Si en Yom haShoá lloramos a los desaparecidos, sería justo que el resto del año lo dedicáramos a apreciar la suerte de haber logrado sobrevivir y llevar una rutina que, aún en la peor de las miserias imaginables, sería la envidia de quienes nunca podrán decir “nunca más”.

La primera vela la encendieron los niños. La segunda vela la encendieron los representantes de Medinat Israel. Y para la tercera vela, invitaron a todos los sobrevivientes del Holocausto a participar. Yo, instintivamente, me puse de pie.

El régimen te está oprimiendo y cuando este régimen desaparezca de la faz de la tierra, nuestros dos pueblos podrán vivir juntos una vez más en convivencia

Esa pregunta se responde, que, así como uno no olvida a un padre o hijo por el hecho de haber fallecido, tampoco se puede olvidar a los seis millones de hermanos exterminados por los nazis de quienes somos sus parientes adoptivos porque muchos no tienen quién los recuerde. Perseguir a los responsables del genocidio no es un acto de venganza, aunque la entendería, sino de justicia. Cuando un delincuente comete un crimen la sociedad lo sanciona, no por venganza, sino por justicia, porque las personas deben pagar por las consecuencias de sus actos. Así, cada vez que recordamos el Holocausto, hacemos justicia con las víctimas inocentes. Pero hay muchas otras razones más.