Hashem les envía la pareja que podría ser su mejor compañero-a en la vida, pero ellos quieren algo diferente: alguien con más dinero, con más pedigrí, con más atractivo…

Mendel ya no lo soportaba más. Mirando en derredor, se puso a pensar: ¿Por qué la vida le resultaba tan difícil? Todos sus vecinos parecían tener éxito en sus respectivos oficios y a él siempre le faltaba dinero. Mendel tenía tres hijas que ya estaban en edad de casarse y apenas si le alcanzaba para comprar pan. ¿De dónde iba a conseguir el dinero para la dote? ¿Acaso sus hijas iban a terminar marchitándose en casa? Mendel suspiró, frustrado. Y entonces se acordó… del Rebe! El Rebe, el gran tzadik, el discípulo del santo Noam Elimelej. Él seguramente lo ayudaría.

El Rebe escuchó el lamento de Mendel y cerró los ojos concentrándose profundamente. Un minuto más tarde, los abrió: “Mendel, ve al marcado de Vinitza mañana y cuando regreses, vuelve aquí y dime qué encontraste”.

Esa noche, Mendel estaba tan entusiasmado que apenas si logró dormirse. Dos horas antes del alba, Mendel partió a pie emprendió el trayecto de 7 km rumbo a Vinnitza. Primero rezó en la sinagoga junto a los demás mercaderes y luego se dirigió al mercado. Decepcionado, retornó a su pueblo esa misma noche, sentado en la parte trasera de un furgón de forraje. No había encontrado solución a su problema ni tampoco había visto nada extraordinario.

Antes de ir a casa, se detuvo en el estudio del Rebe. El asistente lo hizo pasar y entonces el Rebe alzó la vista de su tomo del Talmud y le preguntó: “Nu, Mendel, ¿qué encontraste en el mercado?”

“Nada, Rebe; nadie me ofreció maná del cielo ni tampoco vi nada fuera de lo común”.

“¿Estás seguro, Mendel? Piénsalo de nuevo. Presta atención a los pequeños detalles…”.

“Oh sí… hubo algo que sí me llamó la atención, Rebe: cuando los mercaderes de ganado fueron todos a la plaza a comerciar, ataron los caballos a los faroles de metal de la calle principal del mercado. Los caballos tenían frenos de acero en la boca y los cabestros estaban tan fuertemente atados que no se podían mover; los comerciantes dejaron las bolsas con forraje para cada caballo y se fueron a negociar los unos con los otros.

“Y entonces ¿qué pasó, Mendel?”, preguntó el Rebe.

“Los fruteros y los verduleros iban cabalgando en sus carretas pro la calle, llevando suculentas manzanas rojas y zanahorias naranjas. Los caballos que estaban atados a los faroles se volvieron locos. ¡Querían comerse las manzanas y las zanahorias! Los caballos trataron de zafarse de sus ataduras pero solamente se lastimaron en el intento. Al final, se dieron por vencidos y se pusieron a comer el forraje…”.

“Mendel, ¿acaso no te das cuenta del mensaje que te estaba enviando Hashem?”

“Ahora sí, ahora sí lo entiendo, gracias a Ud. Rebe. Hashem quiere que coma el forraje sin quejarme, sin tener envidia de mis vecinos que tienen más éxito que yo”.

Nada cambió en la vida de Mendel, excepto que ahora empezó a ser feliz con lo que le había tocado en la vida.

El Talmud dice que encontrar el alma gemela y ganarse el sustento es más difícil que dividir el Mar Rojo.

Pero sabemos que Hashem es Todopoderoso. Entonces ¿por qué decimos que algo Le resulta difícil? ¿Qué es lo que está queriendo decir el Talmud?

Hashem cuenta con todos los medios para enviarnos tanto el sustento como la pareja a cada uno de nosotros. Sin embargo, son muy pocos los que están satisfechos con lo que Hashem les da. ¡Siempre quieren más! En vez de las necesidades básicas que Él les provee, ellos quieren coches último modelo y restaurantes franceses. Hashem les envía la pareja que podría ser su mejor compañero-a en la vida, pero ellos quieren algo diferente: alguien con más dinero, con más pedigrí, con más atractivo… Igual que los caballos frustrados, ellos se rompen la nuca tratando de obtener las manzanas y las zanahorias, que por supuesto nunca llegan a alcanzar… Qué lástima que no se contentan con lo que tienen, porque entonces podrían vivir tranquilos y felices…

Si no me equivoco, lo que quiere decir el Talmud es que Hashem no tiene ninguna dificultad para enviarnos lo que sea. El problema es que nosotros, los seres humanos, no nos damos cuenta de que Hashem está haciendo lo mejor para nosotros; no tenemos la suficiente emuná para ser absolutamente felices con lo que nos dieron…

Hashem sacó al pueblo judío de Egipto con la intención de llevarlos rápidamente a la Tierra de Israel. Pero en vez de aceptar la forma en que Hashem hacía las cosas, cada uno tenía su propia opinión. Algunos querían retornar a Egipto, como los izquierdistas de hoy en día, que se rinden ante los egipcios  en vez de someterse a Hashem. Otros, como los derechistas de hoy en día, querían luchar. Najshon ben Aminadav comprendió que Hashem no quería ni lo uno ni lo otro. Y por eso saltó dentro del agua y entonces Hashem partió el mar. Vemos entonces otra vez más que la dificultad que tuvo Hashem para partir el mar es la misma que tiene hoy para que cada uno de nosotros nos demos cuenta de que Él está haciendo lo mejor para nosotros.

Fuente: Breslev en español

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