Raquel Goldschmidt*

La historia sionista realizadora (ir a Israel) de nuestra comunidad colombiana tiene casi la misma edad que la historia de los judíos en Colombia. Quisiera traer algunas palabras sobre nuestros jóvenes y su apego a la tierra prometida, como homenaje a aquellos que han expuesto sus vidas y aún lo siguen haciendo, con amor a su pueblo y a su tierra ancestral. Importante tener en cuenta que nuestra comunidad en Colombia, no es precisamente la de mayor número, somos en total alrededor de unas cinco mil almas (sin contar con los judíos que componen las nuevas comunidades de conversos que son otro tanto) pero sí es una comunidad muy organizada que ha dado todo de sí tanto a Israel como a Colombia.

Cerca del año 1943, el Señor Perlman de Cali fue uno de los pioneros que decidieron empacar su maleta e irse a una tierra fangosa y casi deshabitada, porque pensaba que ese era su lugar en el mundo. Años más tarde, su hijo viajaba en los aviones del ejército para lanzarse de ellos como paracaidista, era un alto funcionario del Shin Bet (Servicio de Seguridad).
En 1947, cuando se veían venir los vientos de independencia y de guerra, catorce chicos colombianos se enrolaron en el ejército de Israel y sin ningún entrenamiento militar, consideraron que aquello que estaba sucediendo “allá” tenía relación directa con los que estaban “aquí”. Entonces tomaron las armas en sus manos para arriesgar sus vidas por la salvación del Estado de Israel y la redención del pueblo judío.
Ellos estaban muy conscientes del enemigo agresor que enfrentaban, enormes países árabes armados contra un puñado de idealistas que amaban y necesitaban su tierra. Entre estos voluntarios quisiera mencionar al señor Enrique Kerpel Z”L, Isaac Celnik Z”L, Enrique Wigoda, Jacobo Szpiro, Jacobo Ghitis, Leonardo Kaplan, entre otros.
Quisiera mencionar al señor Jaime Glogower Z”L. Miembro del Betar en Bogotá (1935) y presidente de Negba (Organización Juvenil Hebrea de aquel entonces), quien fue el primero del grupo en llegar a Israel en Marzo de 1948, dijo: “…La primera impresión al llegar, fue grandiosa: creí haber alcanzado el máximo anhelo de mi existencia…” .
Se enroló en infantería y después pasó a artillería, actuó en la batalla que determinó la toma de toda Galilea. Jaime regresó a Colombia en vista de la insistencia de su padre, con la satisfacción de haber cumplido su deber y con el sueño de regresar algún día a vivir allí.
Con estos jóvenes de aquel entonces, tiene la comunidad judía de Colombia una deuda de gratitud y honra, por haber hecho figurar el nombre de Colombia entre los combatientes por la libertad de Israel.
Dando un salto a la guerra de los seis días, cuando la situación en Israel se vio desesperada ante el ataque de cinco países vecinos árabes: Egipto, Irak, Siria, Jordania y Arabia Saudita, nuevamente enormes países armados contra un puñado de población que se vio en la necesidad de enfrentar al enemigo que lo atacaba para sobrevivir, jóvenes de todo el mundo se voluntarizaron para ir a Israel y exponer sus vidas para que nuestra tierra no nos fuera arrebatada nuevamente, y por supuesto: no podía faltar la honrosa presencia de nuestros jóvenes colombianos, sionistas enamorados de un ideal, aventureros que sabían a lo que iban, ansiosos por no dejar que se nos arrebatara Israel: nuestro lugar en el planeta.
Alrededor de 200 de ellos aproximadamente, abordaron barcos y llegaron a Israel. Entre ellos: Simón Vigoda, Ruty Preuss, Eduardo Zeigen, Julio Kleimerman, Guillermo Zaidman, Bernardo Goldstein, Moisés Dargoltz, Alfredo Gugenhaim, Martha Goldstein, entre ellos.

León Celnik, relató sobre el momento más emocionante: la llegada a Israel: “… Era la madrugada, recién amanecía y lentamente nos acercábamos a la tierra… desde el barco, de pie y en frente: nuestra tierra, antes era el cuento que nuestros padres nos contaban; a medida que nos acercábamos era sentir mis sueños vueltos realidad y los sueños de mi padre verlos realizados en mí. Era la tierra que pisaron nuestros ancestros, la que se me acercaba cada vez más. Por nada del mundo podía yo permitir que nos fuera de nuevo arrebatada…” Su momento más sorprendente: ¡Cuando el maletero le habló en Yidish! León estuvo seis meses en retaguardia del ejército, ya existía un ejército entrenado en Israel.

Su amor a Israel, como el que sentí reflejado en cada uno de los casos que entrevisté, se traslucía a través de sus palabras emocionadas, lo que me es muy difícil transmitir en palabras.

El señor Benny Reines, un caleño entre los voluntarios que viajaron a Israel, fue el que más tiempo estuvo en las filas del ejército, 18 meses y después sirvió como reservista. Fue enviado a la escuela de medicina militar y fue entrenado como paramédico. Estuvo en Israel hasta 1992, cuando se regresó enamorado de una joven de la comunidad de Bogotá.

