Policías y rescatistas en la escena de un ataque terrorista en Tel Aviv, 7 de abril de 2022. (Avshalom Sassoni/Flash90) (Avshalom Sassoni/Flash90)

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Al informar este domingo  al anochecer sobre el acuchillamiento de un policía en la Ciudad Vieja de Jerusalem (de 24 años, tiene heridas de mediana entidad),  la reacción inmediata de numerosos receptores de la noticia fue “¿otra vez?”.

Por: Ana Jerozolimski, Directora de Semanario Hebreo Jai

Y ni que hablar cuando corto rato después informamos sobre un incidente junto a Tekoa en Gush Etzion, en el que un palestino parece que abrió fuego-sin lograr herir ni matar a nadie- y se infiltró al lugar, donde fue baleado por un guardia que lo dejó herido.

Pues sí. Otro más. De nuevo. Y no hay duda ninguna que esto no ha terminado. Al odio de fondo, a la incitación responsable de esta situación, a la demonizacion de Israel y los elogios al asesinato de judíos, se agrega el fenómeno de la imitación. No es nuevo ni tampoco desaparecerá. Cuando un atentado es “exitoso” –desde el punto de vista palestino por cierto- o sea cuando el atacante logra matar israelíes, despierta en otros palestinos extremistas el deseo de hacer lo mismo, de cometer otro atentado.

Nos seguimos horrorizando, pero no hay motivos para seguir sorprendiéndonos. Mientras no desaparezca la incitación al odio, la justificación del asesinato, el  motivo antisemita en los libros de estudio palestinos- este es un tema muy candente ahora mismo en la Unión Europea, que ha congelado ayuda de millones de euros a la Autoridad Palestina por este problema de los contenidos- los atentados continuarán.

Claro que si hubiera una solución política, una fórmula de paz, un Estado palestino independiente, algunos de los atentados quizás no serían llevados a cabo. Pero esa no es la razón central, en absoluto. El odio fue previo a 1967, cuando se conquistaron los territorios hoy en disputa en la guerra de autodefensa que fue la de los Seis Días en 1967. Y el discurso de odio no es por tal o cual frontera ni por tal o cual gobierno al frente de Israel sino por la existencia misma de Israel. No es desesperación sino incapacidad de aceptar al Estado judío.  No hay otra forma de explicar la justificación del terrorismo, la crueldad de los extremistas incitados , la presentación de asesinos como ejemplos a emular.

La captura de los asesinos de los tres civiles en El´ad fue una señal de alivio, ya que nadie podía descartar que realizaran otro atentado.

Así se llevaron a cabo los rastreos.

Pero esto no ha terminado.

Y  tampoco si se decide eliminar al jefe de Hamas en Gaza Yehia Sinwar terminará. Que el mundo será mejor sin él, es indudable. Que él es hoy en día el nervio motor central de la incitación al odio y la exhortación explícita al asesinato, es seguro. Pero no es el único , ni el primero ni el último.

Y no hay nada que gobiernos anteriores hayan hecho, que el actual no haga. Es una lucha denodada contra el terrorismo, que siempre tendrá el interminable dilema de cómo asestar golpes mortales a los terroristas-lo cual incluye lo militar y económico- sin dañar irremediablemente a la población civil.

El desafío de hallar la fórmula correcta es casi misión imposible, tratándose de un país como Israel que quiere proteger a su población sin tomar medidas con las que no pueda vivir.

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