Israelíes de todo el país sintieron una segunda bofetada en la cara la noche del martes cuando se supo la noticia de otra muerte sin sentido. Esta vez no fue uno de los fieles que estaban en la sinagoga de Jerusalem cuando la matanza se produjo por la mañana, sino más bien, fue un héroe que sucumbió a las heridas sufridas al intentar detener a los terroristas.