Aurora Aurora

Ofer Laszewicki Rubin – Florentine (Tel Aviv)

Entre calles decoradas con coloridos grafitis en el barrio de Florentine, el epicentro hípster por excelencia de Tel Aviv, adolescentes y adultos llegados de rincones de todo el mundo entran puntuales a las seis de la tarde a un humilde edificio a aprender hebreo.

A diferencia de los grandes y visibles ulpanim (escuelas de hebreo) estatales, “Ulpan Bayit”, que significa casa literalmente, está ubicado en una primera planta de un bloque de viviendas particulares.

Se llama casa, porque esta escuela nació en el salón de su fundador, Yaron Sivan. Este joven telavivi, que sentía que el modelo clásico de aprendizaje del idioma local tenía ciertas deficiencias, decidió emprender y empezar a dar clases particulares en su casa. Su alumnado fue aumentando, por lo que el negocio creció, armó un joven y dinámico equipo de maestros, y alquiló un departamento entero en la calle Frenkel.

Como explicó en fluido castellano Matan Rosenstrauch, profesor en la academia que vivió un tiempo en Barcelona, “Ulpan es la palabra que describe una escuela del idioma hebreo, que es un concepto bastante antiguo. Con las llegadas de judíos que hicieron aliyá en los años 50 o 60, el estado ofreció a los judíos que llegaban clases para aprender hebreo”. Pero aclara: “hoy vivimos en un mundo más global, y a Israel, principalmente Tel Aviv, viene también mucha gente por motivos laborales o sentimentales, y hay escuelas privadas como ésta que enseñan el idioma”.


Mientras que en los ulpanim estatales, que suelen ofrecer cursos intensivos de medio año, las clases acostumbran a estar abarrotadas y el alumno apenas dispone de tiempo para interpelar al profesor, en “Ulpan Bayit” se buscó generar un ambiente más distendido, en pequeñas clases de no más de 15 alumnos, un formato que favorece la interacción. “Gente que no sabe escribir ni leer en un mes es capaz de escribir todo el alfabeto hebreo y tener conversas básicas”, señala Matan. Y prosigue: “Aprenden a manejarse en la calle, en el restaurante, el mercado… no es fácil, ya que todo es al revés, de derecha a izquierda. Supone crear un nuevo espacio en tu cerebro”.

El joven maestro también apunta otra diferencia significativa. Las academias públicas cuentan con materiales que fueron pensados para judíos que “vinieron en los primeros años y se transmitía el ideal de un Israel perfecto”, pero muchos de esos contenidos quedaron anticuados, con palabras que apenas se usan. “El idioma es algo que cambia. Por ejemplo, hay lenguajes de la comunidad gay o de la comunidad sefardí, y eso no lo tienen en cuenta”, apunta.

Además de apostar por un lenguaje más fresco, actual y basado mucho en la práctica del dialogo, Matan cuenta que en “Ulpan Bayit” tienen un discurso más abierto: “aquí hay todo tipo de profesores. Yo, por ejemplo, soy activista por la paz entre Israel y Palestina. También hay actores o bailarines. Llevamos al Ulpan cosas mucho más allá del idioma. Hablamos de cultura, de música, del conflicto, de lo que la gente quiera”. Pretenden transmitir desde el primer instante como es la vida real en la calle.

Debido al crecimiento del número de alumnos, la dirección de la academia alquiló un espacio anexo, cuya finalidad es programar eventos culturales abiertos al público. “Por ejemplo, vinieron dos músicos a dar una actuación. Entonces, durante las clases de la semana, enseñamos algunas de las palabras que iban a utilizar los artistas, y la gente escuchando la música reconocía cosas. Es también una oportunidad de aprendizaje”, cuenta Matan. También han programado charlas sobre política local y nacional, movilidad y planificación urbanística, o de abogados especializados en cuestiones de inmigración para no judíos, cuestión con la que lidian muchos alumnos y maestros de la academia, que deben afrontar, en ocasiones, arduos procesos burocráticos para obtener permisos de trabajo o residencia.

“Invitamos recientemente a la parlamentaria Meirav Mijaeli, del partido laborista, que es muy feminista. Habló de cómo de forma natural usamos el idioma hebreo en la conjugación masculina plural, y sobre como esto afecta a las relaciones entre hombres y mujeres”, añade el maestro.

A pesar de todo, reconoce las dificultades en el periodo inicial de aprendizaje. Y algunas barreras fonéticas: “a los que hablan español les cuesta mucho pronunciar la letra reish, y a los brasileros les cuesta diferenciar entre jet y reish”. Para superar la habitual frustración que invade al que afronta su primer periodo de aprendizaje, Matan aconseja tener curiosidad: “si ves algo escrito en la calle, léelo. No digas que ahora no puedo porque me da dolor de cabeza. Hay cosas pequeñas, como poner notas con los nombres de los muebles en la casa, que ayudan a memorizar”.

Fuente: Aurora