Palestinians riot during the March of Return. (AP Photo/Adel Hana) (AP/Adel Hana)
March of Return

En el verano de 2005, y con la retirada unilateral de Israel de la Franja de Gaza a la vuelta de la esquina, el sedicente “Consejo para la Paz y la Seguridad” emitió una declaración –suscrita por cientos de ex altos mandos y oficiales de seguridad– en la que se prometía que el disengagement“mejoraría la situación de seguridad de Israel”.

Por Gershon Hacohen

Catorce años después, muchos de esos expertos en seguridad –incluido Yair Golán, general recientemente retirado devenido político izquierdista– siguen sosteniendo que la retirada cambió a mejor la situación de seguridad del país.

En líneas generales, basan su posición en el número de muertos y heridos en el periodo previo a la retirada y en el registrado con posterioridad a la misma. Sin embargo, no tienen en cuenta la tremenda disrupción que ha supuesto, el sufrimiento que está causando a tantos israelíes, las fuertes inversiones para proteger a las comunidades [próximas a la frontera] y erigir una nueva barrera que va a superar los 4.000 millones de shékels [1.100 millones de dólares, 1.000 millones de euros], el enorme coste de las tres operaciones [antiterroristas sobre Gaza] (2008-9, 2012, 2014) y las numerosas rondas de enfrentamientos [entre Israel y las organizaciones terroristas activas en la Franja]. Sólo la operación Margen Protector (2014) se fue a los 10.000 millones de shékels (2.800 millones de dólares, 2.500 millones de euros), contando el gasto civil y militar y las estimaciones de pérdidas de productividad.

Los expertos ignoran asimismo el equilibrio de terror, y la consecuente pérdida israelí de libertad de movimientos, que Hamás ha establecido con sus cohetes, y que le está permitiendo perturbar a voluntad la vida cotidiana en Israel.

Lo más importante: al elevar el número de víctimas a la condición de criterio fundamental para valorar la situación de seguridad, como hicieron los generales norteamericanos en Vietnam para tapar sus fracasos monumentales, los expertos ignoran el hecho de que la seguridad nacional no depende, de ninguna de las maneras, del número de heridos y muertos. Si ese fuera el criterio clave, la mayoría de las luchas de liberación nacional jamás habrían sucedido.

No es casual que quienes afirman que la retirada unilateral mejoró la situación de seguridad sean los que defienden asimismo que se lleven a cabo más retiradas en la Margen Occidental. El inevitable vínculo entre lo que sucede en Gaza desde la salida de las FDI [Fuerzas de Defensa de Israel] y el desmantelamiento de las comunidades [israelíes] en el verano de 2005, por un lado, y lo que probablemente ocurriera si se hiciera algo parecido en la Margen Occidental, por el otro, amerita una revaluación comprehensiva y crítica de lo que viene ocurriendo en la Franja desde hace 14 años.

En primer lugar, la retirada israelí reforzó la creencia de Hamás de que la victoria palestina llegará mediante la resistencia y no por vías políticas, como [prefiere] Mahmud Abás.

El advenimiento de una entidad soberana de Hamás en Gaza ha tenido numerosas implicaciones que exigen una seria revaluación del Proceso de Oslo. Una de sus premisas socavadas por la retirada es la de que las concesiones mutuas crearían las condiciones para el reconocimiento mutuo y la resolución del conflicto. Según Hamás, no fueron las ansias de paz lo que llevó a los israelíes a retirarse de Gaza, sino las perturbaciones mentales y operativas producidas por unaresistencia infatigable, [lo que explicaría también] la salida precipitada del Líbano en mayo del año 2000. Así pues, la solución de los dos Estados ha sucumbido ante una lógica radical que la incluye, segun el exlíder de Hamás Jaled Mesal, en una estrategia escalonada de incesante lucha por la destrucción de Israel.

Durante años, los israelíes han confiado en la separación espacial; o, como dijo Ehud Barak cuando era primer ministro: “Ellos está allí y nosotros aquí”. Con la salida israelí de Gaza, y en línea con esa lógica, la separación se lograría con un sistema fronterizo comprehensivo, con su valla de seguridad y un de control militar de la raya clásico, rígido.

Supuestamente, se llegó a ese estado ideal de separación. Pero los desarrollos militares masivos de Hamás y la Yihad Islámica Palestina han supuesto un desafío sistémico complejo. Para los cohetes, misiles y morteros, así como para los globos incendiarios y explosivos, la valla no es un obstáculo. Que tampoco lo es para la amenaza que representan los túneles. La valla contribuye a una rutina de seguridad convencional, pero en igual medida contribuye a que el enemigo refuerce su poder sin ser molestado. Al amparo de la valla y del acuerdo espacial de separación, Hamás y la Yihad Islámica han sido capaces de conformar una fuerza militar organizada, con batallones y brigadas, equipada con un arsenal –oculto y protegido– de fuego de cohetería y un sistema de control eficaz. Nada de eso podría haberse levantado y mantenido sin la realidad de la separación espacial, con su rígida demarcación entre el aquí y el allí.

He ahí la diferencia fundamental entre las capacidades operativas y organizativas de Hamás en Gaza, donde se encuentra bien protegida por la valla de seguridad, y en la Margen Occidental, donde afronta numerosas dificultades incluso en la zona de Hebrón, donde goza de un amplio apoyo popular.

En otras palabras: la decisión del primer ministro Ariel Sharón de retirarse completa y unilateralmente de Gaza, incluso de la Ruta Filadelfi, que corre a lo largo de la frontera con Egipto, creó las condiciones que permitieron a Hamás y la Yihad Islámica acaparar grandes cantidades de armamento avanzado. Una maniobra similar en la Margen Occidental, en línea con la exigencia palestina de obtener el control del Valle del Jordán, pondría el corazón de Israel, empezando por sus infraestructuras económicas e industriales primordiales y el Aeropuerto Ben Gurión, bajo una amenaza inaceptable.

Además de estas potenciales amenazas, todo lo que ha sucedido en Gaza desde el verano de 2005 nos permite extraer sustanciosas lecciones. El resultado de este experimento con humanos –padecido a diario por los habitantes de las localidades del sur de Israel– puede contribuir a la batalla por la opinión pública arrojando graves dudas sobre la sabiduría de los expertos que siguen abogando por retiradas adicionales en la Margen Occidental. El acuerdo espacial del “ellos están allí y nosotros aquí” se intentó en Gaza y fracasó miserablemente.

En la discusión sobre la clara amenaza que representa Gaza desde la retirada está la clave para salvar a Israel de los peligros que entrañaría la creación de un Estado palestino en la Margen Occidental.

© Versión original (en inglés): BESA Center
© Versión en español: Revista El Medio

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