Por: Rabino Lazer Brody
La causa de la destrucción de nuestro Templo fue el odio interno. Ese odio sigue estando presente.
El santo “Or HaJaim”, Rabí Jaim ben Atar, escribe que si uno ve que un tzadik fallece en forma trágica, entonces puede estar seguro de que murió a causa de los pecados de las masas.
Aquí en Israel todavía no nos hemos repuesto del tremendo shock que sufrimos al perder a uno de los tzadikim más prodigiosos de esta generación –el “Baba Elazar”- Rabi Elazar Abujatzira, de bendita y santa memoria, que fue brutalmente asesinado a la medianoche del viernes 29 de julio. Todos debemos hacer una seria introspección y un profundo examen de conciencia para poder saber qué es lo que tenemos que corregir…
¿Por qué nos acometió una desgracia semejante en esta época tan infame denominada “Bein HaMeitzarim”? ¿Y qué me dicen respecto de las otras recientes pérdidas de gigantes tzadikim de esta generación que hemos sufrido, como ser el Rebe de Sfinka y el Rav Yehuda Lefkowitz? ¿Y qué hay respecto de las tres jóvenes extraordinarias de la jasidut Jabad que fueron muertas en una explosión de gas que tuvo lugar recientemente en la ciudad de Netania, mientras repartían velas para encender en honor del Shabat? ¿Acaso alguien me puede explicar qué es lo que está ocurriendo?
La causa de la destrucción de nuestro Templo fue el odio interno. Ese odio sigue estando presente. Dado que todavía no aprendimos a amarnos los unos a los otros, ahora estamos perdiendo a nuestra gente más especial, desde el pequeño Leiby Kletzky en Nueva York hasta la familia Fogel y el Baba Elazar, aquí en Israel. ¿Se dieron cuenta de que todos recibieron un golpe? La tragedia atacó todos los campos: los religiosos nacionales, los jasídicos, los lituanos, los sefaradíes, dentro y fuera de Israel.
En las últimas semanas, yo escribí sin parar acerca de Ahavat Israel: llegó el momento de que aprendamos a amar, de acuerdo con la ley judía.
La Torá nos ordena que nos amemos los unos a los otros, diciendo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18). Éste es uno de los principales preceptos de los 248 preceptos positivos.
En contraste, la Torá también nos ordena: “No odiarás a tu prójimo en tu corazón” (ibíd. 17). Éste es un precepto crucial dentro de los 365 preceptos negativos de la Torá.
No tenemos necesidad de aprender a odiar. Eso es algo que surge en forma natural. El Sefer HaJinuj explica que los seres humanos, dado su egoísmo innato, naturalmente tienden a odiarse los unos a los otros. La persona se prefiere a sí misma y rechaza a los demás, a menos que tenga algún interés personal o algún beneficio en esa relación, lo cual otra vez nos lleva al tema del egoísmo. Rabi Najman de Breslev enseña que hacer las paces con el prójimo es algo antinatural, especialmente en el caso de marido y mujer o de dos naciones en guerra, hacer las paces exige salvar la brecha entre los dos opuestos.
En consecuencia, cumplir con el precepto positivo de amar al prójimo y con el precepto negativo de no odiar al otro nos exige un esfuerzo concertado.
Debemos tomar conciencia de que estos dos preceptos no son menos importantes que la prohibición de comer cerdo. Sin embargo, muchas personas transgreden estos preceptos a cada minuto del día. ¡No por nada el exilio de dos mil años aún no ha llegado a su fin!
Nuestros Sabios nos enseñan que la caridad empieza por casa. No podemos ayudar a los pobres de otra ciudad antes de que ayudemos a los pobres de nuestra propia ciudad. Lo mismo ocurre con el amor. Uno no debería amar a otras personas si antes no ama a su propia esposa; y no estoy hablando del amor al estilo Hollywood, sino del amor según la Torá.
En su libro Likutey Halajot, Rabí Natan nos enseña que el verdadero amor consiste en enfocarnos primero en las cosas buenas de la otra persona. Uno de los testimonios del tremendo amor que Di-s siente por Su pueblo es cuando dice: “Él no mira las faltas de Yaakov” (Números 23:21). Sin embargo, el Zohar explica que cuando señalamos las faltas de los otros, estamos iniciando un proceso de juicio severo en el que, medida por medida, la Corte Celestial empieza a fijarse en nuestras propias faltas. Y eso no sólo es una mala noticia, sino que es algo contraproducente y destructivo. Por eso, el primer parámetro del amor, de acuerdo con la Torá, es pasar por alto las faltas de nuestros prójimos, y en primer lugar, de nuestra pareja. La caridad comienza por casa. Y cuando no nos fijamos en las faltas de nuestro prójimo, Di-s no se fija en nuestras propias faltas. Como resultado de eso, no sufrimos juicios severos. Y cuando no hay juicios severos, la vida es un placer.
Por eso, al amar a los demás, y en especial a nuestros seres queridos, que están en primer lugar, nos estamos salvando de un sinfín de problemas y tribulaciones en la vida. La crítica debe considerarse algo completamente no kasher en todo hogar. Los que verdaderamente se aman no se critican.
Nunca nos olvidemos de que al criticar a nuestras esposas y nuestros hijos estamos transgrediendo el precepto de amarlos igual que nos amamos a nosotros mismos. Detente un momento y piensa qué desagradable te resultaría recibir tú mismo todas esas críticas…
Al criticar al otro (cuando la crítica no es dada con un puro y desinteresado deseo de ayudar al otro), podemos caer en la trampa de transgredir el precepto negativo que prohíbe sentir resentimiento en el corazón. Veamos cómo:
Nosotros, los judíos, somos famosos (o infames) por nuestra auto-fragmentación. Esto es algo que debemos corregir. La unidad y el amor fraternal deben necesariamente reemplazar esa fragmentación y ese odio interno para que podamos poner fin a este exilio de dos milenios. Cada uno de nosotros tiene el derecho de elegir la forma de servir a Di-s y de evitar las trampas de lo que consideramos creencias erróneas. Pero no tenemos el derecho de sentir sinat jinam-odio infundado en el corazón. Esta forma de odio constituye una verdadera epidemia, una plaga. Los sefaradíes y los ashkenazíes están muy ocupados odiándose los unos a los otros, así como también los seculares vs los religiosos, los sionistas vs los antisionistas, los religiosos de nacimiento vs los baalei teshuvá, los lituanos vs los jasídicos e incluso los diferentes grupos jasídicos entre ellos. Esto no es solamente una locura total, ¡sino que es un suicidio nacional! ¿Acaso tenemos que esperar que Di-s recurra a llamadas de atención tan extremas como otra guerra más u otra tragedia más como la de Baba Elazar, Leiby Kletzky o familia Fogel para que por fin decidamos unirnos? ¡Basta, por favor!
Lo más importante que podemos hacer en nuestro proceso de auto-mejora espiritual es aprender los detalles de estos dos preceptos que mencionamos, para que verdaderamente podamos ver con nuestros propios ojos el consuelo de Sión y la reconstrucción de nuestro Templo Sagrado en Jerusalem, muy pronto en nuestros días. ¡Amén!
Fuente: Breslev en Español
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