En términos de su influencia en los desarrollos estratégicos del Oriente Medio, Qassem Soleimani probablemente puede considerarse «el hombre de la década».
Por General (retirado) Gershon Hacohen – Fuente: BESA – Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos
Utilizando hábilmente su preeminencia única dentro del régimen islamista, explotó la llamada «Primavera Árabe» para revitalizar las ambiciones imperialistas de Teherán, supervisando personalmente el esfuerzo del régimen para crear una «Media Luna chií» y expandir la influencia iraní a través de la región. Su muerte deja un profundo vacío de liderazgo que no será llenado fácilmente.
En su nivel más alto, el liderazgo militar representa mucho más que una aglomeración de habilidades profesionales, técnicas y operativas. Así como un arquitecto necesita sincronizarse colaborativamente con empresarios, contratistas y artesanos; también lo debe hacer un alto comandante militar, enfrentando desafíos mucho más abrumadores, tiene que mantener un diálogo con ambos la dirigencia política y los estamentos militares subordinados. Por supuesto, el estamento político es igualmente responsable de crear las condiciones adecuadas para tal diálogo estratégico, pero los asuntos en discusión y la profundidad de su sustancia, así como la identificación de las vicisitudes en evolución y los momentos de decisión dependen en gran medida del estamento militar.
Líderes militares capaces de atravesar la tensión inherente entre los estamentos políticos y militares son una rareza. La relación única de trabajo entre el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de las (FDI), Moshé Dayan, y el primer ministro y ministro de Defensa, David Ben Gurion ofrece una destacada excepción. También lo fue el vínculo único entre Qassem Soleimani y el líder supremo de Irán, Ali Khamenei. Capitalizando su habilidad excepcional para establecer un diálogo honesto e íntimo que involucrara la mutua y franca consideración de las oportunidades y los riesgos, Soleimani ganó la más alta estima y confianza de Khamenei. Esto lo puso en una posición única de poder e influencia, muy por encima de su puesto oficial (y, para el caso, el de otros líderes iraníes, incluido el presidente Rouhani). Este logro extraordinario será difícil de emular para sus sucesores.
Tampoco deberían subestimarse las habilidades militares de Soleimani. Producto prototípico del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC), que se llevó la peor parte de la guerra de ocho años entre Irán e Iraq (la mayoría de los generales del Shah fueron ejecutados tras la revolución iraní y muchos oficiales encarcelados). Soleimani se ganó su fama como un joven comandante de división que no tenía miedo de confrontar al comandante de la IRGC, Mohsen Rezai. Forzado a luchar contra tremendos obstáculos materiales, sin sistema de armamentos de importancia crítica tales como aviones de combate y tanques, el IRGC encabezó el advenimiento de la concepción no convencional de la guerra de Irán, con Soleimani jugando un papel importante en este desarrollo.
Tras la guerra, y especialmente después de asumir el mando de la Fuerza Quds del IRGC en 1997, Soleimani llevó esta estrategia a alturas sin precedentes al crear una extensa infraestructura subversiva y terrorista en todo el Oriente Medio y más allá, imbuida de ingeniosas ideas operativas y organizada en marcos flexibles que se correspondían a las circunstancias locales cambiantes y a los cambios en la naturaleza de la guerra.
En el proceso, Soleimani expandió los grupos terroristas existentes, tales como Hezbollah del Líbano (y, en menor medida, los palestinos Hamas y Jihad Islámica) en formidables máquinas de guerra que poseen cientos de miles de misiles y cohetes; transformó a los hutíes en una organización terrorista letal que mantiene a Yemen en guerra y plantea un peligro claro y presente para Arabia Saudita; creó una horda de milicias chiís que han jugado un papel clave en los conflictos iraquíes y sirios; y estableció células terroristas durmientes en todo el mundo.
Soleimani hizo todo esto para promover las ambiciones imperialistas del régimen islamista, que fueron redobladas en fortaleza por la «Primavera Árabe». Como les dijo a los estudiantes en un seminario teológico en la ciudad de Qom en mayo de 2011: «Hoy, la victoria o la derrota de Irán ya no tienen lugar en Mehran y Khorramshahr. Nuestras fronteras se han expandido y debemos presenciar la victoria en Egipto, Iraq, Líbano y Siria. Este es el fruto de la revolución islámica».
El general (retirado) Gershon Hacohen es investigador principal en el Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos. Sirvió en las FDI durante 42 años. Comandó tropas en batallas contra Egipto y Siria. Previamente, fue comandante de Cuerpo y de Colegios Militares de las FDI.
Traducción: Aurora
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