Un chiste judío propone que los antiguos israelitas marcharon de Egipto a Canaán por la tartamudez de Moisés. Dios le ordenó: “Lleva mi pueblo a la Tierra Prometida, la tierra que mana leche y miel; llévalo a Canadá”, y Moisés repitió a sus columnas con gran esfuerzo: “¡Vamos a Can… can… na… án!”. Y allí los encajó.