Soy muy escrupuloso con la soberanía. Las naciones soberanas tienen fronteras y sus líderes deciden quién puede cruzarlas. Excluir a individuos que son hostiles, incluso simplemente cuestionables, es una práctica común.
Barack Obama hizo todo lo que estuvo en su mano para no mandar tropas americanas a ese enmarañado conflicto, aun a costa del prestigio de EEUU y de su Administración.
Ver cómo, en los últimos 16 años, Turquía se ha convertido en una nación islamista autoritaria, tan espeluznante como lo fue la vertiginosa caída de Irán en 1979.
Mientras Naciones Unidas, Israel y EEUU proponen planes para aliviar el sufrimiento de los habitantes de la Franja de Gaza, gobernada por Hamás, Irán ha prometido seguir ayudando económica y militarmente.
Ha habido dos manifestaciones clave de esta deriva perniciosa. La primera la protagonizó Hamás, la mayor de las organizaciones terroristas islamistas palestinas, que gobierna Gaza desde 2007.
Aunque un auténtico acuerdo de paz con los palestinos sigue siendo un milagro lejano y la amenaza iraní está siempre presente, Israel ha emergido como superpotencia regional, tanto en lo militar como en lo económico.
En las últimas semanas, dirigentes de Hamás han manifestado su honda satisfacción por la labor de los activistas del BDS en todo el mundo. El grupo palestino está convencido de que la campaña antiisraelí logrará, en último término, allanar el camino para la eliminación de Israel.
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