, eligió el camino del mal. La humanidad comenzó a declinar. La Torá nos cuenta que en esa generación la violación y la corrupción se habían generalizado. Los más fuertes abusaban de los más débiles (Génesis 6). Y la ley que imperaba era la ley de la selva: la supervivencia del más fuerte. El hombre se degradó, sacrificó su imagen Divina y se transformó en un ser dedicado a satisfacer sus instintos naturales. A esta décima generación se la conoce como Dor haMabbul, la generación (corrupta) que mereció ser borrada de la faz de la tierra con el Diluvio. Pero el diluvio no sería el final de la humanidad. Un hombre llamado Noaj (Noé) resultó ser la excepción a la regla. Noaj era un individuo que en relación con el resto del mundo (o a pesar de la corrupción generalizada, según otra opinión) se comportaba con integridad, y vivía consciente de la existencia de Dios, algo que ya había pasado de moda para el resto de los hombres. Dios salva a Noaj para salvar a la humanidad y darle otra oportunidad. Noaj construye el arca y él, su esposa, sus tres hijos y sus esposas –un total de 8 personas– sobreviven el devastador diluvio.
LA PRIMERA LEY
Al descender del arca Noaj construye un altar y ofrece sacrificios a Dios en una claro gesto de gratitud por haberle salvado la vida. Dios bendice a Noaj, le insta a reproducirse y repoblar la tierra, y le presenta un código que contiene dos leyes. La primera ley tiene que ver con los animales. Dios autoriza a Noaj y a sus hijos a comer carne animal (Génesis 9:3). Lo cual hasta ese entonces no estaba permitido, ya que la dieta que Dios indicó al primer hombre consistía únicamente de plantas: semillas, vegetales y frutas. Ahora Dios le permite a Noaj y a sus descendientes disponer de la vida de los animales. Sin embargo, el Creador establece un prerrequisito que deberá ser cumplido antes de consumir la carne animal. No se puede mutilar a un animal vivo para consumir su carne, como hacen los depredadores carnívoros con sus presas. El hombre, antes de consumir la carne de un animal, debe sacrificarlo.
LA SEGUNDA LEY
La segunda ley que Dios le ordena a Noaj también tiene que ver con el acto de matar: el asesinato; matar a un ser humano. Esta ley está formulada de una forma muy básica y elemental. En lugar de “No Matarás” como dice en los 10 Mandamientos esta ley determina que el asesinato será castigado con la pena capital: “Si un hombre derrama la sangre de otro hombre, su sangre será derramada, porque el ser humano ha sido creado a imagen de Dios» (Genesis 9:6). Esta ley llega en gran medida para evitar que se repita el estado de corrupción generalizada que la Torá denunció en Génesis 6, cuando explicó que los hombres poderosos (bene elohim) abusaban de los mas débiles (bene adam). Aquí Dios le recuerda a la humanidad que, más allá de posiciones o posesiones, todo ser humano merece ser tratado con respeto por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios.
EL PACTO ENTRE DIOS y NOAJ
En los próximos versículos (Génesis 9:8 a 9:17) Dios establece un pacto con Noaj y sus hijos. Por un lado en que los seres humanos respetarán la vida de otros seres humanos y el derecho de un animal a una muerte digna, con un minimo sufrimiento. El Creador, por su parte , se obliga a no traer un diluvio, un cataclismo universal que destruya a la humanidad. El arco iris será el recordatorio que la lluvia se detendrá y Dios no borrará a la humanidad de la faz de la tierra.
Para resumir: la fórmula Divina para evitar nuevamente la corrupción de la humanidad, y su destrucción, es el establecimiento de la ley y el orden. Estas dos leyes básicas que recién mencionamos son el principio de lo que se conoce como las Siete Leyes de Noaj.
Aclaremos que de acuerdo a la tradición judía Dios ya le había ordenado a Adam, el primer hombre, seis leyes básicas. En los tiempos de Noaj Dios las estableció como un pacto con la humanidad; agregó la ley que regula el consumo de carne animal, la séptima ley, y estableció la pena de muerte para el asesinato.
Las Siete Leyes de los hijos de Noaj son: la prohibición de la idolatra, de la mutilación animal, de la blasfemia, del asesinato, del robo, del incesto y la orden de establecer de tribunales de justicia y constituyen el primer código Bíblico de Ley Divina el que Dios concibió para toda la humanidad.
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