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Brussels attack

Vuelvo por un momento al cálido verano del año 2014, exactamente al mes de agosto. Es cuestión de ejercitar un poco la memoria para recordar lo que sucedía en aquél entonces en Medinat Israel: se llevaba a cabo por el Tzahal –las Fuerzas de Defensa de Israel– la operación Margen Protector –Tzuk Eitan en hebreo–.

Permitiéndome hacer un breve resumen de lo anterior, fue aquél entonces cuando sobre las cabezas de millones de personas inocentes, civiles israelíes de quienes no quedaron exentas las mujeres, mucho menos los niños, ni los adultos mayores, volaron más de 3,300 cohetes, de los que, desafortunadamente, el 70% impactó suelo israelí, provocando así la muerte de 72 israelíes e hiriendo a 556 más.

Paralelamente, recuerdo con frustración y enojo, en Bélgica, al tiempo que los ciudadanos israelíes se resguardaban en refugios anti-bombas para protegerse de los miles de cohetes que el grupo terrorista radical islámico palestino Hamás lanzó indiscriminadamente a la población desarmada, un grupo de activistas –si puede llamárseles de tal forma– ‘anti-Israel’, miembros del deplorable movimiento Boycott, Divestment and Sanctions (BDS) se encontraba ocupado en el Aéroport de Zaventem –Aeropuerto Bruselas-Zaventem–, derramando baldes de sangre falsa, inundando el vestíbulo del recinto, vistiendo chalecos con la bandera Palestina y entonando los ya conocidos cánticos que aclaman: “From the river to the sea, Palestine will be free! Free free Palestine! Look around and you will see Israel’s the enemmy.” (¡Del río al mar, Palestina será libre! ¡Liberen liberen a Palestina! Mira a tu alrededor y verás que Israel es el enemigo), desde luego, a manera de protesta. Los pseudo-activistas llevaban a cabo dicha manifestación, irónicamente, en aras de condenar la lucha de Israel, la única democracia en Medio Oriente, contra el terrorismo, en aquella ocasión, desenvuelta en Gaza.

Tal grupo de rebeldes sin causa, en un impulso de sinrazón, y un claro esfuerzo antisemita disfrazado en el plano de lo políticamente correcto, marco en el que acostumbran actuar los operarios del fallido y patético BDS, se manifestó en contra de la lucha activa del ejército con el estándar moral más alto del mundo, el israelí, (no lo dice Israel, sino Japón, Canadá, El Reino Unido, Estados Unidos y demás potencias mundiales) para terminar con el terrorismo radical islámico, encaminado al asesinato de gente inocente; calificativos de los que, tristemente, no escapan las atrocidades perpetradas el 22 de marzo del año en curso por el Daesh, conocido popularmente como el Estado Islámico, el ISIS, curiosamente, en el mismo lugar donde hace poco tiempo, al canto de “Free free Palestine!” se solapó exactamente la ideología que ahora, en Bruselas, ha vuelto a derramar sangre, esta vez verdadera, cobrando la vida de más de 30 inocentes y provocando heridas graves a otros 200.

¿Será que se avecina un despertar Europeo en el que por fin se dirija su brújula moral hacia la democracia, la libertad y el respeto? Valores, todos, defendidos a capa y espada por el Estado de Israel. Realmente, no parece factible. Quizás, como tristemente ha ocurrido hasta ahora, inclusive tras lo acontecido en noviembre de 2015 en París, se mantendrá el doble estándar moral característico de Europa y el mundo en el que es políticamente correcto despotricar contra la única democracia en Medio Oriente, condenar en toda instancia sus acciones contra el terrorismo pero al mismo tiempo llamarse amantes de la igualdad y la libertad. ¡Despierta Europa el terrorismo está en casa!

¿Cómo es distinto el modus operandi del Estado Islámico que el de Hamás? ¿Por qué en el caso de los Palestinos sí se justifica el uso de la violencia y los repetidos intentos por cobrar vidas inocentes? ¿Qué provoca que Europa no comprenda que al pararse contra el terrorismo está solidarizándose con Israel? ¿Qué hace que los atentados de Brúcelas conmuevan al mundo y que al mismo tiempo éste se muestre indiferente ante 30 muertos y 394 heridos israelíes en lo que va de el año a causa del terrorismo radical islámico palestino? ¿Qué hace falta para que de una vez por todas Europa se solidarice con Israel en contra de nuestro enemigo común –el terror radical islámico–?

Sin que cese la frustración que arroja el desesperado intento por contestar cualquiera de las preguntas anteriores, hoy me solidarizo con Bélgica. Siento el dolor de los padres que perdieron a sus hijos, de los hijos que perdieron a sus padres, de los que perdieron a su pareja, de los que perdieron a un amigo. Queda en mi corazón gravada la amargura que invade las vidas de aquellos a quienes embarga la pena hoy en Bélgica. Se mantienen en mis plegarias los caídos en el aeropuerto de Bruselas.

Por: Ilan Eichner W., publicado en Hatzad Hashení

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