Acercándonos un poco más a la actualidad, alrededor del año 2000 habían ya pasado por las filas del Tzahal centenares de nuestros chicos y chicas, quienes llegaron a ocupar altos rangos militares.

La ética para con el enemigo

En la entrevista con Moisés Gershman, dijo algo sorprendente, pero que vi repetido en las siguientes entrevistas en todos los casos: todos ellos, luchadores con fe, con amor a Israel, con su sionismo en alto, con la firme creencia en lo que estaban haciendo, y sin embargo, cómo veían al enemigo como seres humanos, a pesar de enfrentar el hecho que eran encubridores de asesinos, o de intelectos creadores de destrucción, se apiadan de sus males, de su dolor, ven en ellos a madres llorando, a niños asustados, les duele verlos siendo entrenados para defender el mal, para matar.

Nuestros jóvenes en Tzahal, son seres humanos que saben que con un mano sostienen un arma y con la otra ayudan a levantarse a los enemigos que van cayendo, sé que suena extraño, pero así es… todos lo dijeron de alguna manera.

Moisés sintió, al igual que el resto, que su experiencia en el ejército había cambiado rotundamente su vida y la visión de la misma. Le pregunté cómo era el trato dentro del ejército a los soldados enrolados: “…somos respetados, nos manejan con mano dura, con fortaleza pero les es prohibido golpearnos o maltratarnos de ninguna manera física o emocional, el castigo es la represión de la salida que nos corresponde”.

Moisés es uno de los héroes que fue herido en guerra, estallando un mortero muy cerca de donde estaba su grupo en un tanque de guerra, cuando llegó al hospital se vio frente a palestinos también heridos o enfermos, ¡pues ellos van a los hospitales de Israel! Y viéndolos fue ahí donde comprendió, estando tan herido como estaba, que ellos también eran seres humanos como él y que no todos son enemigos, “…era impactante verlos a mi lado, siendo atendidos como yo, pero verlos en la clínica me hacía comprender…”

En la entrevista con quien fue el Mayor Jeffrey Fefer, quien trabajó en una base operacional, estuvo rodeado de mucho secreto y la información que podía dar, es un poco parca lógicamente. Su labor estuvo dentro del área de la comunicación aérea y espacial de combate, cuando le entrevistamos, llevaba 5 y medio años en el ejército. Sus momentos más emocionantes fueron “…cuando he sabido que lo que hice aportó al éxito y efectividad de una operación militar y con ello se salvaron muchas vidas civiles…”.

En la entrevista con el Sargento Arie Lechter, quien estuvo en el comando de paracaidistas, contó que participó en acción en el Líbano y en los “territorios” durante la primera Intifada, le pregunté sobre lo que sentía y dijo: “…me sentí realizado, sentí que logré mi sueño: defender una causa importante: la protección de Israel, me siento parte del legado ancestral, el de mis abuelos y el que me dejó el Colegio Colombo Hebreo y Kineret… -la agrupación juvenil dirigida por el Rabino Alfredo Goldschmidt en Bogotá- mis padres fueron los principales gestores de mi ida al ejército”.
El Sargento Mayor Arie Linsker, (hoy maneja un alquiler de autos lujosos, Isralimo), estaba en Najal (Unidad Militar de Infantería) en las fronteras y en el Líbano, él era de los que tenía que entrar a casas de los terroristas para buscarlos y arrestarlos, y dijo: “…Cuando se está en guerra, se entiende porqué se necesita la paz…” en sus incursiones en Hebrón algunas veces le tocó auxiliar a palestinos. Tuvo que entrar a Ramala y a Jenin, cuando tomaron dichos territorios (a consecuencia del ataque de Pesaj en Natania en el Park Hotel), sintió los momentos más duros al tener bajas entre sus compañeros.
Lo que más le daba fuerza, era el sentimiento como soldado, de saber que la gente israelí le apoya. A Arie, la experiencia del ejército, dice, lo volvió mejor hombre, mejor hijo, mejor hermano, mejor amigo. Arie agregó:”…Jackie Gross (quien había sido compañero suyo en el colegio en Bogotá un par de cursos menor) fue soldado mío, era un berraco, un día me dijo: nunca pensé que usted era así y nunca pensé que yo podía ser así“.
Hoy, circulan por el ejército de Israel más y más jóvenes de nuestras comunidades y a ellos se agregan los jóvenes de las 18 nuevas comunidades emergentes, los cuales son un orgullo más para nuestra gente.

Me es difícil, mencionarlos a todos, pues todos merecen ser mencionados, la sensación de orgullo que se siente a través de sus palabras, de orgullo por ellos, son nuestras estrellas en el cielo que nos iluminan, que nos maravillan, todas y cada una de ellas y no podemos seleccionar entre todas cuál es la más hermosa, porque todas juntas, las antiguas y las nuevas, las grandes y las chicas se tornan brillantes, para dejarnos ver el camino del futuro. Dios los bendiga y les de honor, a ellos y a todos los jóvenes de todas partes del mundo y de Israel que se hacen presentes en Tzahal.

Nota: Los datos de la primera época fueron tomados de la Revista Menorah, al servicio de la comunidad judía de Colombia de 1951, siendo director: Isaac Celnik* Directora de la revista Hashavua blog.

Fuente: Aurora