Según explicita la Biblia, para estas fechas del mes de Tishrei, los varones de Israel debían emprender la tercera de las peregrinaciones al Templo de Jerusalem y completar las ofrendas del ciclo agrícola (después de las de Pésaj y Shavuot), antes de que el frío y la oscuridad volviesen a dominar el paso del tiempo.
Y, como en la salida de Egipto que marca el paso de una comunidad de tribus a una nación israelita, la tradición indica que moremos en viviendas transitorias (cabañas o tabernáculos, que es lo que significa en hebreo Sucot).
El paso de los siglos irá completando y ampliando la celebración con nuevos ritos, bendiciones y hasta elementos para decorar el sencillo hogar de paso, para que nos recuerde los largos años de deambular por el desierto hasta llegar al destino prometido.
Pero, quizás lo más relevante de esta fiesta, sea su capacidad de sacarnos de lo que hoy día se denomina “zona de confort”, los límites que nos imponemos y que acabamos por confundir con nuestra propia existencia. Así como es imprescindible que de vez en cuando rompamos las rutinas que construimos a nuestro alrededor para evitar sobresaltos, Sucot nos invita a dejar de lado por un tiempo nuestro bien material más preciado (el refugio del hogar) y enfrentarnos, al menos una vez al año, a la única seguridad de la vida, que es su límite. No es cuestión de aprovechar el momento (el “Carpe Diem” del poeta romano), que lo bueno se acaba, sino que lo bueno lo es justamente por no ser eterno. Disfruta de la libertad actual porque no es para siempre; goza de los tuyos porque no vivirán eternamente; enfrenta el hoy con la certeza de que es un día único e irrepetible.
Por ello, Sucot aporta incluso más beneficios a quien nunca lo ha celebrado que a aquellos para quienes forma parte de un ritual cíclico. Despréndete del techo sólido que no te deja comprender tu verdadero lugar en el universo bajo la infinitud del cielo, como un casco que te protege pero no te deja ver ni oír la explosión de vida que te rodea y que se renueva a cada instante. Arriésgate a que quizás la luz de las estrellas que se filtra entre las ramas de sauce que te cobija no te deje conciliar el sueño a la hora programada. Por una vez, deja que la naturaleza te diga cuanto empieza y acaba el día. Descubre cómo suena la vida fuera de los muros y puertas, cómo huele detrás de los cristales. Y hasta puede que descubras lo poco que necesitas realmente, lo bien que sienta dejar de ser lo que piensas que eres durante unos días.
Practica Sucot. Es barato, beneficioso, te desconecta y te enchufa a otra corriente. La misma energía que nos alimenta desde que seguimos a Moisés durante 40 años.
Jag Sucot Sameaj (Feliz fiesta de Sucot)!
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad
www.radiosefarad.com