Woman in Saudi Arabia

Por Jesús M. Pérez

El debate sobre la prohibición en Francia del burkini ha tenido bastante ocupada estos días a la intelligentsia europea y a buena parte de la opinión pública gracias a las redes sociales.

Las posiciones sobre el tema, bastante vehementes en muchos casos,  han trascendido el tradicional eje izquierda-derecha con posiciones a favor y en contra en uno y otro lado. Así, la prohibición sería un flagrante caso de paternalismo occidental, una cortapisa al libre albedrío, una decidida acción emancipadora o un freno al islamismo en Europa según a quién se consulte.

Reconforta ver cuánta preocupación han suscitado estos días los derechos y la situación de las mujeres musulmanas. Pero personalmente me llama la atención que este debate tenga criterios geográficos. La pasión empleada en el debate sobre los derechos y libertades de las mujeres musulmanas en Europa estos días no es habitual cuando se trata de los derechos y libertades de las mujeres musulmanas en otros lugares.

Son significativos los olvidos que uno encuentra. A mí, por ejemplo, me llamó la atención que el periodista Ilya Topper relacionara el debate del burkini con la “expansión de la mortífera ideología wahabí”, corriente musulmana ultrafundamentalista que actúa de religión de Estado en Arabia Saudita. No es ese un país cuyos valores me parezcan defendibles, pero me parece reduccionista vincular la imposición de determinada vestimenta a las mujeres con la rama suní del islam en general y de Arabia Saudita en particular. Irán es otro país donde existen leyes al respecto y donde se persigue a las mujeres en la calle para hacerlas cumplir con ellas. Es más, tenemos la existencia de una prenda específica en Irán: el chador. El olvido de Irán no me parece casual en un periodista que habitualmente carga contra Arabia Saudita e Israel, principales enemigos geopolíticos de Irán en la actualidad.

Y es que si hacemos un repaso a los lugares que cuentan con legislación sobre la vestimenta femenina encontramos la obligatoriedad de esconder el pelo, el cuerpo o ambos en Arabia Saudita y en Irán, pero también en Sudán y en Gaza. Y aquí entramos nuevamente en la hiperrealidad que construyen los medios de comunicación sobre el conflicto árabe-israelí. Porque la sensibilidad para crear conciencia ante la situación de las mujeres en lugares como Arabia Saudita y Afganistán es menor cuando se trata de Gaza. Y es que, sin ir más lejos, tras Arabia Saudita y Afganistán, el tercer lugar del mundo en que apareció un comité para la propagación de la virtud y la prevención del vicio fue la Franja de Gaza bajo el gobierno de facto de Hamás. El propósito de esa policía religiosa es perseguir a grupos de jóvenes que organizan fiestas al aire libre o a mujeres por ofensas como vestir de forma poco apropiada.

El conservadurismo religioso en la Franja está asociado al auge del grupo islamista Hamás y su captura del poder en 2006. No se trata por tanto del mantenimiento de una tradición. Así, el uso del velo se convirtió, como símbolo islamista, en una cuestión política. Una vez en el poder, Hamás ha impuesto la obligatoriedad del velo en varias instituciones. Por ejemplo, en la universidad es obligatorio no sólo el velo, sino una prenda que cubre el cuerpo, el yilbab. Fuera de las instituciones existe una enorme presión social para su uso. Esa presión llega al acoso callejero e incluso a acusaciones de haber abandonado el islam para quien desafía públicamente la imposición, como fue el caso de la cinematógrafa Razan Madhún.

La imposición de una determinada vestimenta no es la única dimensión donde los derechos de las mujeres son vulnerados en Gaza. Y no es una cuestión que responde sólo a los valores conservadores del proyecto político islamista de Hamás. Aitemad Muhana habla de que la falta de expectativas ha creado una “crisis de masculinidad” en la Franja. Los hombres no pueden cumplir su rol tradicional de proveedor de la familia y descargan su frustración en el ámbito doméstico. Así contaba Angela Robson en el diario británico The Guardian allá por 2012 que, según una encuesta del Palestinian Central Bureau of Statistics, el 51% de las mujeres casadas de Gaza habían sufrido violencia a manos de sus maridos en los 12 meses anteriores.

Podríamos preguntarnos por qué estas facetas de la vida en Gaza no aparecen en las crónicas periodísticas, cuando no hay problema o personaje extremo de la sociedad israelí que no haya sido retratado. Tuvimos un ejemplo de la lógica con la que funcionan los medios españoles hace poco. El canal de televisión La Sexta visitó la Franja para mostrar los efectos del “bloqueo israelí” y el trabajo de una ONG médica en la zona. Pero se salió del guión habitual emitiendo un reportaje titulado Prohibido montar en moto, pasear por la playa y fumar. Las normas de Hamás para disciplinar el cuerpo de las mujeres. En el momento de su presentación en La Sexta Noticias, apareció la imagen de una mujer con burka. Se trató de un error, porque el burka es una prenda usada en Afganistán y zonas de Pakistán que se caracteriza por una rejilla que cubre los ojos. El equivalente usado en Oriente Medio y la Franja de Gaza es el niqab, una prenda negra que sólo deja los ojos a la vista. Es un error habitual en la prensa europea, que emplea el término burka cuando quiere referirse al niqab. La corresponsal en la zona del canal público iraní HispanTV, Isabel Pérez, señaló el error en Twitter e inmediatamente un periodista de La Sexta pidió disculpas. El reportaje desapareció de la página web del canal, aunque es posible encontrar todavía páginas con un enlace al mismo. Hemos visto a periodistas defender con ahínco trabajos periodísticos con errores más graves. Así que no es difícil sacar conclusiones.

Fuente: Breslev en español

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