Por Jaled Abu Toameh
Los Parlamentos, una de las manifestaciones más potentes de la democracia, representan al electorado, promulgan leyes y supervisan al Gobierno mediante sesiones de control y comisiones de investigación.
Al parecer, esto no aplica para los palestinos, que, como consecuencia de la lucha de poder entre el Fatah del presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abás, que gobierna en la Margen Occidental, y Hamás, que lo hace en la Franja de Gaza, llevan 11 años sin Parlamento.
El Legislativo unicameral de la AP es el Consejo Legislativo Palestino (CLP), con 132 diputados. Tanto la AP como el CLP se crearon tras la firma del Acuerdo de Oslo, en 1993. Las primeras elecciones legislativas palestinas se celebraron en enero de 1996. Las segundas, y últimas, en enero de 2006, y en ellas obtuvo la victoria Hamás.
En 2007 Hamás se hizo violentamente con el control de Gaza y acabó con el régimen de la AP en ese territorio. Desde entonces, el Parlamento palestino no ha funcionado con normalidad, aunque en ocasiones los legisladores de Hamás se reúnen en la propia Gaza. Sin un Parlamento funcional,Abás no hace sino aprobar leyes por “decreto presidencial”. Varios palestinos han cuestionadola legalidad de los mismos y acusado al rais de violar la Ley Básica Palestina.
En la práctica, Abás ha sustituido al CLP como único legislador palestino, lo que le ha convertido en un presidente autócrata y totalitario que toma decisiones sin rendir cuentas a nadie, ni siquiera a los miembros del Parlamento palestino. Y, lo que es peor, viene utilizando sus poderes para castigar a los diputados que se atreven a criticarle o a manifestar su oposición a sus políticas. Así, en 2016 despojó de su inmunidad parlamentaria a cinco legisladores rebeldes: Mohamed Dahlán, Shami al Shami, Nayaf Abu Bakr, Naser Yuma’ah y Yamal Tirawi. “La decisión de Abás vulnera la Ley Básica Palestina, que estipula la separación de poderes entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial”, declaró entonces Abu Bakr. “Respetamos el sistema judicial y la ley. Rechazamos cualquier intento de utilizar la ley para manipular a la Judicatura”.
A Abás no le gusta el CLP porque sabe que muchos de sus miembros, de Fatah y Hamás, son críticos con él y sus políticas. Como no soporta las críticas demasiado bien, se siente sin duda más cómodo pronunciando discursos en foros internacionales como Naciones Unidas o el Parlamento Europeo, y en sus propios feudos de Fatah y la OLP, que en el Parlamento palestino. Ahí nadie le reprocha su tiranía. Las instancias de la OLP y Fatah a las que se dirige frecuentemente están dominadas por sus fieles, a muchos de los cuales tiene en nómina. ¿Quién necesita un Parlamento cuando controla el Comité Ejecutivo de la OLP, el Consejo Central de la OLP y el Comité Central de Fatah, de cuyos miembros se espera que respalden ciegamente a Abás? Estos tres órganos han reemplazado de facto al CLP como institución decisora. Ahora bien, las únicas decisiones que toman son las que respaldan plenamente a Abás en todo lo que dice y hace.
A falta de un Parlamento, los palestinos no tienen a dónde dirigir sus quejas. No pueden escribir ni llamar por teléfono a sus representantes electos para quejarse de nada. Lo único que pueden hacer es recurrir a las redes sociales –especialmente a Facebook– para transmitir sus puntos de vista. Y ni siquiera ahí están a salvo del largo brazo de las fuerzas de seguridad palestinas. En los últimos años, numerosos palestinos han sido hostigados, detenidos e interrogados por las fuerzas de seguridad de Abás por publicar comentarios críticos en Facebook.
El pasado día 14 los leales a Abás dieron otro paso para socavar la oportunidad palestina de convertirse alguna vez en una sociedad libre y democrática, con un Parlamento funcional y vigoroso donde se debata libremente. El Consejo Revolucionario de Fatah, otro órgano importante dominado por los abasistas, recomendó que el presidente palestino disolviera el CLP y preparara elecciones generales en la Margen Occidental y Gaza. Esta recomendación, emitida por funcionarios no electos de Fatah contra miembros electos del Parlamento palestino, ha sido considerada antidemocrática en términos jurídicos y parlamentarios, así como debilitadora de la confianza de los palestinos en Abás y en el resto de sus dirigentes.
Los críticos con Abás y los juristas han condenado la recomendación de Fatah. Sostienen que esa decisión no está destinada a llevar la reforma y la democracia a la sociedad palestina, sino a que Abás y Fatah se saquen de encima el CLP.
Hasán Jraisheh, vicepresidente del CLP, dijo que ni Abás ni Fatah están autorizados a disolver el Parlamento. “El CLP fue elegido por el pueblo palestino y no lo puede disolver el Consejo Revolucionario de Fatah, que no fue elegido por el pueblo palestino”, declaró. “Disolver el Parlamento significa disolver la Autoridad Palestina, lo que también supone disolver la propia Presidencia de Abás”.
Esto es otro intento de Abás de silenciar a sus críticos e impedir el debate abierto. Sin Parlamento no hay, por ejemplo, debate sobre la política de Abás en relación con sus rivales de Hamás o sus relaciones con EEUU e Israel. Sus asistentes afirman que la decisión de disolver el CLP tiene el objetivo de preparar unas elecciones parlamentarias y presidenciales que debieron celebrarse hace mucho tiempo. Sin embargo, la continua lucha de poder entre Abás y Hamás imposibilita la celebración de unos comicios libres y limpios. Los partidos no se fían los unos de los otros, así que es difícil ver cómo, en las actuales circunstancias, podrían ponerse de acuerdo para celebrar unos comicios.
Debido a la lucha entre Hamás y Fatah y a los intentos constantes de Abás de puentearlo y debilitarlo, el Parlamento palestino agoniza desde hace 11 años. La recomendación de Fatah de disolverlo no ha hecho sino poner el último clavo en su ataúd. Al marginar al CLP, Abás y sus leales han destruido cualquier esperanza que los palestinos hayan podido tener de contar con un Parlamento funcional.
Cosas del destino, la maniobra de Fatah para disolver el CLP se produjo horas antes de que el Parlamento israelí, la Knéset, inaugurara su sesión invernal en Jerusalén. Así pues, lo único que les queda a los palestinos es envidiar a Israel, que tiene un Parlamento vibrante donde los diputados, incluidos los árabes, son libres de criticar y denunciar al Gobierno y a sus integrantes sin temor a la intimidación y las represalias. Por ahora, parece que los palestinos tendrán que vivir con una dictadura y con unos líderes autócratas que están haciendo todo lo posible por privarlos de democracia, transparencia y rendición de cuentas.
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio
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