Un hombre reza en el Kotel de Jerusalem durante Tisha BeAv. (Shutterstock) (Shutterstock)
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El mundo que conocíamos, pareció acabar. A lo que estábamos acostumbrados, pareció cambiar.

Por: Aurora

No es una cuestión de percepción o de la imaginación, en realidad todo cambió. Cambió más rápido de lo que lo esperábamos. Un microorganismo hizo que todo cambiara, ni las más grandes guerras lo habían logrado. La transformación seguro que es algo natural y continuo, pero, de un año a otro ¿Quién creería que todo, incluso las más antiguas tradiciones, mutarían?

5780 para el calendario hebreo y 2020 para el calendario secular, los dos que ya casi terminan, sin duda han sido un vértice, un hito, una metamorfosis para la humanidad. Para judíos y no judíos, la forma de ver el mundo ha cambiado. En medio de la desolación para algunos y la increíble ilusión que puede ser para otros; lo que ha acontecido, lugares comunes se transforman también.

Pareciera que la ira divina se arreciara en contra de su pueblo, y en contra de los demás pueblos. Pareciera que un fantasma de la muerte estuviera rondándose por doquier. Pareciera que ya ni nos podemos ver a los ojos, o, en su defecto solo eso. Más, abrazos y besos, parecieran dejar de existir. Ahora bien, las reuniones sociales, religiosas y comunitarias dan una impresión de que quizás ya no serán como antes.

Con la pandemia que nos deja a la expectativa, que nos lleva a la perspicacia, aquella extraña cualidad con la cual podríamos adentrarnos dentro de nosotros mismos. Ahora debemos replanteárnoslo todo. Pareciera que se necesitan más sabios, más filósofos y más médicos, en vez de, tantos abogados, jueces y políticos.

Las crisis de todo tipo se han acentuado. La esfera social sin lugar a duda una de ellas. Además del ámbito económico, psicológico y político. La vida religiosa se volvió virtual para muchas comunidades, lo que ha sido un incremento de la espiritualidad de algunos, en detrimento de un distanciamiento de la espiritualidad de otros.

Con las sinagogas cerradas, al igual que iglesias e incluso mezquitas, la fe pasa de nuevo a ser el protagonista inefable. Se vuelve algo tan personal, pues ya nadie ve a nadie. Cada persona tiene la opción de tener una vida en casa a su gusto.

En el caso judío, ahora como nunca, quien quiera comer kosher lo hará. Quien quiera estudiar Torá lo hará a su medida y a su modo. Si bien, las plataformas digitales, han propagado el estudio y la oración, también es optativo. Seguro antes lo era también, pero había quien viera, con quien relacionarse y además de esto, comida y bebida, algo que la virtualidad aun no hace posible compartir. Y, tal vez nunca lo haga.

Con respecto a las celebraciones religiosas, como por ejemplo de Rosh Hashaná, ¿Qué se podrá hacer? Al igual que de un sinfín de otras cosas, las respuestas van quedando en el aire. Unos podrán participar vía virtual de celebraciones, otros se osarán a reunirse en familia y hasta a invitar amigos. Sin embargo, las celebraciones que reunían hasta centenas de personas quedan relegadas a un “El otro año será”. Ídem, ya no será la premisa de “El próximo año en Jerusalén”, sino que más bien, “El otro año en persona”.

La pandemia ha puesto a prueba además de la fe, a la disciplina y a la perseverancia. El individuo se convierte en el centro del asunto. Tan importantes fechas como Rosh Hashaná y Iom Kipur, entran en una nueva era. Una era a distancia, digital, individual y además en expectativa sobre que es lo que le continuará.

Para algunos será el principio del fin, pero, para el resto podría ser una nueva oportunidad. Adaptarse al cambio, a veces, no es fácil. La historia nos enseña sutil y fuertemente que quien no se adapta a los cambios se queda en ella. Es necesario tener o desarrollar la capacidad de la resiliencia. Será la fortaleza, invulnerabilidad y resistencia, las que permitirán seguir adelante.

El 5781 y el 2021, no son muy claros. Darles la bienvenida tampoco lo será. Esta generación debería estar preparada para entender esto. Comprender y asimilar la verdad seria clave, pero, ¿Y qué con quienes no quieran asumir la situación? Tarde o temprano deberán aceptarla. Y, habría que pensar en como fue el Rosh Hashaná y el Iom Kipur, en la Edad Media, luego de la peste, y, como lo fue luego de la Shoá. Simplemente fue, a pesar de todo.

Así que el próximo año en persona y en Jerusalén. Este Rosh Hashaná, será como ningún otro. Es muy lamentable la situación del Covid-19. Las familias que han sido afectadas, los miembros de estas que se han ido, se enfrentan al olvido. Pero, también es una oportunidad para otros. Los tiempos divinos parecen alinearse para que lo que fue prometido a Israel, pueda incluso verlo esta generación.

Un nuevo año significara haber seguido adelante, a pesar de semejante momento de crisis mundial. Los efectos colaterales son múltiples. No obstante, el mundo de antes no era perfecto, más bien, era todo lo contrario. Continúa el proceso y se abren planteamientos nuevos. Las altas fiestas, deberían ser ahora transmitidas vía online, dada la otrora no imaginable situación. O, al menos, dejar pregrabado lo pertinente a las ceremonias.

Que la depresión, el pánico, la paranoia y demás males no se apoderen de la situación. Que sea el optimismo, junto con la esperanza y el saber que todo irá bien, quienes reivindiquen la entrada a un nuevo año. En memoria de todos los que ya no están, y, con el conocimiento y entendimiento necesario para poder sacar a flote la situación. Es ahora o nunca que todos podremos demostrar quienes y por qué somos los que quedamos.

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