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GUERRA DE PALABRAS
Balak, el rey de Moab, se siente amenazado por la presencia de Israel cerca de su tierra. Él sabe que las armas convencionales no serán suficientes para combatir a este pueblo que cuenta con la ayuda de Dios. Balak decide entonces utilizar una estrategia más sofisticada. Contrata a Bil’am, un hechicero famoso por el poder de sus palabras. Bil’am puede pronunciar maleficios y palabras mágicas que supuestamente destruirá al enemigo. Nada más adecuado para derrotar a este pueblo que poderes no convencionales. HaShem interviene y no le permite a Bil’am maldecir a Israel. Por el contrario, Bil’am se ve forzado a alabar y pronunciar bendiciones para Israel . Algunas de estas bendiciones son tan hermosas que las hemos incorporado a nuestras Tefilot diarias. Como vemos, las palabras son muy poderosas. El ser humano fue dotado con la increíble habilidad del lenguaje. Este regalo Divino nos permite comunicarnos unos con otros y expresar nuestras ideas, pensamientos y sentimientos.

HABLAR DE LOS DEMAS
Pero controlar nuestras palabras es una gran responsabilidad. El habla de una persona refleja su nivel intelectual y espiritual. Un individuo educado y refinado no usará las malas palabras y del lenguaje negativo o agresivo. Tenemos un gran número de Mitsvot en la Torá que nos advierte sobre el dolor que las palabras negativas pueden causar a los demás. Como padres debemos aprovechar cada oportunidad que tengamos para enseñar a nuestros hijos a mantenerse alejados del uso de un lenguaje tóxico. Por ejemplo, si escucho a mi hija hablar con sus amigas negativamente acerca de otra amiga, debo recordarle la prohibición del Lashón haRá y los efectos destructivos de este terrible hábito. Obviamente, el proceso de enseñanza más poderoso sucederá cuando mis hijos observen que mi marido y yo, en nuestras conversaciones, nunca hacemos comentarios negativos sobre otras personas.

MALAS PALABRAS vs. BUENAS PALABRAS
Pero no todo es cuidarnos de hablar mal. También hay que aprender a usar las buenas palabras. El discurso positivo es muy pero muy poderoso. Pero hay gente que no sabe elogiar: solo criticar o atacar. El rey de Moab, y Bil’am son quizás el mejor ejemplo. Balak tenía miedo de Israel y contrató a Bil’am para que maldijera al ejército judío, lo debilitara y así en la batalla lo podría vencer. La pregunta por el millón es: Si Balak pensaba que Bil’am tenía superpoderes, y que con sus palabras podía afectar al ejército judío, ¿por qué no le pidió que bendijera a su propio ejército? ¿Por qué en lugar de maldecir a Israel no le pidió a Bil’am que bendijera a su pueblo Moab? Aparentemente, Balak solo podía pensar en maldecir… Hay muchas personas que no pueden bendecir o elogiar: solo pueden criticar….

PALABRAS QUE SUBEN LA AUTOESTIMA
Nosotros, los judíos, somos diferentes. Cuando rezamos por Medinat Israel, por ejemplo, lo primero que le pedimos a Dios es que bendiga a nuestros soldados, no que maldiga al enemigo. La Torá nos enseña que las buenas palabras, las bendiciones, los elogios, tienen un enorme poder que afecta positivamente a los demás. Cuando alguien está mal, se encuentra triste o deprimido, las palabras de apoyo de un amigo le dan ánimo, levantan su espíritu, lo curan. Lo mismo pasa con las palabras de agradecimiento y de reconocimiento hacia el esfuerzo que hacen los demás: con palabras positivas ayudamos a que los demás se sientan bien consigo mismos. Hacer este tipo de Jesed con el prójimo ¡es tan sencillo! Como dice la Torá: כי קרוב אליך הדבר מאוד… Cumplir con la Torá es muy accesible. La posibilidad [de hacer el bien] «está en tu boca y en tu corazón» . ¡Con muy pocas palabras podemos hacer mucho bien!

PALABRAS CON SUPERPODERES
Nuevamente, debemos enseñar a nuestros hijos con nuestro ejemplo. Así como los regañamos cuando hacen algo mal, debemos aprender a elogiarlos cuando hacen algo bien. El poder del elogio es increíble. ¡Y hay que utilizarlo en su máxima potencia!. Generalmente, a la hora de corregir comportamientos negativos de nuestros hijos, solemos criticarlos. Cuando hacen algo mal, allí está mama o papá listos para regañarlos. ¿Pero, qué sucede cuando hacen algo bien? ¿Nos acordamos de elogiarlos? Si nuestros hijos solamente reciben críticas, aunque sean justificadas, es muy posible que se sientan inadecuados o torpes. Y que a la larga sufran de baja autoestima. También es muy posible que en el futuro nos imiten y se conviertan en «criticones» de los demás. ¿Es eso lo que queremos para los seres que más amamos? Debemos aprender a encontrar un balance entre la crítica constructiva, que como padres tenemos que ejercer, y el elogio: las palabras de aliento y reconocimiento a nuestros hijos, que los va a nutrir de autoestima y los va a convertir en personas de bien, que utilizan un lenguaje positivo hacia los demás.

SHABBAT SHALOM

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