A raíz de la destrucción del Segundo Templo, un gran cambio tuvo lugar en Am Israel. Parecía que después de la destrucción y el exilio ya no sería posible seguir viviendo de una manera normal. El pueblo no podía concebir seguir una vida con alegrías o celebraciones sin el Bet haMiqdash.
El Talmud (Baba Batra 60b) nos cuenta la siguiente historia:
«Cuando el Templo fue destruido por segunda vez (68 CE), muchos judíos comenzaron a vivir como ascetas, privándose de comer carne o beber vino. Rabbí Yehoshua les dijo: ‘Mis hijos, ¿Por qué no comen carne ni beben vino? Ellos respondieron: ‘¿Cómo vamos a comer carne, que solía ser traída como ofrenda en el altar (mizbeaj), ahora que el altar está en ruinas? ¿Cómo vamos a beber vino, que solía ser vertido como libación sobre el altar, ahora que el altar está en ruinas?’ Él les dijo: ‘Si es así, no comamos más pan, porque la ofrenda del pan (lejem hapanim) se ha interrumpido también.’ Ellos dijeron: ‘[Tienes razón, no vamos a comer más pan, y desde ahora] consumiremos sólo frutas!.’
‘Tampoco podremos comer las frutas de Israel, [les dijo Rabbí Yehoshua] porque ya no se ofrecen más los primeros frutos (Bikurim).’. ‘Entonces, comeremos otros frutos de la tierra (como verduras y legumbres, etc.) dijeron.’. ‘Pero, [les dijo] tampoco podremos beber agua, porque la ceremonia del vertido del agua (nisuj hamayim) también se ha interrumpido.’ En este punto, ya no encontraron ninguna respuesta posible, por lo que Rabbi Yehoshua les dijo: ‘Hijos míos, escuchadme. No llorar del todo por nuestro Bet haMiqdash, es imposible, pero llorar en exceso también es imposible, porque no se pueden imponer restricciones que la mayoría de las personas no son capaces de seguir.»
El Rab Yehoshua continuó y les explicó que el principio es que la vida normal debe continuar. No podemos permitir que nuestro gran duelo por la destrucción del Templo Sagrado produzca un estado de duelo nacional permanente y eterno y que mientras el Templo se encuentre en ruinas esté prohibido consumir carne o beber vino, que son los símbolos de celebración. Tenemos que encontrar el delicado balance entre el duelo nacional y la alegría personal. Hay algunas cosas simbólicas y discretas que podemos hacer para recordar la destrucción del Bet haMiqdash, en momentos de celebración y así, mientras nuestro Templo esté en ruinas, nuestra alegría nunca estará completa.
Por lo tanto, los Sabios enseñaron, por ejemplo, que en recuerdo de la destrucción del Templo, en el día de su boda el novio debe tener a Yerushalayim en mente, por encima de su alegría personal, poniendo algunas cenizas en su cabeza en señal de luto. Del mismo modo, cuando se prepara una comida de celebración, hay que dejar a un lado una de las comidas, en recuerdo de la destrucción del Templo.
En los siguientes días vamos a explicar BH estas y otras costumbres que los Yehudim hemos adoptado en recuerdo de nuestro Bet haMiqdash.
Por: Rab Yoseff Bitton, colaborador de Unidos con Israel
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