Regresé de Israel hace unos días. Cuando me preguntan qué es lo que más me gusta de Israel, mi respuesta es: REZAR. Son las 18:00 hs y estoy en la Ciudad Vieja. En un rincón discreto, a cinco minutos del Muro de los lamentos, detrás de una pesada puerta plateada muy decorada (ver foto), se esconde mi sinagoga favorita:

Nuestros Sabios nos enseñan que la bendición de HaShem alcanza para que todos ganen y nadie pierda, ya que es infinita. Así, orar en plural nos entrena a superar nuestro egoísmo, y refuerza nuestra sensibilidad hacia los demás.

Abraham Abinu descubrió a Dios al observar la creación. “Tiene que haber un Creador Inteligente”, razonó Abraham, Alguien que trajo todo a la existencia y continúa haciendo que este maravilloso mundo funcione (יש אדון לבירה).

En el tratado Ta’anit, 23a, la Guemará nos cuenta sobre Abbá Jilquiyá, un hombre extremadamente honesto, que trabajaba muy duro, pero era pobre. Hay varias lecciones muy importantes que se aprenden de este episodio de Abbá Jilquiyá respecto a cómo rezar.